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El miedo del clero a las sacerdotisas

La ordenación sacerdotal de mujeres amenaza la unidad de la Iglesia anglicana

El sínodo general de la Iglesia anglicana (65 millones de seguidores dentro y fuera de las islas Británicas) aprobó en una histórica sesión del pasado mes de noviembre la ordenación sacerdotal de las mujeres. Pero la Iglesia está dividida y amenaza cisma, a pesar de que en la cúspide de la misma figure como máxima autoridad temporal la reina de Inglaterra. Los anglocatólicos más integristas presagian lo peor: una masiva deserción del clero llano a las filas de Roma y una merma de fieles similar, si no más grave, a la registrada en la Iglesia episcopal norteamericana.

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Para el reverendo Ronald Bowlby, obispo anglicano de la diócesis de Southwark (Londres), de 58 años, casado y con cinco hijos, "la más fuerte oposición del clero británico a la ordenación sacerdotal de las mujeres viene de los homosexuales, sean o no activos".Según este prelado, defensor a ultranza de la igualdad eclesiástica de hombres y mujeres, "son los celos y la rivalidad profesional lo que hace que ese sector del clero anglicano tema el acceso de las mujeres al ministerio sacerdotal y su consiguiente ascenso jerárquico".

No obstante, en las declaraciones del obispo a este periódico, el reverendo Bowlby ha querido advertir que no deben realzarse esas "motivaciones ocultas" sin presentar al mismo tiempo otros aspectos de la controvertida cuestión: "La Iglesia se considera eterna, y algo que en sí mismo se considera sin límite en el tiempo ignora las prisas y adopta posiciones de acentuado conservadurismo", ha añadido.

La llamada High Church (Iglesia alta) es, dentro de la Church of England (Iglesia anglicana), la ramificación más pomposa y próxima a la católica romana. Pero ello no significa que, a pesar de su apego por los ropajes, las mitras y los báculos, esta ramificación ignore los cambios impulsados por los progresistas desde el mismo interior. El papel de la mujer en las llamadas sociedades posindustriales es cada día más importante.

Pero persiste el tabú, especialmente en sectores proclives a su cultivo sistemático, como es el religioso. Y este tabú no es fácil de superar. "Un sentimiento misógino, de aversión a la mujer, late en el fondo de la polémica. Y los tradicionalistas, que se ven acorralados, alegan el reparto defunciones dentro de la Iglesia, como si la Iglesia fuera el hogar, y el marido se asignara la oficina, mientras a la mujer se la relega en la cocina", afirma el obispo Bowlby.

Es curioso comprobar que en el Reino Unido esta oposición no parte del episcopado, sino que parte masivamente del clero. Como si el miedo a la competencia no alcanzara a obispos, arzobispos y altas jerarquías, porque ya se han situado adecuadamente. Parte del párroco, del capellán, del cura de pueblo, que alberga esperanzas de subir en el escalafón y, por eso mismo, no quiere más complicaciones desde la base.

En el sínodo general (noviembre de 1984), celebrado en Londres, quedó claro un punto: "Mayoría del clero anglicano", dice el obispo de Southwark, "está casado (80% aproximadamente) y no quiere ver a la mujer en el altar, como protagonista de la ceremonia; quiere verla, a lo sumo, auxiliándole como diácono, que es la categoría aceptada hoy para las rnujeres".

Y este mismo prelado estima que la labor que la mujer puede realizar dentro de la Iglesia es y será decisiva en tiempos ole decadencia religiosa: "Pueden confesar mejor que un hombre a otra mujer; pueden dar la comunión y ayudar a morir como una madre da alimento al hijo y le ayuda en, los momentos cruciales de la vida; pueden llevar la oración en las iglesias con encanto femenino, con más arte, con dulzura".

