Sugerencia y descripción

La Sexta sinfonía, de Mahler -como otras obras de parecida duración y densidad-, basta y sobra para llenar un programa. Me parece innecesario el acompañamiento de ninguna otra partitura, ni siquiera tratándose de Mozart y de su Concierto en re menor. Bien es verdad que Cristina Ortiz es pianista que interesa por la calidad y nitidez de su juego, capaz de llegar por vía de una estilizada pero real expresividad.Tenía el director granadino su piezafuerte en la Sexta, de Gustav Mahler, acaso la menos programada de sus sinfonías. No es cosa de entrar a ver si ésta es más bella que otras sinfonías de su autor, pero una cosa es cierta: la Sexta constituye una creación distinta, si bien muy conectada con la Quinta y la Séptima, suficientemente diferenciada. La conciliación del hombre solitario en medio de la naturaleza -levemente sugerida por rasgos figurativos evocadores- con la más exacerbada dilatación dramática aparece iluminada por ciertos toques del gusto vienés secesionista.

Miguel Ángel Gómez-Martínez procuró poner claridad en todo y evidenciar la fuerza que hace del gran fresco mahleriano una creación unitaria en la que hasta los más llamativos contrastes están cosidos internamente por un verdadero sistema de referencias de todo orden. Por otra parte, la intención del joven director parece inclinarse ante partituras sobre las que no cesa la tormenta literaria, por soluciones estrictamente musicales. Decir que los resultados fueron perfectos sería exagerar, pero, lo importante es acertar con la actitud y la dirección. El hecho de que la Sexta se toque muy de tarde en tarde dificulta el terminado de la versión.