Teoría del 'madridaje'
Es curioso comprobar cómo Madrid ha ido ganando en embrujo, en sensualidad, en imaginación y en apertura, justamente a partir del establecimiento de las autonomías, a partir de la descentralización. Lo que en estos momentos más arrebata de la Villa, lo que más fascina de Madrid, no es el madrileñismo, sino el madridaje, entendido éste como el sincretismo madrileño, la capacidad que tiene Madrid para asumir y conciliar doctrinas diferentes, querencias dispares, estilos contrapuestos y procedencias variopintas. En Madrid está representado todo, hay gente para todo y todavía cabemos muchos más de los que estamos. Esto es un riguroso mestizaje. Aquí, a los ciudadanos les encanta estar juntos, pero también revueltos.El madridaje está vigente todo el año, pero es durante las fiestas de San Isidro cuando se manifiesta de forma más espectacular. Una simple ojeada por el programa de festejos te produce un sentimiento parecido al vértigo. Madrid, en mayo, es un pecado, un peligro para la virtud, una invitación a la desmesura, un banquete para los amantes de lo polimorfo, una perdición para los ciudadanos con cuerpo de jota. Habida cuenta, por otra parte, que en Madrid hacer el oso es conectar con el escudo de la Villa, los residentes en esta ciudad tenemos el sagrado deber de perpetrar osadías isidriles bajo los auspicios del Ayuntamiento (con sólo mirar a Chu-Lín nos percatamos de que el oso es tierno, pero no viceversa, ya que los osos tienen muchos pelos, en tanto que Tierno no tiene un pelo de tonto; ni siquiera tiene pelos en la lengua).
Hacer el oso en Madrid no es hacer el chulo, sino, más bien, juntarse con la panda y hacer el Chu-Lín por la calle hasta que el cuerpo no dé más de sí; infiltrarte en los bailongos; hacerte pasar por miembro de una tribu de las del parque del Oeste; delirar viendo a los charlatanes vender perculetas en la plaza Mayor por precios irrisorios; rozar alevosamente tu Cuerpo con el de otros ciudadanos en la promiscuidad de Las Vistillas; colarte en una recepción a filatélicos; simular que eres un teórico de la colombofilia; meterte de cabeza en la noche, hasta el punto de que se te queda la mirada oscura de por vida. Has caído en las redes del madridaje.
Para mayor redundancia, el alcalde ha dicho que "quien tiene imaginación vive dos veces". Madrid es una ciudad en la que se puede llevar doble o triple vida con todo lujo de anonimatos. Es cierto que aquí no hay mar, pero los estanques del Retiro y de la Casa de Campo, con un poco de imaginación, hacen las veces de sendos océanos.
La música popular de las fiestas es una buena muestra del madridaje: jazz, cuplés, rock duro, oskorris, perales, pastores, rock blando mecanos, loquillos, elegantes, siniestros, procacidades, tangazos, alaskas, mesteres, chunguitos, pelos de punta, flamencos, velosos, pasacalles, desvaríos, romanzas, rocíos, pasión, melancolía y desatinos. Madrid no es posmoderno; Madrid es barroco.
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