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FERIA DE SAN ISIDRO

La bombonería

Si a uno no le gusta el dulce, tampoco es como para ponerle una denuncia. A usted le dan seis bombones, los más finos, los más aromáticos, los más dulces de la bombonería, y si no le gustan ¿se los va a comer? No se los come, los regala al niño. Ya estaría feo, en cambio, que no gustándole el dulce, a lo mejor hasta aborreciendo el chocolate, buscara recomendaciones, molestara a todo el vecindario para que el bombonero le regale los seis bombones más finos, más aromáticos, más dulces que jamás hayan salido de su obrador. Entonces sí sería como para ponerle una denuncia; por lo menos, para retirarle el saludo, por pelma.A los toreros de ayer, que removieron medio taurinismo para que les pusieran en la feria de San Isidro, además mano a mano y con los seis bombones más finos de la bombonería, y que en lugar de comérselos los tiraron a la basura, a esos hay que retirarles el saludo. Si alguna vez se lamentan de que no les dan una oportunidad, habrá que recordarles los seis bombones que dejaron sin paladear.

Plaza de Las Ventas

30 de mayo. Decimoséptima corrida de feria.Cinco novillos de Joaquín Buendía, escasos de trapío -algunos, impresentables- bravos y de excepcional nobleza. Tercero, sobrero de La Ermita, grande, inválido. José Luis Seseña: dos pinchazos (algunos pitos); pinchazo, estocada corta baja y descabello (silencio); estocada trasera y dos descabellos,(división y saluda). Rafael Camino: dos pinchazos y estocada corta delantera baja (algunos pitos); pinchazo, estocada corta atravesada -aviso con retraso- y descabello (algunos pitos); dos pinchazos, estocada pescuecera perpendicular que asoma por abajo -aviso- y descabello (algunos pitos).

Hasta al sobresaliente Pascual Duarte, inexperto torerillo, le entraron unas hambres locas y cuando vio que al tercer novillito lo devolvían al corral, porque se pasaba de bombón y había sacado la pata chula, se lo quería comer entero, de un bocado, ¡ñam!. No se sabe cómo ni de donde, con una rapidez que envidiarían los vaqueros de Texas, sacó los trastos de matar y en dos zancadas ya estaba delante del novillo, dispuesto a torearlo. No le dejaron las cuadrillas, y entre todos lo metieron en el burladero.

Lloraba. ¡Un bombón así, y que se lo lleven al corral sin torear!. Hasta Don Mariano, en el tendido, hacía pucheros, y pensaba seriamente en bajar al ruedo, para practicar con el bomboncito el toreo de salón, en cuyo arte es el número uno. A muchos en el tendido se les había pasado por la cabeza la misma idea. Si no lo hicieron fue porque el reglamento lo prohibe y ya se sabe cuán respetuosa con el reglamento es la afición madrileña.

La sorpresa inmediata consistió en comprobar que las incompatibilidades han llegado también al toreo. Bien pensado, el sobresaliente había hecho el papel de espontáneo. Como sobresaliente, vale, podía estar en el ruedo, pero como espontáneo no, y la autoridad ordenó su detención. Los asesores jurídicos emitirán dictamen, en su día, sobre qué actividad profesional, la de espontáneo o la de sobresaliente, había conculcado el bueno de Pascual Duarte. Pero un escalofrío recorrió el espinazo de miles de espectadores al observar que la flagrante incompatibilidad puede ser sancionada con detención gubernativa, guardias de por medio. Tremendo.

Durante una parte de la novillada, el mano a mano no tuvo sobresaliente. Luego salió, al parecer indultado, pues hacía reverencias al palco, y el funcionario que lo preside tras tapiz, al sentirse así adorado, debió creerse el papa.

El mano a mano iba adelante más mal que bien. Un bombón tras otro, ninguno les servía a los manomanistas de luces. Cierto: si pelotaris, no habrían tenido menos arte. La cuestión trascendía los pases, que hasta en ocasiones les salían buenos. La cuestión se centraba en la espantosa vulgaridad con que hicieron sus faenas. Derechazos y naturales insustanciales pegaron a cientos. La gente se preguntaba por qué razón, para pegarlos, tenían que meter por delante tan escandalosamente el pico de la muleta, y nadie daba respuesta. Los novillitos embestían con prontitud, derechura total, suavidad angélica. El pico dichoso bien está para los toros que se ciñen. En cambio, ponérselo a aquellas hermanitas de la caridad que pasaban por delante de los alamares de puntillas para no molestar, era como darles en la cara con el trapo de fregar, es decir, una herejía.

Entre tanto novillo bueno hubo uno maravilloso, el cárdeno cuarto, bravo sin tacha, noble sin mácula, alegre en la embestida, sumiso al engaño. Donde le llamara el maestro, adonde le quisiera mandar, allí se iba. Pero ¿qué maestro?; y ¿tenía idea, acaso, quien hacia sus veces, de dónde y adónde?

No se vaya a creer que los bombones eran de a puño, chocolatada maciza ¡Qué va! Eran diminutos, terciaditos la mitad y la otra mitad con vocación de infusorios. Claro que para la lidia importaba lo mismo. Los picadores, por ejemplo, dieron cuenta de ellos igual que si se tratara del mamut, y les machacaban los lomos espinazo atrás, mediante carniceros lanzazos. A pesar de lo cual, ninguno se cayó. Quizá estuviera ahí el secreto. Toro que no pastorea, que no se cae, ese no lo quieren ni ver ciertos toreritos a la moda. Y entonces les da lo mismo bombón que ácido níspero.

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