El violonchelista Maiski, el director Inbal y la orquesta de Israel
Orquesta Filarmónica de Israel.Director: Eliahu Inbal. Solista: Mischa Maiski. Obras de Ben-Haim, Brahms y Dvorak.
Teatro Real. Madrid, 4 de febrero.
La Filarmónica de Israel es una orquesta de gran calidad cuyo sonido debe tanto a las escuelas germano-bohemias como a las mediterráneas. Sus cuerdas son brillantes, afinan con exactitud, ligan con largueza y animan su discurso con un vibrato corto que es lo que nos recuerda a los arcos praguenses.
Sostenidas por unas maderas de parecida categoría, sólo en el caso de algunos metales se advierte cierta diferencia cualitativa. Espíritu ágil, respuesta rápida y gusto por el expresivismo sentimental quedaron altamente demostrados en su concierto de presentación dentro del ciclo Año Europeo de la Música que organizan Ibermúsica, el Ministerio de Cultura y el Ayuntamiento de Madrid.
Por retraso del avión que transportaba el instrumental no fue posible ensayar el Concierto de Dvorak, pero la categoría del violonchelista Mischa Maiski y la experiencia del maestro Inbal, unidas a la flexibilidad y dominio de los profesores israelíes, superaron el obstáculo para darnos una versión bellísima de los líricos pentagramas de Dvorak.
Maiski, nacido en Riga hace 37 años, se formó como Rostropovitch y Piatigorsky. En 1966, en Moscú, consiguió el Premio Chaikovski, y en 1973, convertido ya en ciudadano de Israel, ganó el Premio Gaspar Cassado, de Florencia.
A partir de este momento, la carrera de Maiski sigue un ritmo fulgurante al que se hace acreedor por la infinita hermosura de su sonido, la densa expresividad, las exposiciones plenas de serenidad, la amplitud de respiración y la puntualidad de los acentos.Lectura transparente
La Segunda sinfonía de Brahms tuvo en manos de Eliahu Inbal y la formación israelí una lectura clarificada, sensible y transparente. Aunque muy expresiva, la obra nos llegó liberada del exceso de sonidos graves y tintes brumosos que suelen adjudicársele como valor añadido.
Muy directo y enraizado en la tradición de la música popular y litúrgica de Israel, el Salmo de BenHaini no es sino de los tiempos de la Primera sinfonía, opus 25, toda ella impulsada por un frío romanticismo sincero y trabajado con artesanía responsable. Paul BenHaim, nacido en Múnich, en donde fue discípulo, entre otros, de Bruno Walter y Hans Knapertbusch, se instaló en Israel el año 1933 y, tras enseñar en el conservatorio de Tel Aviv, murió el 14 de enero de 1984, a los 86 años.
En el Salmo, la larga melodía expuesta unizonalmente evoluciona hacia una mayor complejidad armónica y tímbrica para replegarse al fin en el tono inicial, litúrgicamente salmódico.
El solista Maiski, la Filarmónica de Israel y el director Inbal obtuvieron la acogida calurosa que merecieron.
Babelia
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