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Gaetano Adinolfi

El secretario general adjunto del Consejo de Europa piensa que el Sur es mejor para vivir y el Norte más apto para trabajar

Gaetano Adinolfi, secretario general adjunto del Consejo de Europa, es un napolitano que gusta del Sur para vivir y del Norte para trabajar. Experto micólogo, conoce tantas clases de setas como horas pasa en avión al año, y considera que la articulación de Europa es la gran tarea de su generación. Ahora, pasados los 50 años, confiesa: "Me equivoqué; hacer Europa no es tarea de una generación, sino de tres por lo menos. Nosotros no lo veremos, y me temo que nuestros hijos tampoco".

Este hombre que controla un equipo de 900 funcionarios ("Marcelino Oreja tiene la función política de las altas relaciones con los Gobiernos; a mí me toca ocuparme de la organización") despertó a su vocación europea de una manera casual. "Yo vivía en Nápoles y había hecho la carrera de derecho, como uno de tantos que la hacen sin una clara idea de para qué. En eso estaba cuando vi una convocatoria de becas para el Colegio Europeo en Bruselas. Me apeteció, por viajar, por conocer mundo; así que concursé. Milagrosamente me dieron la plaza y eso me dio el derecho a viajar fuera de casa por un año. Entonces me interesé por la política europea, por la historia europea, por las costumbres europeas... Y aquel año se convirtió en muchos más".Aun ahora es difícil imaginar a este napolitano cordial, alegre y algo ruidoso en Bruselas o en Estrasburgo, donde le acabó llevando su vocación europeísta. Se le encaja mejor en Sevilla, adonde le trajo el Encuentro de Ciudades Históricas o en cualquier punto del Sur; pero él defiende su condición de paneuropeísta: "Mi mujer es francesa, mitad polaca, y mis niños... Mis niños son europeos, como yo. Mire, cada cosa a su tiempo. El Sur es mejor para vivir, pero el Norte es mejor para trabajar. Y conste que con esto no quiero decir que los sevillanos o los napolitanos no trabajen. Simplemente (ríe) que en el Norte llueve más y apetece menos salir del despacho".

En 1953 entró en el Consejo de Europa, Y cuenta con orgullo que fue el funcionario más joven de la organización en aquellos tiempos: "Luego he ido subiendo puestos en la organización hasta Regar a lo más alto del escalafón. Ahora ya no hay nada por encima". Por debajo sí. Por debajo hay 900 funcionarios procedentes de toda Europa. ¿Cómo se puede mandar a un tiempo sobre un noruego y sobre un italiano? Hace un guiño antes de contestar: "Todo tiene su arte, y los napolitanos sabemos movernos en cualquier ambiente. En realidad, somos medio españoles, ¿no?".

Más en serio, insiste en que lo que ama de Europa es su diversidad: "En Estrasburgo me acostumbré a pasear por los bosques de alrededor de la ciudad. Así cobré afición por la micología y he llegado a conocer 400 clases distintas de setas. Esa diversidad es riqueza. Amo la gastronomía y los vinos de Europa, porque en ello está la variedad de Europa. Hace falta que cada parte, cada país, cada región, cada ciudad, guarde su especificidad, porque ahí está la riqueza y la diferencia de Europa".

Parte de esto es lo que ha pretendido defender el Consejo de Europa con el Encuentro de Ciudades Históricas celebrado la pasada semana en Sevilla: "Todas y cada una de las ciudades europeas son hermosas, y todas hay que conservarlas. Afortunadamente, después de una época de indiferencia general, en la que la especulación no era frenada por nadie, ahora se dan otras condiciones. Ahora, cuando alguien quiere tirar al suelo un edificio valioso, es la misma población la que se levanta, se manifiesta y lo impide. Así, es fácil que a partir de ahora los cascos históricos dejen de ser agredidos impunemente, como ocurría hace 30 años".

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