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Tribuna:Prosas testamentarias
Tribuna
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Reflexión sobre Europa

Puesto que tanto se habla de Europa, no será inoportuno pensar un poco acerca de ella. Y puesto que las cosas se entienden mejor cuando se sabe cómo se ha formado, veamos cómo ha llegado a existir el modo europeo de ser hombre.Los orígenes

Dos griegos del siglo V antes de Cristo, un poeta y un médico, son quienes por primera vez expresan, más allá de toda interpretación mítica, la conciencia que de sí mismo tiene el pequeño grupo de los hombres que a sí mismos se llaman europeos; y, siendo griegos de ese siglo, no es azar que el recuerdo de las guerras médicas, la gloria reciente de Maratón, Salamina y Platea constituya el fundamento sobre el cual se levanta la animosa y complementaria reflexión de ambos. Al poeta le llamamos Esquilo. Es un hombre en el cual perdura intacta y vigorosa la vieja religión de su pueblo; un mortal muy consciente de su humana dignidad, pero en cuya alma laten todavía los dos sentimientos de quien, fiel todavía a la majestad suprema de los dioses antiguos, ya ha empezado a vivir según su albedrío: un sordo temor y la transgresión del límite a que por naturaleza se debe y una vaga y honda conciencia de culpabilidad. Cuando el año 472 son por vez primera representados Los persas, el ardor de la lucha victoriosa no se ha extinguido aún en los combatientes de Salamina y Platea. Los persas: la tragedia en que un griego orgulloso de su helenidad sabe deplorar con nobleza el desastre y la desventura de sus enemigos. Frente a frente, la Hélade y Persia, Europa y Asia. ¿Por qué la minúscula Grecia, un puñadito de ciudades en torno al mar Egeo, ha podido derrotar al gigante asiático. Por el valor y la inteligencia de sus hombres, desde luego. Mas también porque el rey de los persas, Jerjes, ha cometido contra los dioses el mayor de los pecados que un mortal puede cometer: la hybris, la osada desmesura, la impía ruptura de los límites que la voluntad de aquéllos ha impuesto a la naturaleza humana. Jerjes, en efecto, ha querido convertir el mar en tierra transitable, que tal es para el poeta la empresa de construir un puente sobre el Helesponto, y se ha propuesto romper la armonía de la instalación de los hombres en su mundo: el buen orden natural y divino en cuya virtud el persa debe vivir en Asia y el griego en sus ciudades. Así lo proclaman y lloran la madre del rey vencido y el coro que, precede a las doloridas palabras de esa mujer.

Muy otro va a ser el sentir del médico que compuso el escrito Sobre los aires, las aguas y los lugares; un tratadito acerca de las influencias del ambiente fisico sobre la naturaleza y las enfermedades de los hombres, en el cual, a título de ejemplo, se estudia la diferencia entre la índole de los europeos y la de los asiáticos. Asia y Europa, otra vez frente a frente; mas ya no como pueblos que combaten entre sí bajo la ceñuda mirada de los dioses, sino como dos modos hasta cierto punto opuestos de realizarse la naturaleza humana. No acaba ahí el contraste entre el autor de Los persas y el del tratadito hipocrático; algo más profundo les separa. El alma de Esquilo se halla gravemente empapada por la religiosidad tradicional de su pueblo. La mente de este médico, en cambio, ha sido sacudida por el aquilón crítico de la sofistica. Como directo heredero de los pensadores presocráticos, nuestro autor admite con esclarecida creencia la divina e invencible soberanía de la naturaleza, de la physis, pero a la vez, como lúcido secuaz del ingenio de los sofistas -y también, con toda probabilidad, de la poderosa sabiduría de Demócrito-, se siente obligado a preguntarse por. las modificaciones que en la más excelsa de las parcelas sublunares de esa physis, la naturaleza del hombre, podrá introducir la convención, el nomos, el conjunto de los modos de vivir en comunidad que el hombre ha querido adoptar para como tal hombre existir sobre la tierra.

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Ante todo, la physis; en este caso, la naturaleza de las tierras, las aguas y los aires de Europa y de Asia. A los ojos de este ribereño del mar Egeo, todo parece ser en Asia más bello, más dulce, más floreciente. Sus hombres, en consecuencia, se hallan bien nutridos y son hermosos de figura y egregios de talla, al menos en los parajes equidistantes del frío y del calor. Europa, en cambio, es desigual de suelo y bronca y cambiante de clima. De lo cual se denvan para nuestro antropólogo las virtudes que poseen los europeos y faltan a los asiáticos: el coraje viril en el combate, la fuerte paciencia en la fatiga, la diligencia constante, la industriosa vigilia de la mente. En un primer

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análisis, Europa -tierras y hombres- vendría a ser un modo peculiar de la naturaleza, un fragmento de la universal physis singularmente despierto, esforzado e inventivo.