Argumentos prácticos

Otros no lo creen así. Otros apelan a la teología y refutan argumentos prácticos invocando disposiciones divinas. Dios no eligió a ningún apóstol hembra. El Espíritu Santo no ha dispuesto que la mujer ocupe rangos reservados al varón. Y la voz del Papa es útil a los anglicanos integristas, que anhelan la reunificación por el lado de la inmovilidad.Habla ahora el reverendo Peter Geldard, de 40 años, también casado y secretario de la diócesis de Canterbury en el sínodo general: "Por dos veces el Papa actual se ha negado enérgicamente a aceptar el sacerdocio femenino, y ha dicho que ese sacerdocio perjudicaría permanentemente a la Iglesia, dividiéndola hasta extremos de cisma".

¿Y quién desea un cisma encima de tanta crisis y polémicas? No lo desean, desde luego, estos anglicanos agrupados en una potentísima asociación denominada la Church Union, y que en muchos aspectos recuerda a los sindicatos. Estos clérigos son terminantes: "La razón principal de negarnos a que la mujer sea ordenada es que tal ordenación arrastraría a la Iglesia, en un momento tan delicado, al enfirentamiento y finalmente al cisma".

Van a luchar para impedirlo, aunque el reciente sínodo general de la Iglesia anglicana votó por mayoría simple en favor de la ordenación de las mujeres. "En el próximo sínodo, previsto para 1988" agrega el reverendo Geldard, "se votará otra vez y se requerirán dos tercios de cada una de las tres houses, compuestas por episcopado, clero y laicos. Y ganaremos nosotros, como ya ganamos cuando querían los progresistas aceptar el matrimonio entre divorciados, y nosotros lo rechazamos victoriosamente".

Irse con Roma

Estos clérigos se pasarían al catolicismo si su triunfo se convirtiera en fracaso. Así lo afirma el portavoz: "Por supuesto que lo haríamos. Por supuesto que antes que seguir en una Iglesia con mujeres ordenadas abandonaríamos esta Iglesia para ingresar en la católica. Con la humillación que eso representa, porque somos conscientes de que Roma tendría que ordenarnos a nosotros, ya que no reconoce que seamos sacerdotes, aunque lo somos en cuerpo y alma".A la mujer le permiten impartir el sacramento del bautismo y dirigir funerales. Pero le está vedado celebrar bodas y dar la comunión. "Hay resistencia en la feligresía una resistencia inicial", según la diácono. Jane Sinclair. "Por razones de tipo psicológico, me ven subir al altar y tal vez piensen que soy la señora de la limpieza y que lo que yo hago no vale".

Para promocionar contra reloj la ordenación de mujeres ya existe un organismo, denominado The Movement for the Ordination of Women. Y en sus folletos publicitarios y en sus campañas sistemáticas resalta que "esta cuestión es la más urgente que tiene planteada la Iglesia, actual, y afecta a la totalidad del ministerio eclesiástico, a la nación y al mundo entero". Apoya sus postulados, más que en conceptos estrictamente feministas, que apenas cuentan, en fundamentos teológicos y en razonamientos de elemental sociología. Y en la actualidad, junto con otro movimiento, llamado Catholic Women Network (cuyo papel es promover el entendimiento de la función de la mujer en la Iglesia católica), posee prestigio y elevado número de seguidores.

Igualdad de oportunidades

Creen todas ellas que la mujer, si llega a la cúspide de la Iglesia -una mujer papa, por ejemplo-, "humanizará la Iglesia, haciendo perder al clero el almidón, el machismo y el pomposo protocolo de la jerarquía", en palabras de una afiliada.No consideran al Papa más que un excelente líder con carisma excepcional, "ciego en cuestiones como el aborto, el divorcio y, naturalmente, la ordenación de las mujeres".

Las mujeres quieren igualdad de oportunidades. Exigen esa igualdad porque no se consideran -y las católicas en Estados Unidos han sido terminantes- creyentes de segunda clase. Junto a esa igualdad, aspiran a similares salarios: "Un cura anglicano gana 6.800 libras esterlinas al año, con casa pagada y gastos aparte" dice la diácono Sinclair, "mientras que el diácono se lleva 1.000 libras menos y tiene un trabajo y responsabilidades parecidas". Un obispo recibe más, al año recibe 12.000 libras (2.400.000, pesetas), con derecho a residencia episcopal y anillo de oro.

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