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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El diálogo y la guerra

LA ENTREVISTA que han celebrado esta semana en Viena George Shultz y Andrei Gromiko duró más de seis horas, el doble del tiempo previsto. El dato indica una voluntad de discutir a fondo, pero el resultado que algunos esperaban no se ha producido: no hay fecha ni lugar para una conversación entre el presidente Reagan y el nuevo líder soviético, Mijail Gorbachov, si bien sigue en pie la posibilidad de que tenga lugar este año sigue en pie.El pasado mes de enero, Shultz y Gromiko se pusieron de acuerdo en Ginebra sobre un comunicado conjunto que sirvió de base a la reanudación de las negociaciones sobre armamentos nucleares, interrumpidas casi un año y medio antes. Diversas fuentes norteamericanas subrayaron entonces la eficacia de la Administración Reagan, que al poner sobre el tapete el tema espacial había logrado que los soviéticos flexibilizasen su actitud de no volver a negociar "mientras no se retirasen los euromisiles". En el comunicado se decía textualmente que "el objetivo de las negociaciones será llegar a acuerdos efectivos destinados a prevenir una carrera de armamentos en el espacio y a poner fin a dicha carrera en la Tierra...", y se reconocía la interdependencia entre las tres negociaciones previstas: sobre armas estratégicas, de alcance medio y espaciales.

Los soviéticos otorgaban una prioridad absoluta al objetivo de impedir que siguiese adelante la iniciativa de defensa estratégica (SDI) anunciada por Reagan, la famosa guerra de las galaxias. A la vista del comuni... cado de Ginebra, no era descabellado que los soviéti cos abrigaran la esperanza de que tal objetivo podía alcanzarse en el marco de las negociaciones que se ¡ni ciaron en marzo de 1985. La decisión de Moscú de: retornar a las mesas de negociación de Ginebra se había tomado antes de la muerte de Chernenko y de su sustitución por Gorbachov. La oposición radical de la Unión Soviética a la SDI respondía con toda probabi lidad a una actitud adoptada no sólo en órganos políticos, sino también entre los máximos mandos militares. Por tanto, no puede sorprender que Gorbachov -sobre todo en la etapa inicial de su mandato- se limite a proseguir esta posición. Se trata de un conti nuismo lógico que deshace cierta identificación sim plista entre la llegada al Kremlin de un dirigente más joven, más dinámico, más inteligente y la posibilidad de acuerdos más fáciles con Washington.Por otro lado, la tendencia de Estados Unidos ha sido colocar cada vez más la guerra de las galaxias en el centro de su estrategia. El secretario de Defensa, Caspar Weinberger, acaba de reafirmar que la SDI "es un proceso irreversible". Sin embargo, las críticas a tal política dentro incluso de EE UU han alcanzado gran amplitud. Y, sobre todo entre los aliados europeos de Norteamérica, las dudas, recelos y oposiciones a la iniciativa de defensa estratégica de Reagan se han manifestado con un vigor sin precedentes.

Estas posiciones europeas parten no de presiones electorales y callejeras, sino de una consideración de que la SDI, incluso si logra su objetivo, sería totalmente ineficaz para Europa. Mitterrand ha hablado con más claridad que otros gobernantes. Pero este tema divide al Gobierno Kohl y acentúa los problemas en el partido de Margaret Thatcher.Gromiko ha mostrado en Viena que los soviéticos prefieren, en la fase actual, cierto compás de espera, sin comprometerse a una entrevista Reagan-Gorbachov mientras no aparezcan síntomas de una menor intransigencia norteamericana sobre la cuestión espacial. El tema será examinado de nuevo en Finlandia por Gromiko y Shultz en la reunión prevista en agosto para celebrar el 20º aniversario de la firma del Acta de Helsinki. Por encima de coyunturas más o menos favorables existen razones de fondo que aconsejan a la URSS, tanto o más que a EE UU, llevar al más alto nivel la discusión sobre las cuestiones nucleares, aparte de otros temas de interés común. Una cumbre no puede resolver en horas las diferencias existentes, pero puede contribuir a crear un clima más favorable para las negociaciones.

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