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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El fracaso de Kohl

Es OBLIGADO considerar las elecciones en el land de Renania del Norte-Westfalia como un hecho político de al cance nacional, que tiene que afectar, de una u otra for ma, al Gobierno de la República Federal de Alemania. En dicho territorio reside aproximadamente el tercio de la población del país; y siempre las elecciones en el mis mo han sido un barómetro de las tendencias del electorado alemán. Si esas elecciones se hubiesen limitado a confirmar resultados anteriores, cabría no prestarles excesiva significación. Pero ha ocurrido todo lo contrario. Si se tiene en cuenta la estabilidad tradicional del voto alemán, casi se puede hablar de un pequeño terremoto político; sobre todo porque dos récords han sido batidos: con más del 52 %, los socialdemócratas han superado el nivel más alto de todas las elecciones anteriores; con el 36,5 %, los democristianos (CDU) han caído más bajo que nunca. La responsabilidad personal del canciller Helmut Kohl en el fracaso sufrido por su partido es evidente; él mismo , eligió a Bernhard Worms, un hombre gris, sin carisma, para encabezar la candidatura del CDU, elección que ha sido undesastre. Los electores de Renania-West-falia, al depositar su voto, juzgaban inevitablemente los dos años y medio del Gobierno Kohl; y el juicio ha sido netamente desfavorable. Kohl llegó al poder anunciando que sería capaz de mejorar la economía y disminuir el desempleo; ahora hay en la RFA medio millón más de parados que en el momento en que fue nombrado canciller. Es una cuestión que afecta particularmente al Ruhr, zona de gran concentración industrial, integrada precisamente por el land que votó el domingo pasado.

No cabe duda que la presencia de Ronald Reagan en la RFA, su visita a un cementario alemán y la celebración de la cumbre de los siete en Bonn no han tenido los efectos que esperaba el Gobierno de Kohl. Ello refleja un fenómeno de cierta profundidad: una disminución de la simpatía hacia EE UU, tan fuerte durante muchos años en Alemania Occidental. A la vez, no cabe duda que la sensación de fracaso de la cumbre, la polémica sobre el cementerio de Bitburg y el abuso de imágenes televisivas han tenido, en fin de cuentas, un efecto de bumerán.

En los resultados del SPD, hace unas semanas en el Sarre, anteayer en Renania-Westfalia, sería exagerado ver el éxito de un partido con una alternativa preparada ante los problemas del país y que entusiasma a los electores. Su triunfo se debe, en no pequeña medida, a la personalización de la lucha política en la RFA. En ese sentido, Johannes Rau es un campeón; tiene una capacidad de comunicación, una simpatía arrolladora; y ha arrollado. Su posición política en el SPD está más a la derecha que la de Lafontaine, victorioso en las elecciones del garre. Ello confirma que el SPD está logrando ganar electores gracias a un juego de tendencias no disgregador. Dos factores políticos han sido esenciales: el SPD aparece con una preocupación primordial por impedir la acumulación de armas nucleares y por lograr una política exterior de distensión, menos atada a la estrategia de Washington. A la vez, logra presentarse como única alternativa realista para los electores opuestos a un gobierno de derecha. La actitud de Rau, rechazando la eventualidad de un apoyo de los verdes, determinaba que el voto útil fuese el del SPD. Es sintomático que una lista "por la paz", presentada por el diminuto Partido Comunista Alemán, al obtener un 0,8 % y dividir así el voto pacifista, determinara el fracaso de los verdes.

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La repercusión de estas elecciones sobre el Gobierno Kohl no será inmediata: hasta las próximas elecciones parlamentarias quedan aún casi dos años. Pero no cabe duda que el líder democristiano se va a encontrar con una oposición potenciada por el voto popular -el debate Brandt-Kohl es una indicación elocuente-, y con un acoso muy fuerte dentro de su propio partido, basado además en una realidad objetiva, cada vez más visible: la mediocridad de Helmut Kohl, la insuficiencia de las dotes que le acompañan para asumir sus altísimas responsabilidades. Ello estimulará a su eterno rival de Baviera, Strauss, y a otros candidatos más jóvenes que surgen en las filas de la CDU

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