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El abandono en alta mar de dos polizones ghaneses se conoció tras una denuncia de Interpol

Hizo falta que llegara al juzgado número 4 de Bilbao, el pasado 20 de marzo, una denuncia de Interpol por "piratería y asesinato" contra la tripulación del mercante bilbaíno Bernardo de Zamacola para que se conociera un hecho que debió ocurrir hace nueve meses, a finales de junio de 1984. Según la denuncia, dos polizones de Ghana fueron abandonados a su suerte en alta mar, frente a las costas nigerianas, una vez sorprendidos por la tripulación del barco bilbaíno. Uno de ellos desapareció entre las aguas plagadas de tiburones, y, de ser ciertas las declaraciones del superviviente, el desafortunado fue arrojado al mar tras haber sido acuchillado por el capitán del mercante.

Con no ser nuevo, el suceso ha producido una reacción que oscila entre la ira, por el salvajismo que expresa, o el distanciamiento, entre quienes, tal vez inmersos en una conciencia colectiva, creen necesario argumentar la lista de dificultades que crea el polizón a bordo: problemas de convivencia, de recepción en el país en que se atraca, -en los casos de aquellos náufragos indocumentados, que no son reconocidos por su país de origen-, y por último, en los gastos que cuestan al armador, al permanecer a bordo meses o, a veces, años."En un barco pasan cosas raras. Es un mundo especial", relata un abogado maritimista y capitán mercantil. Y aquel día de junio de 1984, cuando los dos polizones africanos, que se habían escondido en la bodega del barco aprovechando la escala en Lagos, se presentaron a la tripulación, los ánimos debían estar exaltados.

Nadie se atreve a afirmar qué cosas raras, si las hubo, estaban en la mente de algunos tripulantes al salir de Nigeria. "Alguien debió de pegar a un marino", dicen voces anónimas, sin quererlo asegurar.

Durante los primeros días en que se iniciaron las diligencias en Bilbao, se dieron algunas contradicciones en las declaraciones de los cuatro primeros tripulantes. La más aireada fue la del capitán Urrutia, quien negó haber tenido polizones a bordo, aunque posteriormente admitiría haber llevado en su barco a dos de ellos. Según su versión, los dos africanos fueron abandonados en una balsa a media milla de la costa, con víveres, y sin que la tripulación opusiera resistencia. Los polizones fueron obligados a bajar a la balsa a través de una cuerda; el primero obedeció, pero el segundo, mientras bajaba, se arrepintió e intentó volver al barco, momento en que un marinero cortó la cuerda para impedírselo. El capitán, Francisco Javier Urrutia, afirma haber asistido a la escena desde el puente, contemplando lo que ocurría con un catalejo.

Sin embargo, el superviviente había declarado: "Salimos de la bodega al exterior un día después de soltar amarras y nos presentamos a un tripulante, que avisó al capitán". Según el polizón ghanés, el capitán ordenó a los marineros que arrojasen por la borda a los intrusos. "Como nos defendimos, el capitán apuñaló y lanzó al mar a mi compañero. Yo preferí saltar".

Hasta el momento han sido ocho las personas que han prestado declaración ante el juez, entre ellas el capitán Urrutia -que permaneció detenido en Basauri y puesto en libertad bajo fiariza- y el primer oficial. A la dificultad de citar al resto de la tripulación -hasta 22 marinos, de los cuales varios son españoles, se encuentran navegando en la actualidadhay que añadir la de la petición de una comisión rogatoria al extranjero, a aquellos países que pudieran aportar datos.

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Tajante condena

En la capital vizcaína, la postura del Sindicato Libre de la Marina Mercante (SLMM), "de ser ciertos los hechos", ha sido de tajante condena. Por su parte, la Asociación Vizcaína de Capitanes de la Marina Mercante ha apuntado con claridad cuáles son las obligaciones de cualquier capitán con polizones a bordo, tales como "alimentarlos y custodiarlos", si bien aprovecha la ocasión para explicar los problemas del polizonaje, la actual legislación, basada en el Convenio de Bruselas, de 1957, a la que España se adhirió, y pide a la Administración española que endurezca la legislación contra los polizones.

Como colectivo, la asociación vizcaína, que sale al paso de 1o publicado últimamente por la Prensa local y nacional", elude mencionar el caso del Bernardo Zamacola, así como el nombre de su compañero, Francisco Javier Urrutia, al que, a título individual, nueve de ellos le han mostrado su apoyo.

Sin embargo, el caso de los malos tratos al polizón, convertido ya en leyenda, se repite de vez en cuando.

Hoy, el silencio de los marinos del Bernardo Zamacola, abogados y organismos relacionados con el tema, expresa el temor ante la posible inculpación de autoría, complicidad o encubrimiento en los miembros de la tripulación.

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