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Entrevista:

Ferreira Aldunate: "Creo en la estabilidad del poder civil"

Un brillante estadista para muchos uruguayos, tan sólo un brillante actor para otros, Wilson Ferreira es para todos el último gran dirigente político que queda en Uruguay.Pregunta. El Partido Nacional no participó en el acuerdo político con los militares para llegar a una salida institucional de la dictadura. ¿Cuál es su opinión sobre estos primeros meses de vida política?

Respuesta. No es un secreto que mi partido discrepó radicalmente con las vías que se eligieron para lograr esta salida democrática, no sólo porque los demás partidos arribaron a un pacto que reposaba sobre el sacrificio de nuestra colectividad política sino porque, además, se cometió un error de óptica, se midió mal la fuerza que le quedaba a la dictadura, sus posibilidades reales de permanecer. Nosotros entendemos que la dictadura estaba liquidada, que no podía sobrevivir en un contexto económico y político como el que se vivía en 1984.

Se realizaron las elecciones con el resultado conocido, luego se produjo mi liberación y, desde el primer momento, mi partido expresó su voluntad de ayudar decididamente al mantenimiento de esta frágil democracia recuperada. Digo frágil porque la vía que se eligió para la salida permite a quienes estaban en el poder conservar íntegras sus fuerzas, estar incrustados dentro del sistema. Creo en la fuerza y en la estabilidad del poder civil y en las posibilidades de imponerse a las Fuerzas Armadas y lograr el acatamiento de éstas en el marco constitucional. Y esto por dos razones: el espíritu público, que no toleraría nuevamente una estructura militar en el Gobierno, y en segundo lugar, el clima político actual.

Todos los partidos comprenden que su primer deber es defender el sistema, y no tengo ningún motivo para ocultar con cierto orgullo que mi colectividad política, desde ese punto de vista, es la que contribuye con más eficacia, no sólo por su volumen, sino además porque es la colectividad en la que hubiera sido comprensible una actitud diferente. Este clima de paz política asegurada permite albergar optimismo en cuanto al futuro nacional desde el punto de vista político.

P. En los últimos tiempos han aumentado las denuncias e investigaciones contra los militares. ¿Está usted de acuerdo con ese revisionismo?

R. Creo que, en cuanto a la indagación y castigo de los delitos económicos cometidos por militares, no habrá problema alguno y lograremos hacer pagar sus culpas a muchos deshonestos. En cuanto al castigo por violación de los derechos humanos, sería una tragedia que todo esto pasara como si nada hubiera ocurrido, porque ocurrió, y lo que ocurrió fue terrible. Pero me permito no albergar excesivo optimismo, tengo la impresión que el pacto político al que se llegó reposaba precisamente sobre esto.

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País arruinado

P. ¿Ese optimismo en lo político puede trasladarse al aspecto económico?

R. El problema económico es otro. Uruguay es un país que ha sido arruinado por la dictadura militar. Estos 12 años han sido una tragedia de consecuencias en gran medida irreversibles. Con apenas tres millones de habitantes, sufrimos una sangría poblacional del 12% que, a diferencia de la que opera en una guerra que mata indiscriminadamente, esta es altamente selectiva.

El país perdió sus obreros especializados, sus profesionales, los elementos más inquietos y fundamentalmente sus jóvenes. Vio cómo se transformaba una deuda externa de 720 millones de dólares (unos 125.000 millones de pesetas), que se arrastraba históricamente desde el momento mismo en que hubo que financiar toda la infraestructura del país desde su independencia, a 6.000 millones de dólares hoy, (1,02 billones de pesetas), sin haber sido acompañada por un proceso de inversión.

Aquí existen dos cosas: un sistema de comercio internacional que conduce inexorablemente a este resultado, pero agravado por la responsabilidad de la dictadura, que endeudó a la República no solamente para atender los estrangulamientos del comercio exterior y los servicios de la propia deuda que se iba generando, sino además para pagar los gastos corrientes de administración, financiando el sueldo de la burocracia civil y militar, que terminó siendo mayor que la primera. Todo esto plantea un problema terrible. Los salarios en el Uruguay de hoy tienen un nivel inferior en más de un 50% al que tenían en 1971. Han aparecido problemas de subalimentación que eran absolutamente desconocidos.

El índice de mortalidad infantil, que antes exhibíamos orgullosamente como uno de los más bajos del mundo, hoy no resiste la comparación ni siquiera con muchos otros países del área. Y lo que es más grave todavía, esos índices de mortalidad infantil son cuatro veces superiores en los estratos de bajos ingresos. económicos.

