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Reportaje:

El traslado de la Dirección de la Polícia a un albergue obliga a desalojar a 125 mendigos

El antiguo colegio del Sagrado Corazón, en la avenida de Pío XII, que el Ayuntamiento cederá en breve al Ministerio del Interior para instalar en él la Dirección General de la Policía, hoy en la Puerta dell Sol, se encuentra ocupado desde hace tres años por un albergue, el de Santa María de la Paz. En él viven 125 mendigos, muchos de ellos alcohólicos, quienes esperan que se les realoje, al tiempo que desde diversos sectores se les exige que abandonen el edificio.

Todos saben que los mendigos debían abandonar el antiguo colegio de monjas del Sagrado Corazón en el momento en que terminara el papeleo del polígono 7 de Chamartín, pero los trámites han durado más de lo previsto y los 12 mendigos recogidos en 1981 se han convertido en 125.La historia de este centro, colegio de niñas hasta 1980, comenzó, cuando, como consecuencia del convenio urbanístico del polígono 7 de Chamartín, se llegó a un acuerdo entre la Junta de Compensación y el Ayuntamiento por el que se cedía a éste el colegio y sus terrenos. Aunque el acuerdo de cesion indicaba que la entrega del edificio se haría sin gravámenes ni cargas, el Ayuntamiento fue informado de que las monjas habían permitido la instalación de un albergue para mendigos necesitados de una residencia fija.

"Veía cómo estas personas se quedaban en la calle porque no cabían en los albergues, o tenían que abandonar éstos cada 10 o 15 días", dice Antonio Zarzosa, hermano de la orden de San Juan de Dios y director del albergue.

Zarzosa quiso hacer un albergue diferente, y al enterarse de que el colegio del Sagrado Corazón, de grandes dimensiones, estaba vacío, pidió permiso para ocupar un ala. Sabía que el Ayuntamiento pensaba poner allí la Academia de Policía Municipal y la Delegación Municipal de Seguridad pero eso no le impidió montar talleres de confección de pinzas de madera, cogedores, fregonas, juguetes y cartones para cajas.

Pronto empezaron a llegar personas a quienes sólo se exigía el carné de identidad, hasta que el centro contó con 125 internos con edades comprendidas entre los 42 y los 80 aflos que viven en habitaciones de ocho o doce camas.

De ellos, unos 50 trabajan voluntariarnente en los talleres y lo que sacan, unas 1.000 pesetas semanales por persona, se les entrega. Otros 20 trabajan en la cocina y en el centro, y el resto aporta lo que consigue pidiendo en las parroquias o en la calle. Eso sin contar con la subvención de 100 pesetas diarias que entrega por persona el Ministerio de Trabajo y las limosnas que Zarzosa obtiene.

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Gastos elevados

"Una vez por semana voy a Mercamadrid y allí me dan pescado y verduras para todos. Tanto el pescado como la verdura son limpiados por los internos de forma rotatoria. No es merluza, pero es pescado fresco. Si, por lo que sea, me dicen que está mal el mercado, me cobran una cantidad. simbólica", dice Zarzosa, quien cada mediodía manda a algún interno al hipermercado Jumbo, situado en las proximidades, "para recoger la fruta que retiran y nos regalan, pues, aunque está buena, no tiene buena cara".Se ha llegado así a contar con un centro que tiene un presupuesto anual de gastos de 28 millones de pesetas. Allí, además de Zarzosa, trabaja un capellán, una asistenta social, un psicólogo, cuatro cuidadores, cuatro monjas y un oficinista, que es un técnico electrónico parado.

Aunque no se han hecho estudios al respecto, se calcula que la mayor parte de los internos, hombres en su totalidad, corresponde al siguiente tipo: soltero, trabajador hasta los 40 años, parado desde entonces y enfermo de cirrosis, bronquitis o infección pulmonar. En 1984 murieron 12 internos.

Zarzosa no está al tanto de que los planes municipales se han cambiado y que el edificio va a ser la sede de la Dirección General de Policía. Ante la inmediatez de la cesión, la Gerencia Municipal de Urbanismo exigió que el edificio fuera, desocupado.

"No echamos a los mendigos sin una alternativa", manifestó Carmen Cervera, provincial de la Orden del Sagrado Corazón, propietaria del colegio. "No metimos a la gente de mala fe, y aunque sabíamos que no podían estar allí eternamente, la situación creada es un problema de urgencia social", dice la madre Cervera.

"Nosotros no queremos echar a nadie, pero necesitamos ese edificio. Llegamos incluso a ofrecer a las monjas que construyeran un albergue en otros terrenos que ellas tienen en el mismo polígono, pero no se aceptó", dijo Jesús Espelosín, concejal de Urbanismo e Infraestructuras Básicas.

"En esta buena disposición para tratar de arreglar el problema hemos dicho que permitiríamos incluso construir en una zona rústica que hay junto al colegio de los dominicos de Alcobendas, con quienes parece que se mantienen conversaciones", dijo Espelosín.

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