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La Democracia Cristiana celebra "la muerte de los gobiernos rojos" en Italia

Juan Arias

Los dirigentes democristianos brindaban ayer con champaña en su sede romana de Piazza de Gesù por una victoria que no esperaban en las elecciones del domingo y el lunes pasados, mientras a 100 metros de distancia, en Botteghe Oscure, los comunistas vivían momentos de soledad observando los titulares de los diarios que anunciaban, como esquelas mortuorias "la defunción de los gobiernos rojos" en las mayores ciudades del país, como Roma, Turín, Milán, Génova y Venecia.

Un editorial de La Repubblica recordaba ayer cuando, 10 años atrás, en pleno triunfo de la izquierda, se publicaba en el mismo diario: "Está emergiendo una nueva sociedad convencida de que se pueda vivir sin la Democracia Cristiana, o al menos sin su hegemonía". Hoy, por el contrario, la bandera blanca democristiana vuelve a ondear sobre los principales ayuntamientos del país.Luigi Pintor, en Il Manifesto, escribió ayer con amargura: "Por lo que parece, moriremos democristianos. Se cierra un decenio. El voto del domingo es de restauración social, antirreformador". "No es por exceso de audacia por lo que ha perdido la izquierda", añade y culpa a todo el país, que "tiene el vientre blando, una barriga más importante que su cabeza, y se nutre sobre todo de intereses particulares".

Mientras los democristianos exultan porque en Roma han obtenido, dicen, el mayor triunfo desde la liberación, en el partido comunista ha empezado, con seriedad, el proceso de análisis y de revisión. El primero que ha levantado la voz con fuerza es Napoleone Colajani, senador, miembro del comité central. Colajani ha sido tajante: "Si no actuamos con rapidez, nos hundiremos; lentamente, porque tenemos raíces profundas, pero inexorablemente". Y acusa a su partido de haber basado su política en "una feroz competición con todos y en una guerra sin cuartel a Craxi". Y añade: "Desguarnecidos de programas e ideales, los hemos suplido con una política craxiana, es decir, de espectáculo". Y concluye: "Es necesario un viraje, una ruptura; hay que votar más dentro del partido, hace falta mayor democracia interna y más contacto con las realidades del país, porque si no nuestra diversidad nos aislará y esterilizará".

Análisis de los resultados

El PCI ha anunciado ya la reunión del comité central para analizar los resultados del voto del domingo. Desde ayer, en cinco ciudades clave -Roma, Turín, Milán, Bari y Venecia-, es posible -y en algunas, como Roma y Milán, obligatorio-, crear un Gobierno pentapartido (igual que en el Gobierno central), con la Democracia Cristiana (DC) y sin los comunistas.En Roma, la Democracia Cristiana tiene un problema con el candidato que, presentado el segundo en la lista, ha obtenido sin embargo más votos de preferencia que el número uno, hombre del aparato, el senador y ex ministro Nicola Signorello. Se trata del periodista televisivo, miembro del Opus Dei, Alberto Michelini, presentado como independiente en las listas de la DC. Los grupos católicos insistieron para que el partido lo presentase como número uno. Pero los grandes personajes democristianos romanos, empezando por Giulio Andreotti, se opusieron. No querían dar la imagen de una Democracia Cristiana romana papista, ya que el mismo Ciriaco de Mita sigue insistiendo en que la DC es un partido de inspiración cristiana, pero no "el partido de los católicos".

Se da por descontado que Michelini no será el alcalde, y ya ha pedido, al parecer, que se le dé la política cultural del Ayuntamiento. Si así fuera, los famosos veranos romanos del popular concejal comunista Nicolini, con sus sambas y sus películas gay, pasarían a manos del Opus Dei. Alguien ha ironizado ya diciendo que se pasaría "de Nicolini a Michelini", y "del flamenco al gregoriano".

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Es posible que los democristianos puedan dejar la alcaldía de Roma a un socialista, a cambio de que Craxi prometa formar gobiernos con los democristianos, sin los comunistas, donde sea posible, empezando por Turín y Milán.

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