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La conferencia nacional del PCE

Los comunistas, más divididos

Los partidarios de Santiago Carrillo pierden todos los cargos en los órganos directivos

La idea lanzada por Santiago Carrillo para una plataforma de unidad comunista fue considerada en abierta contradicción con la política de convergencia de izquierda preconizada por la dirección nacional gerardista, afín al actual secretario general, Gerardo Iglesias. El Comité Central del PCE, convocado con carácter extraordinario y urgente, en la noche de ayer, tras una tensa reunión del comité ejecutivo para estudiar las declaraciones de Carrillo, decidió que éstas suponían su "autoexclusión" de los organismos dirigentes.Ello llevará probablemente aparejada la designación por el comité central de un nuevo portavoz comunista en el Congreso de los Diputados, cargo para el que anoche se pensaba en el parlamentario sevillano Fernando Pérez Royo. Igualmente, la autoexclusión de los carrillistas en los comités ejecutivo y central supondrá que no serán convocados a nuevas reuniones de ambos organismos directivos del partido. En cualquier caso, ningún carrillista estuvo ayer presente -pese a haber sido formalmente avisados- en los encuentros de urgencia del ejecutivo y del central.

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Las sanciones adoptadas contra Carrillo supondrían probablemente la pérdida de algunos servicios, como el disfrute de un automóvil y conductor del partido. Sin embargo, a la hora de cerrar esta crónica, aún no se había formalizado una decisión del comité central, reunido a puerta cerrada en la sede del PCE.

Durante su conferencia de prensa, gota que colmó el vaso de la paciencia de la dirección del PCE, Carrillo se mostró socarrón y cortante cuando un periodista quiso saber si la plataforma de unidad comunista ayer acuñada, significaría la elaboración de listas electorales paralelas. Más tarde, cuando otro periodista le repitió la misma pregunta, el ex secretario general del PCE se limitó a salir por la tangente: "Tenemos la esperanza de que los dioses abran los ojos a quien los tienen hoy cerrados", dijo.

También advirtió Carrillo que la minoría del PCE podría llegar hasta el Tribunal Constitucional en su pugna por locales y siglas. Todo indica que ahora se abre una batalla, local por local, militante por militante, cuyos niveles resultan, por el momento, difíciles de determinar. Lo mismo que se iniciará sin duda una batalla subterránea para determinar quién cuenta con mayores apoyos internacionales: a este respecto puede tener una importancia decisiva la visita que realizará a la URSS a finales de mayo una delegación del PCE, tal vez encabeza da por Gerardo Iglesias.

Estrategias confusas

Ni que decir tiene que el partido sale escindido de hecho, aunque tal vez no aún jurídicamente, de esta conferencia nacional que hoy concluye. Las próximas semanas serán escenario del enfrentamiento de dos estrategias preelectorales distintas por parte de dos grupos que se reclaman pertenecientes al PCE. Será, transitoriamente, una situación semejante a la que ahora vive el PC finlandés, donde coexisten, bajo las mismas siglas, dos partidos radicalmente diferentes. Sin embargo, nadie piensa que tal estado de cosas en el partido comunista español pueda durar muchos meses, cuando el país se halla ante unos procesos electorales que pueden significar la liquidación formal del PCE.

Tampoco resulta muy claro en qué consistirán ambas estrategias enfrentadas. A la propuesta de convergencia con otras fuerzas de izquierda, lanzada por el secretariado que encabeza Iglesias, y entusiásticamente aceptada por los asistentes a esta conferencia nacional, los carrillistas opusieron otra idea de convergencia, apresuradamente bautizada como plataforma de unidad comunista. Pero, al margen de los tentáculos que se puedan lanzar hacia los disidentes prosoviéticos de Ignacio Gallego -que difícilmente recogerán un guante que ha estado precedido de insultos y descalificaciones dirigidos contra ellos-, no es fácil adivinar quién compondría tal plataforma. Como, por el otro lado, tampoco será fácil que la idea de la convergencia de izquierdas encuentre demasiados partidarios entre otras fuerzas y colectivos.

La impresión más generalizada entre los observadores que han seguido los últimos avatares del Partido Comunista de España es que ambas propuestas -más elaborada la de los gerardistas; más precipitada e improvisada la de la minoría- significan una huida hacia adelante.

Los personalismos, recelos y errores tácticos del pasado se configuran así como las razones más profundas de lo que ahora ha ocurrido.

Esta impresión se refuerza cuando se comprueba que el propio Santiago Carrillo, siendo secretario general, propuso semipúblicamente una iniciativa muy semejante a la de la actual convergencia lanzada por el vicesecretario general Nicolás Sartorius y luego recogida por el resto del secretariado y en primer lugar por Gerardo Iglesias.

Llegados a este punto del conflicto, todo apunta a que Santiago Carrillo se configura como el gran perdedor: la mayoría del comité central cuenta con la legalidad de las siglas, con los poderes notariales para hacerse cargo del patrimonio y con el apoyo de una parte significativa de la prensa.

Tampoco parece rigurosamente exacto, contra lo que ayer afirmó Carrillo en su conferencia de prensa, que la minoría cuente actualmente con un total de más de 28.000 seguidores. Entre otras cosas, porque resulta casi imposible saber cuánto es el total de afiliados del PCE que han permanecido fieles a la militancia, en uno u otro bando, tras el cisma desencadenado en los últimos meses y prácticamente consumado ahora.

Habrá que aguardar a la celebración, en los próximos dos meses, de las conferencias extraordinarias de Madrid y Valencia para averiguar en cuánto ha quedado esta militancia.

Frente en Andalucía

En otro orden de cosas, será necesario esperar a la celebración de las elecciones autonómicas andaluzas para comprobar si la experiencia piloto de la convergencia de izquierda, encabezada en este caso por el alcalde de Córdoba, Julio Anguita, muestra que el camino emprendido por la mayoría es el acertado.

Pero la batalla andaluza no ha hecho más que empezar: esta misma semana se reunieron en la localidad de Aguadulce (Sevilla) representantes del prosoviético PC de Ignacio Gallego, del Frente Leninista, dirigido por Juan Antonio Romero, del Movimiento Comunista de Andalucía y de la Candidatura de Unidad de los Trabajadores (CUT).

Allí se decidió la creación de un frente andaluz de liberación popular (FALP), con connotaciones claramente electoralistas.

El FALP, según sus creadores, contará con su propia bandera (semejante a la de los sandinistas nicaragüenses) y en su programa se predica, entre otras cuestiones, la creación de un ministerio andaluz de justicia popular, de un ejército regional de liberación popular y de una moneda andaluza.

Por más esotérico que pueda parecer, lo cierto es que medios gerardistas del PCE admiten que los partidos incluidos en este frente pueden arrastrar "un cierto voto de la izquierda" que resultaría muy perjudicial para las posibilidades de Julio Anguita, quien hoy es la gran esperanza para el inicio de la recuperación del Partido Comunista de España.

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