Todo esto dibuja un cuadro socialmente preocupante y peligroso. Si Uruguay paga los intereses de su deuda externa y, además, paga sus importaciones de petróleo, con esos dos capítulos agota todas sus posibilidades, pues ellos absorben el 70% del total de nuestras exportaciones, de modo tal que la deuda crea un verdadero problema de imposibilidad de supervivencia nacional. A veces entiendo, que uno piense que el tema es tan grave que termina por resolverse solo.

Europa condiciona

P. ¿No existió una concertación entre todos los partidos en cuanto a la forma de resolver el problema de la deuda externa?

R. Aquí se puso demasiado énfasis en eso de la concertación. Los países no pueden ser gobernados por unanimidad, lo que necesitan es un nivel, un clima de entendimiento político que acentúe las coincidencias y disminuya las asperezas de las discrepancias pero, en última instancia, hay definiciones de carácter político que comprometen la ideología misma de los partidos, y sobre ello es muy difícil buscar entendimiento. En el proceso de la concertación programática en que intervinieron los cuatro partidos se señalaron coincidencias en cuanto a las metas, pero no hubo entendimiento sobre los instrumentos, y eso era lo que importaba. Pero, de cualquier forma, creo que Uruguay no tiene demasiadas soluciones.

P. ¿Hay otras salidas diferentes a las que se están intentando? ¿Puede prescindirse de una negociación con el Fondo Monetario Internacional?

R. Las opciones nacionales no son demasiadas. Cuando Uruguay recupera un régimen de libertades, inmediatamente recibe ofrecimientos de ayuda y solidaridad que vienen de todos los países democráticos de la Tierra, pero la solidaridad está condicionada siempre a los mismos términos. No hay ningún país de Europa occidental, ninguno, que no nos haya dicho, y que no le haya dicho a las autoridades uruguayas, "cuenten con nuestra asistencia, con nuestra ayuda, que se hará efectiva ciertamente después que ustedes lo arreglen con el FMI". Esto es verdad, repito, para toda Europa.

Racionalmente, es muy fácil llegar a la conclusión de que no hay más remedio que pasar por el Fondo Monetario Internacional. Pero también es exacta y convincente la afirmación de que este camino conduce a un callejón sin salida.

Ninguna ilusión

P. ¿Qué espera Uruguay concretamente de España como interlocutor en la Comunidad Económica Europea?

R. También en eso hay que curarse en salud. Para los países iberoamericanos en general, la presencia de España en Europa nos dota de un defensor, quién puede dudarlo, que comprende mejor que los otros nuestros problemas y los siente casi como propios. Pero no hay que hacerse ninguna ilusión. Al contrario, el ingreso en el Mercado Común, que para España es indispensable, es un duro golpe para nuestras economías. Hay rubros 'de nuestras exportaciones que dirigíamos a España y que desaparecerán, porque necesariamente desaparecerán.

P. Otro de los graves problemas que afronta Uruguay es la agitación social y sindical. ¿Es ésta normal o hay cierta exageración?

R. Después de 12 años de prohibición de toda actividad sindical y de transformación del derecho de huelga en delito, es comprensible que los titulares de esos derechos los ejerzan con cierto entusiasmo, a veces excesivo. Es, evidentemente, un error amenazar con una huelga general, que afortunadamente no se produjo, a un Gobierno que recién instalado en ningún caso podía haber instrumentado más medidas para atender lo que se le solicitaba, pero también es cierto que hay que comprender a los sectores terriblemente sumergidos que están reclamando, ya no mejoras para elevar su nivel de vida, sino soluciones mínimas para una subsistencia decorosa.

P. ¿Se ve algún camino para mejorar ese panorama?

R. No demasiado. Creo que no he advertido una formulación clara de cuál es esa política. El Gobierno ha manifestado enfáticamente que no comparte los criterios neoliberales que imperaron durante la dictadura, pero lo cierto es que los que van a instrumentar esta nueva política, es decir, los hombres nombrados para llevarla a cabo, son prácticamente los mismos, lo cual introduce, por lo menos, un elemento de incertidumbre.

Nosotros estamos dispuestos a ayudar al Gobierno de Uruguay para evitar que se agudicen los problemas. Ni siquiera pretendemos imponerle nuestra política económica, pero también es verdad que cuando, a nuestro juicio, entendamos que la política que se aplica eventualmente puede comprometer gravemente el interés nacional, trataremos de hacer la mayoría parlamentaria para que ésta pueda actuar.

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