El Ejército israelí se retira deTiro, la última ciudad que ocupaba en Líbano
El Ejército de Israel se replegó a media mañana de ayer de la última ciudad que aún controlaba en el sur de Líbano, Tiro, cuyos habitantes se echaron a la calle para celebrar su liberación al cabo de 34 meses de ocupación, al tiempo que los milicianos del movimiento shif Amal (esperanza) se hacían cargo del mantenimiento del orden en este importante foco de la resistencia libanesa antiisraelí.
Tras la retirada de la ex metrópoli fenicia, las fuerzas armadas de Israel (Tsahal) sólo ocupan ya una franja de territorio libanés a lo largo de su frontera septentrional de 850 kilómetros cuadrados -el 8% del territorio libanés-, donde viven 110.000 personas. Las fuerzas israelíes se marcharán durante la primera semana de junio, no sin antes ceder el control de esa zona vital para la seguridad del Estado de Israel a milicias aliadas, como el Ejército del Sur de Líbano.En absoluto atemorizados por la amenaza de represalias si colaboran con los terroristas formulada en unas octavillas repartidas horas antes por soldados israelíes, gran parte de los 70.000 vecinos de Tiro se adueñaron de las calles nada más cruzar la ciudad los dos últimos convoyes militares, bailando de alegría sobre la calzada, abrazándose e izando en mástiles o balcones banderas libanesas y de Amal.
Veinte kilómetros más al Sur, en el puesto fronterizo de Rosh Hanikra, los soldados israelíes subidos a bordo de vehículos de transporte blindados o la tripulación de los carros de combate Merkava celebraban también su regreso a casa descorchando botellas de vino espumoso o entonando canciones improvisadas cuyo estribillo ilustraba su deseo de no volver jamás a Líbano.
Éxodo masivo
En la misma dirección que el Tsahal, que les proporcionó ayuda humanitaria, seguían emigrando ayer, por segundo día consecutivo, miles de cristianos originarios del este y norte de Sidón, la capital del Líbano meridional, ahuyentados por la doble ofensiva musulmana, que a finales de la semana pasada obligó a huir de sus hogares a 17.000 familias, en su mayoría refugiadas en la pequeña ciudad de Jezzin, semicercada por fuerzas hostiles, aunque unas 2.000 se han acercado hasta el confin israelí.
La incapacidad del Gobierno de unión nacional libanés -cuyo ministro druso Walid Jumblat acaudilla una de las milicias que expulsó a los cristianos- de poner fin a la violencia, que sólo en los combates del domingo causó la muerte de más de 70 personas, la mayoría civiles, incitó a un miembro cristiano del Gabinete, Joseph Iskaf, a presentar ayer su dimisión. El deterioro de la situación acabó por repercutir en Beirut, donde los enfrentamientos en la línea de demarcación que separa los sectores musulmán y cristiano obligaron a la policía a cerrar todos los cruces entre ambas zonas de la capital.
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