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Una política europea común sobre el eje París-Bonn

Soledad Gallego-Díaz

Desde su llegada al Elíseo, en 1981, François Mitterrand ha pretendido estrechar las relaciones con la República Federal de Alemania y reforzar el eje París-Bonn como pivote sobre el que gire toda la política comunitaria. El presidente francés sueña con una etapa como la que protagonizaron después de la segunda guerra mundial el general Charles de Gaulle y el canciller Konrad Adenauer, pero tropieza con muchos más inconvenientes. Primero, la crisis económica que sacude a todos los países europeos, Francia incluida, y segundo, la personalidad. de Helmut Kohl, hombre poco propicio a iniciativas personales espectaculares.Entre octubre de 1984 y junio de este año François Mitterrand y Helmut Kohl se habrán encontrado y entrevistado 11 veces, contando la próxima cumbre de países industrializados, en mayo, y el Consejo Europeo de Milán, al empezar el verano. Un auténtico récord que demuestra el extraordinario interés que concede Francia a sus relaciones con la RFA.

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El presidente francés no ha explicado todavía cuáles son sus planes para Europa, pero se ha esforzado en rodearles de una gran expectación. Se trata, ha dicho, "de forzar de nuevo el destino de Europa" y de "presentar una iniciativa sorprendente para reformar las instituciones comunitarias". Suficiente para que todo el mundo se lanzara a elaborar diferentes hipótesis. Pese a la personalidad distinta de Mitterrand y de Kohl, sus próximos aseguran que existe un real afecto mutuo y que el entendimiento es más fácil de lo que podría creerse.

El presidente francés intenta siempre evitar los problemas puntuales que enfrentan a los dos países (la siderurgia o los precios agrarios) para que no empañen sus contactos personales con el canciller alemán. Son los ministros, reunidos en salas contiguas, los que discuten acaloradamente de estas cuestiones, mientras que los dos dirigentes se reservan para intercambiar opiniones sobre la reconstrucción de Europa.

Unión política

Mitterrand da vueltas desde hace meses a dos ideas: convencer a la RFA para un relanzamiento conjunto de la economía de la CEE y dar los primeros pasos efectivos para una mayor unión política de los países comunitarios, la famosa cohesión de Europa. Su colega alemán se ha limitado a poner mala cara al primer proyecto y a dar buenas palabras para el segundo.

La RFA, con una inflación próxima al 2% y un déficit presupuestario mínimo, no muestra ningún interés en modificar su actual política económica. Francia, con datos mucho menos propicios y la perspectiva de una dura campaña electoral en la que todo se va a jugar con el índice de desempleo en la mano, desea ardientemente el relanzamiento, pero sabe, por experiencia, que no puede hacer nada si Bonn no marca también el paso.

A falta de progresos en el campo económico, François Mitterrand querría que Helmut Kohl diera su apoyo efectivo a alguna iniciativa espectacular de índole política. El presidente francés, artífice del acuerdo que puso fin a la guerra británica, ha demostrado su capacidad como arquitecto, pero hasta hoy sólo ha conseguido desescombrar el solar. Ahora hay que poner los cimientos (un nuevo tratado o un referéndum de alcance europeo) y para eso hace falta contratar una buena empresa constructora: la RFA.

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