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Reportaje:

Romeo, Julieta y Briegel

Verona, una pequeña ciudad de provincia, apenas con 300.000 habitantes, que dio la inspiración a Shakespeare para su drama Romeo y Julieta, está viviendo su momento mágico. Su equipo de fútbol está al mando de la liga italiana, por encima de los todopoderosos Roma, Juventus, Inter o Milán. El Verona, además, ha sido líder desde el principio de la temporada ante equipos de gran calidad como Inter, Turín, Juventus, Roma o Milán, todos ellos cargados de historia y que en sus filas tienen costosas estrellas de ultramar, pagadas con cifras astronómicas.Verona parece atravesada por una ebriedad provocada por la fiebre de la afición futbolística: un cóctel nuevo hecho a partes iguales de entusiasmo, orgullo y una pizca de exaltante utopía. Porque aún ahora que el equipo es indiscutiblemente el más fuerte, sus tifosi no se lo creen. Ganar la Liga italiana no es empresa fácil, porque siempre ha sido un feudo de los grandes equipos como Juventus (que tiene a sus espaldas la Fiat), Milán e Inter (protegidos por los grandes medios de comunicación). En los últimos 40 años solamente Florentina (dos veces), Cagliari, Bolonia y Lazio han roto el predominio de los grandes clubes.

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Es tanto el entusiasmo que ha provocado el fenómeno del fútbol que el gravísimo problema de la droga (Verona es uno de los principales centros de venta de droga en Italia) ha pasado a un segundo lugar. En un muro de la famosa plaza Bra se puede leer: "El fútbol es la droga de las personas sanas". También económicamente el Verona se está demostrando que es un gran negocio. Esta temporada, aunque el estadio Ventegodi no sea muy grande (el aforo máximo es de 36.000 espectadores), se piensa recaudar entre abonados y entradas un total de 500 millones de pesetas.

Cuando hace tres años se empezó a modelar el nuevo equipo, el presidente, Guidotti, y el mayor accionista, el comerciante Chiampan, representante de la Canon en Italia, no ficharon costosos jugadores, pero apuntaron su interés sobre elementos que diesen al club la máxima garantía de seriedad y disciplina. Así llegaron a Verona el portero Garella, el interior Di Genaro (promovido este año a la selección nacional), los defensas Marangon y Volpati, el líbero Rifella, el punta Galderilli y el extremo Fanna.

Buena parte de estos jugadores procedía de equipos como Juventus, Inter y Florentina, que los habían definido como jugadores sin futuro. A este grupo italiano el verano pasado se unieron el danés Elkjaer y el alemán Briegel, las dos joyas que faltaban para completar el mosaico, dos jugadores que, al contrario de compañeros de nombre más ilustre, están demostrando una gran personalidad.

El Verona ha gastado en estos últimos tres años para formar el equipo poco más de 1.000 millones de pesetas, mucho menos que lo desembolsado por el Nápoles para pagar la ficha del argentino Diego Armando Maradona.

El máximo artífice del milagro Verona es indudablemente el entrenador, Osvaldo Bagnoli, que entró en el equipo en la temporada 1981-1982, y consiguió el ascenso a Primera División; el año siguiente obtuvo el pasaporte para jugar en la Copa de la UEFA, y el año pasado disputó la final de la Copa de Italia.

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