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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Punto... y seguido

POCAS HORAS antes de que un destacamento de la Policía Nacional cargase con violencia contra una manifestación anti-Reagan debidamente autorizada, el ministro del Interior comparecía ante la Comisión de Justicia del Congreso para responder a las preguntas de los representantes de la soberanía popular. Si atendemos al estilo y tono que empleó, hay que mostrar preocupación ante la excitabilidad que exhibe últimamente el responsable de un departamento del que depende la seguridad ciudadana y cuyo desempeño exige serenidad, sangre fría y ponderación.Barrionuevo dejó boquiabiertos a los diputados al cerrar con una formulilla retórica -"y punto"- la discusión sobre la trágica muerte de un joven de 21 años, abatido por un cabo de la Guardia Civil en Auñón cuando cometía la imprudencia, o quizá el delito de lesa patria, de recoger caracoles en el campo. El ministro del Gabinete socialista -en cuyo seno ejercen elevadas funciones quienes solicitaron un Pleno extraordinario del Congreso para exigir cuentas al Gobierno Suárez por el porrazo policial que recibió en Santander un diputado del PSOE- cree que esta muerte puede ser despachada para siempre -"y punto"- como una mera "actuación incorrecta" de los cuerpos de seguridad. Confiemos, por el bien de todos, y también por la permanencia en sus puestos de los responsables de la seguridad ciudadana, que ningún pariente cercano de un alto cargo socialista pierda la vida a manos de las fuerzas de orden público durante una excursión campestre. Y esperemos que el ministerio fiscal y los tribunales de justicia encuentren en la conducta del homicida una tipificación delictiva menos ofensiva a la sensibilidad ciudadana y a los derechos democráticos que la inventada por Barrionuevo.

También parece extraído del tunel del tiempo el simulacro de explicación dado por el ministro sobre el caso del muchacho supuestamente apaleado en la comisaría de Parla y operado pocos días después por una grave lesión en el bazo. Utilizando un lenguaje que creíamos olvidado desde lo del bichito de la colza, el titular del Interior se permitió el sarcasmo (y la inexactitud científica) de afirmar que el bazo del joven sometido a una intervención quirúrgica está "vivito y coleando". Se permitió, además, la inexactitud de afirmar que EL PAIS no había rectificado las declaraciones iniciales de los familiares del muchacho, según los cuales, los médicos habían procedido a la extirpación del bazo lesionado. Pero se olvidó quizá de que, en esta España que hoy vivimos, los periódicos pueden contestar a los ministros. Y los hechos demuestran llana y simplemente que no es verdad lo que dijo Barrionuevo. Digamos, de pasada, que EL PAIS no pudo contrastar inicialmente la veracidad de las afirmaciones de los familiares porque, precisamente, los responsables del Ministerio del Interior habían resuelto aquel día darse asueto y disfrutar de la fiesta oficial de la comunidad autónoma madrileña, sin que nadie contestara a las peticiones de información ni atendiese a las interrogantes de la familia, cuando era un hecho cierto que el joven había tenido que ser internado e intervenido en la clínica. Toda esa pirotecnia no puede ocultar que el muchacho presentaba en su cuerpo los efectos traumáticos de golpes que le habían propinado terceras personas, y que su paso por la comisaría de Parla, donde no dispuso de la garantía de la asistencia letrada obligatoria, se había producido pocos días antes.

En su carrera de autoexculpaciones ante el Congreso, Barrionuevo incorporó a su activo político personal la disminución de atentados terroristas en los últimos cuatro meses. Se diría que las 18 víctimas de El Descanso son, como en la famosa noticia periodística de antaño, muertos de tercera. En cualquier caso, habrá que armarse de paciencia en la espera para saber si los responsables de la carnicería de San Fernando de Henares fueron efectivamente fundamentalistas islámicos o si se abren paso, por el contrario, esas "otras hipótesis" sobre las que trabaja el Ministerio del Interior.

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Pero esas incontinencias verbales pasan a un segundo plano al examinar las respuestas dadas sobre el conflicto creado por las acciones de protesta emprendidas por el sindicato -legalizado- de la Policía Nacional para que el Gobierno cumpla su promesa de sustituir por un nuevo código disciplinario las pautas de obediencia castrenses. La extensión y el agravamiento de las medidas del Sindicato Unificado de la Policía (SUP) pueden originar una situación preocupante para la estabilidad institucional. Pero la responsabilidad del conflicto no puede ser ajena a un equipo ministerial que no ha buscado salidas negociadas a unas reivindicaciones que se vienen arrastrando desde hace muchos meses, y que no ha sido capaz de sacar adelante las reformas legislativas y organizativas anunciadas en su día por los socialistas.

No cabe infravalorar la gravedad del callejón sin salida al que Barrionuevo ha conducido al Gobierno. Tanto si impone una ciega disciplina como si busca salidas negociadas -tal y como propuso infructuosamente un diputado del PSOE- al conflicto, el Gabinete de Felipe González va a dejar muchos pelos en la gatera. La persecución del récord de durabilidad gubernamental -una de las marcas mas tontas que se pueden concebir en la estela de Guinness- privó al presidente del Gobierno de la oportunidad de desembarazarse a tiempo de un ministro que perdió los papeles poco después de jurar su cargo. Ahora es seguramente tarde para decretar un cese que podría ser interpretado como un signo de debilidad, cosa que suele preocupar sobre todo a. las gentes realmente débiles. Pero tampoco parece alentador para el Gobierno socialista la permanencia en sus filas de un ministro que ha tomado en préstamo la ideología y la retórica de los reaccionarios, y que pretende compensar con puñetazos en la mesa, demandas intimidatorias a los periódicos y gestos desafiantes, su propia inseguridad y su patética incapacidad.

Porque, entre otras cosas, al expresar Barrionuevo sus propias dudas sobre la posibilidad de mantener la disciplina de la Policía Nacional sin aplicar el Código de Justicia Militar, está confesando su falta de confianza en la existencia de esa policía civil y desmilitarizada que cuida del orden en toda la Europa democrática y que es propugnada en nuestro país incluso por la derecha conservadora.

Dicho sea todo esto con el más absoluto respeto al honor, la intimidad y la vida privada de don José Barrionuevo Peña.

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