Las cruces de mayo en Andalucía
Una fiesta al margen del santoral y el calendario de trabajo
Cierre los ojos y recuerde Granada, esa ciudad discreta y hermosa como pocas en el mundo. Ahora situe en sus patios, callejuelas y placetas un centenar de cruces de madera, cubierta cada una por medio millar de docenas de claveles reventones. Coloque alrededor de las cruces conjuntos formados por mantones de manila, muebles de taracea, cobres, aperos de labranza, jarapas y hasta pitas y chumberas de la costa. ¿Lo tiene? Sí así es, está usted contemplando uno de los más preciosos espectáculos que el sur puede depararle en primavera; un espectáculo aún poco difundido, no para turistas, sino para paisanos.El Día de la Cruz es una fiesta al margen del santoral y el calendario laboral, una fiesta de un solo día que no figura en las listas de la Iglesia y el ministerio de Trabajo, una fiesta de primavera, de origen pagano dicen los antropólogos, en la que la cruz es símbolo de resurrección y no de muerte. Se celebra en toda Andalucía y también en otros lugares de España, pero en Granada, que no ha atravesado ninguna feria de abril y conserva casi intactas sus energías primaverales, donde cualquier rincón con más de tres décadas de antigüedad puede ser considerado una obra de arte, esa celebración del día 3 de mayo es un puro gozo.
Granada es una ciudad pobre y los monumentos que le erige a la primavera son humildes, realizados en tres o cuatro semanas como mucho, montados en dos o tres días, con presupuestos que rara vez superan las 100.000 pesetas y que son sufragados por la vecindad. Leños, claveles y artesanías de la tierra son suficientes para festejar el retorno de la vida tras los rigores invernales. Y si no da ni para eso, cualquier cosa es buena para festejar que ha vuelto el buen tiempo, el sol luce y la Vega y los jardines de la Alhambra están de un verde brillante en el que estallan los colorines de muchas flores.
El pasado año hubo en la capital del antiguo reino nazarí cruces de mayo cubiertas con granos de trigo, con sogas y con servilletas de papel pintadas a mano. Pero la más alucinante fue la Cruz de los Pobres, que ocho mendigos levantaron al lado del bar Torres, en la zona de Gran Capitán y Pedro Antonio de Alarcón, donde están muchos de los pubs y discotecas de la ciudad. Los mendigos la hicieron de ortigas, lo único que pudieron conseguir, y se les quedaron las manos como las llagas de Cristo.
Granada es una ciudad íntima, y si el Día de la Cruz se recorre con espíritu de explorador revela sospresas deslumbrantes. Al pie del Albaicín, en la Casa de los Pisas, donde murió Juan de Dios, el santo limosnero, los frailes que siguen su tradición hacen también su cruz. Los frailes instalan el monumento floral en el patio de la casa, al lado de un surtidor y rodeada de plantas. Y en los balcones del patio claustral cuelgan una fantástica colección de viejos mantones de manila. Es curioso: los pobres de hoy sólo tienen ortigas para celebrar la primavera; los seguidores del santo que a ellos consagró su vida disponen de un palacete y de las mejores artesanías granadinas para lo mismo.
Granada es una ciudad campesina, y durante todo el día 3 de mayo el Realejo y el Albaicín, los barrios más auténticos de la ciudad, parecen escenarios de una feria rural en la que se consumen toneladas de roscos, panes de aceite y habas tiernas, regadas con mucho vino, fino y de la costa, y con agua, que allí es licor y vida. Una asociación cultural recogió el pasado año en su monumento una vieja tradición granadina de estas fechas, la de colocar una manzana con una tijera, para ahuyentar los maleficios que en forma de crítica pudieran caer sobre la escena. En Granada poner un pero es sinónimo de criticar, y la manzana es un pero.
Granada es una ciudad andaluza, y el Día de la Cruz es una ocasión de salir a la calle, y pasear a caballo, vestirse con batas de lunares y trajes camperos, bailar en cualquier esquina, aunque los granadinos conscientes lamenten la generalización de la danza por sevillanas en detrimento de los bailes granadinos, como la reja, los fandangos, la cachuchas, la albolea y la farruca. La fiesta se prolonga hasta la madrugada del día 4, sobre todo en el Albaicín, y si llueve, como el año pasado, la gente no por eso deja de salir, que bendita sea el agua de mayo.
[A la entrada de los patios de vecinos de las clases bajas sevillanas, existía una palangana para que quienes acudan los sábados y domingos a bailar sevillanas financiasen simbólicamente la "convidá", informa Carlos Funcia. En Sevilla, aparte de otros lugares, se instalan Cruces de Mayo en la calle Castilla, en el barrio de Triana, y en la Cruz de la Tinaja, en la Alameda.]
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