Mas no sólo es la naturaleza lo que hace distintos a los europeos y los asiáticos, también la convención. Junto a la physis, el nomos. Sometidos a monarcas despáticos, los habitantes de Asia no gozan de autonomía, y "consagran su discurso no a ejercitarse para el combate, sino al modo de eximirse del servicio militar". Los europeos, en cambio, gobernados por leyes que se han dado a sí mismos, aceptan de buen grado, los peligros, porque saben que para todos, no sólo para quienes les mandan, va a ser el premio de la victoria; "es así como los nómoi" , las leyes convertidas en costumbres, "contribuyen en no escasa medida a engendrar la valentía". El recuerdo de Salamona y Platea -sigue operando sobre el pensamiento del más temprano definidor de Europa.

Dos modos complementarios, pues, en este despertar de la conciencia europea. Para Esquilo, Europa es un conjunto de pueblos que bajo la mirada de los dioses debe realizar la inquieta e insaciable condición humana; maravillosa y terrible la llamará Sófocles poco más tarde. Para el médico hipocrático, en cambio, Europa es un modo de ser hombre al que la acción conjunta de la naturaleza y la libertad ha otorgado una singular eminencia del ánimo y de la mente. Naturaleza doblemente modelada; primero, por el ambiente físico; luego, por el ejercicio de una libertad que sucesivamente da lugar a la convención social, a la ley y, como siglos más tarde dirán los filósofos medievales, a una "naturaleza segunda" del hombre. Porque de tal manera es mudable la physis humana, afirma este médico, que todos cuantos viven en Asia al modo europeo, sean griegos o bárbaros, terminan siendo más diligentes y valerosos, se europeízan.

Aun cuando el cristianismo cambie tanto el modo helénico de entender la libertad y la naturaleza, ¿no son estos esquemas mentales los que desde Grecia rigen la acritud M europeo ante sí mismo y, en definitiva, el destino de Europa?

La zozobra actual

Conmemorando el centenario de la muerte de Hegel, decía Zubiri: "La madurez intelectual de Europa es Hegel. Y esto no sólo por su filosofía, también por su historia y su derecho". Hegel, la madurez de Europa; Esquilo y los presocráticos, su nacimiento. Entre uno y otro evento, ¿dónde comenzará la infancia y cómo se irá formando la juventud del mundo europeó?

La primera infancia de Europa se halla representada, a mi modo de ver, por dos hombres, un africano, cristianizado y europeizado, Agustín de Tagaste, y uno de los romanos que inician la cristianización de, los germanos invasores de su patria, Benito de Nursia. Con su Ciudad de Dios y sus Confesiones, Agustín pone en marcha la comprensión cristiano-europea de la historia universal y abre la mirada del hombre hacia su intimidad, con su lema ora et labora, en el que tan claramente transparecen la estimación amorosa del cosmos y la concepción sacral del trabajo, Benito inaugura la versión europea de la religiosidad cristiana.

El tránsito de la infancia medieval de Europa a su hegeliana madurez se halla constituido, tópica verdad, por la implicación sucesiva de cuatro ingredientes fundamentales: Grecia, Roma, el cristianismo y germanidad. Grecia legará a Europa su modo de ver la realidad de las cosas, su concepción del hombre como animal racional y su tardío cosmopolitismo; Roma, su concepción del mando político y su Derecho; el cristianismo, su idea del amor, la oposición entre el ser y la nada y su revolucionaria visión de la dignidad del hombre, del sentido de la vida humana y de la realidad progresiva y no cíclica de la historia; la vehemente vitalidad germánica, en fin, infundirá en las almas europeas la más importante raíz de esa manera de hacer y entender la existencia humana tantas veces llamada "espíritu fáustico". Siglo XIII. Después de su fascinante arranque, el cristianismo bizantino se estanca, y estancado perdura. Después de su bárbara iniciación, feudal, el cristianismo europeo encontrará una de sus más centrales fórmulas en el verso de La divina comedia con que el Dante encomia el impulso ascendente que le ha dado su estirpe: "Tanto me elevas, que yo soy más que yo". Permanente tendencia a ser más tanto.en el saber como en el poder. Sin el espíritu fáustico que la germanidad inyectó en la infantil realidad de Europa, esas palabras del cristianísimo Alighieri no habrían sido escritas.

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