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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

España-URSS, del recelo a la normalización

DESDE SU inicio, hace ocho años, las relaciones diplomáticas hispano-soviéticas han estado marcadas por ciertos niveles de recelo, debido sobre todo a causas históricas. Al llegar ahora, en su segundo viaje oficial a Madrid, el ministro Gromiko, tanto el Gobierno socialista como la oposición conservadora apoyan la permanencia de España en la Alianza Atlántica; aunque pueda parecer contradictorio, ese hecho constituye una base para la normalización de las relaciones. En realidad, ya en el curso del viaje del Rey a la URSS, en el mes de mayo pasado, y de sus encuentros con el presidente Chernenko, el discurso de éste en la cena de gala en el Kremlin dejó muy claro que la URSS había asumido ya la pertenencia de España al Tratado de Washington y que, en cambio, consideraba particularmente interesante la actitud española contraria a la instalación de armas nucleares en su territorio.En su primer viaje oficial a Madrid, hace más de cinco años, cuando Unión de Centro Democrático ejercía el poder, Gromiko expresó principalmente el deseo de que España prosiguiese su "línea de política exterior independiente"; ahora se ha limitado a sugerir que la presencia de España en la Alianza Atlántica, y sus relaciones con Estados Unidos, no deben de entorpecer el desarrollo de las relaciones hispano-soviéticas, ya que éstas no dañan a "terceros países". El ministro soviético de Relaciones Exteriores ha llegado a Madrid después de una visita a Roma; todo indica que su interés principal, en vísperas del inicio de las negociaciones de Ginebra entre la URSS y EE UU, es conocer el grado de cohesión que existe en las cuestiones nucleares y, sobre todo, en lo referente a la militarización del espacio, en el seno de la OTAN, y estimular en lo posible, en Occidente, actitudes críticas o contrarias, sobre todo con respecto al empeño de Washington de proseguir sus planes de guerra de las galaxias. En ese orden, los deseos del actual Gobierno español de realizar una política exterior diferenciada de las de los demás miembros de la OTAN le llevan, no sólo a mirar con especial sensibilidad la actitud de la Administración Reagan con respecto a Nicaragua, sino a tratar de buscar un status a medida dentro de la Alianza Atlántica.

Hay que considerar como parte de esta política exterior específica la voluntad de mantener también un diálogo diferente con la URSS. España está al margen de la doble decisión de la OTAN de 1979, que dio lugar a la implantación de los euromisiles estadounidenses. Sobre la guerra de las galaxias -la próxima batalla diplomática en las relaciones Este-Oeste-, España mantiene, asimismo, sus distancias; si bien el Gobierno no aparenta darse prisa y sigue estudiando este asunto antes de pronunciarse definitivamente, según declaraba el jueves el ministro español de Asuntos Exteriores, Fernando Morán. Al margen de las críticas que merecen determinados aspectos de la política soviética, como la ocupación de Afganistán, no cabe olvidar que la URSS es una de las dos mayores potencias del mundo, cuya influencia. en las principales cuestiones internacionales es una realidad objetiva, con la que es imprescindible contar. De ahí que el diálogo con Moscú sea obligado, y más aún, en la medida en que España pretenda tomar sus propias distancias con buena parte de la política de sus aliados atlánticos, y en concreto, la parte, precisamente, que lleva a la alocada carrera armamentista.

El viaje de Andrei Groiniko, aparte de un intercambio de opiniones sobre grandes cuestiones políticas, permite, sin duda, abordar cuestiones bilaterales. En la URSS queda un importante girón de la guerra civil: los 1.100 antiguos niños, que en su mayoría no pueden regresar por falta de recursos económicos. Su regreso es urgente, si se quiere que vuelvan vivos; se trata de superar obstáculos burocráticos, que hasta ahora han impedido una solución humana y sensata. Hay otra serie de cuestiones parciales en las que los soviéticos siguen insistiendo durante los últimos años: crear consulados en Andalucía, Canarias, Cataluña y País Vasco; hacer intercambios de agregados militares con España, y aumentar el personal soviético que da servicio a la flota pesquera que se abastece en el archipiélago canario. En términos generales, no parecen haber cambiado las circunstancias que dieron lugar, a lo largo de los últimos años, a las respuestas negativas españolas a estos requerimientos soviéticos. Sin embargo, no es imposible lograr entendimientos sobre puntos concretos: como el intercambio de un agregado militar, lo cual existe ya con otros países con Gobiernos comunistas, o la apertura de un consulado en Barcelona. Posibles concesiones españolas en estos terrenos podrían facilitar que el incremento del comercio entre los dos países, conveniente para ambos, se realice en unas condiciones que disminuyan el déficit de una balanza crónícamente desfavorable para España.

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