Ernesto Sábato
EL REY de España entrega hoy, en la universidad de Alcalá de Henares, el Premio Cervantes a Ernesto Sábato, que ha inscrito su nombre en la escogida relación de creadores en lengua castellana galardonados en convocatorias anteriores. Junto al gran novelista y ensayista argentino, el mexicano Octavio Paz, el uruguayo Juan Carlos Onetti, el cubano Alejo Carpentier, el argentino Jorge Luis Borges y los españoles Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Rafael Alberti y Luis Rosales integran esa lista emblemática, muestra sobrada del vigor de una literatura que no conoce fronteras, que se enriquece con el cruce de las diferentes culturas nacionales y que vive -desde la simbólica fecha de 1927-uno de los momentos más brillantes de su historia.El premio máximo de las letras castellanas, bautizado con el nombre del inventor de la novela moderna, lo recibe Ernesto Sábato en razón de la originalidad, tensión y calidad de su obra narrativa, así como de la admirable capacidad de su prosa para exponer y analizar las cuestiones cruciales de la condición humana, bien se trate de los conflictos nacidos con el despliegue de la civilización moderna, bien se trate de la evolución de las ideas científicas, artísticas y políticas en el mundo contemporáneo. Si el talento para concebir un original universo narrativo, dotado de existencia propia y movido por las leyes dramáticas autónomas, explica el atractivo de novelas como El túnel, Sobre héroes y tumbas y Abaddón el exterminador, cuyo denso contenido simbólico se concilia siempre con la pasión por el relato, Sábato ha sabido también examinar los problemas de la creación literaria, de la reflexión intelectual y de la organización social, íntimamente relacionados con el sentido de la historia y con el compromiso del hombre con la libertad.
El comentario sobre la concesión del Premio Cervantes a Ernesto Sábato, así pues, podría agotarse con la valoración y el elogio de su obra como escritor. Pero las denuncias del novelista argentino -digno heredero de esa noble tradición de la cultura occidental que vincula al intelectual con el testimonio moral- contra las monstruosas violaciones de los derechos humanos cometidas en su patria y su valiente decisión de presidir la comisión de encuesta encargada de investigar la magnitud de la tragedia de los desaparecidos (eufemismo inventado por la dictadura militar para disfrazar sus asesinatos en masa) hacen inexcusable la referencia al coraje ético, la responsabilidad cívica y la ejemplaridad pública de su conducta. Mientras Ernesto Sábato recibe de manos del Rey de España el Premio Cervantes, la democracia argentina se apresta a vivir la prueba de fuego del juicio público contra los responsables máximos del huracán genocida que sembró la muerte y la desolación con una "tecnología del infierno" y de manera orgánica, planificada, sistemática y "demencialmente generalizada". Y ese acto académico, cargado de emoción y rebosante de significado simbólico, tendrá lugar precisamente pocos días después de que el viaje de don Juan Carlos a la República Argentina reforzara los nexos históricos, culturales e idiomáticos entre ambos países, vinculados por las corrientes migratorias desde hace más de un siglo, con los valores ahora compartidos de la democracia, la libertad, la soberanía popular y la defensa de los derechos humanos.
Ernesto Sábato ha dejado bien patente que recibe el Cervantes como "un premio exclusivamente literario". Pero de nada valdría ignorar que, además de novelista y ensayista, el autor de Sobre héroes y tumbas se caracteriza por el admirable temple humano y la excepcional firmeza moral para solidarizarse con los sufrimientos de su pueblo, para luchar por la justicia y para defender la causa de los derechos humanos.
Ernesto Sábato ha dedicado sus esfuerzos -en difíciles condiciones de salud, con una capacidad de visión progresivamente deteriorada y en un clima de hostilidad y amenazas- al doloroso trabajo de recomponer el "tenebroso rompecabezas" de los desaparecidos, a fin de establecer la nomenclatura dramática de los hombres, las mujeres y los niños asesinados en silencio por una feroz dictadura que invocaba los valores de la civilización cristiana para justificar sus crímenes. Por esa razón, el escritor que hoy recibirá de manos del Rey de España el Premio Cervantes pertenece con todo derecho a ese elegido grupo de grandes creadores que, además de dialogar en su biblioteca con las voces del pasado y hablar a través de su obra con los hombres y mujeres del futuro, logran modificar el presente mediante el ejercicio del compromiso moral y son capaces de mostrarse solidarios con las víctimas de una sangrienta dictadura cuyos asesinatos organizados alcanzaron -para utilizar las palabras del propio Sábato en el prólogo a su informe "la tenebrosa categoría de los crímenes de lesa humanidad".
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