_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El 'abertzalismo' ¿es un humanismo?

¿De qué va la cosa? ¿Abertzalismo? ¿Con qué se come eso? Los compañeros euskaldunes me dirán en seguida que esta palabra, en efecto, no existe. Abertzaletasuna habría que decir. Cierto, cierto. Pero, en cualquier caso, ¿qué otra cosa es que patriotismo? Porque, a ver, ¿de dónde viene la palabra que ahora tanto se usa de una forma o de otra ("la izquierda abertzale", etcétera)? La palabra viene de aberri: patria; pero ya esta palabra es un neologismo que se debe a la imaginación lingüística de Sabino Arana Goiri, el fundador, nunca olvidado, del Partido Nacionalista Vasco. ¿Y cómo se produjo esta palabra? Pues con un prefijo -ava- más o menos hebreo que quiere decir padre. ¿Es así? Que Sabino Arana nos lo diga, pero parece que así es: aba-herri, pueblo-padre, patria. Aberri, patria. (Aberri eguna, el día de la patria). De aquí a abertzale hay poco que explicar: tan sólo el sufijo zale, que comporta algo así como afición; y ya está establecida la etimología, con ello, de la tan debatida y apaleada palabra abertzale: aficionado a su patria o patriota, como se suele decir en español. Aberri-tzale daría, por una contracción, abertzale, y pare usted de contar. En suma, un abertzale es un patriota, y punto.Y entonces: el abertzalismo, ¿es un humanismo? Ahí queríamos llegar después de nuestro excurso lingüístico, bastante precario pero suficiente a los efectos de este articulillo. El problema que yo deseo plantear es precisamente éste: el de las posibles relaciones entre el patriotismo y el humanismo, y lo hago con un título que recordará otro ya clásico: el del opúsculo de Jean-Paul Sartre en el que se interrogó sobre si el existencialismo era (o es) un humanismo. En realidad, el triángulo teórico fuerte lo componen, para mí en esta ocasión, los vértices patriotismo / humanismo / revolución. Es un triángulo que despide chispas interactivas a poco que se carguen las pilas de la observación, en la siguiente forma: el patriotismo despide rayos antihumanísticos y contrarrevolucionarios. (El humanismo sería cosmopolita y la revolución internacional: los obreros no tiene patria, etcétera). El humanismo se opone a la estrechez de las patrias y a la lucha de clases. La teoría revolucionaria aparece antihumanística (Althusser) y antipatriótica (Rosa Luxemburgo no tenía en cuenta que era polaca). Cierto que además de Althusser hay John Lewis, por ejemplo. Cierto que además de Rosa Luxemburgo hay Lenin para recordarle que ella era polaca. Cierto que además del nacionalismo burgués hay, por ejemplo, Herri Batasuna. El triángulo teórico adquiere así una compleja incandescencia.

El humanismo tiene ciertamente muchos valedores, unos de buena y otros de mala fe, en nuestro tiempo; pero por estos territorios en que habitamos, que se suelen cubrir con la noción de occidente y otras más o menos ambiguas que ésta, el humanismo suele ser motejado de occidental y de cristiano, sobre todo, desde Jaspers a Óscar Alzaga (digo este nombre porque acabo de oírlo con referencia a un partido del que él parece ser que es el líder: discúlpese mi ignorancia sobre los entrebastidores y batiburrillos de la política española, que me parece, en su conjunto, como una especie de ministerio de propaganda contra la democracia y, en consecuencia, una sin duda involuntaria e indirecta

Pasa a la página 12

El 'abertzalismo'¿es un humanismo?

Viene de la página 11apología del fascismo, hasta el punto de que uno piensa que si, como consecuencia de esta democracia, no asistimos a una resurrección del fascismo, mucho milagro será). Hablando en serio, dejemos a este señor Alzaga con su "humanismo de inspiración cristiana" -y dejemos con él a la democracia cristiana europea, que ya es dejar, pues constituyen un gran peso... muerto, pero activísimo- para indicar muy someramente a un teórico aceptable del humanismo occidental y cristiano: Jaspers. Para él se trataría de buscar "nuestro camino al humanismo", con lo cual ya dijo algo que no está del todo mal: habría, aunque nada más fuera como desiderátum, un humanismo que no sería un mero hominismo; es decir, algo como un proyecto al cual pudiera accederse por distintas vías, y una de éstas sería la occidental y cristiana. Sin embargo, el mismo Jaspers ya señala como indudablemente antihumanista la vía de un presunto humanismo real marxista. Poco hay que rascar, en verdad, aun en los más aceptables planteamientos, por este lado. Sin duda, en el occidente cristiano la tesis creíble y generalmente creída es la de que el marxismo no es un humanismo. Althusser proclama el marxismo como un antihumanismo teórico, y hace muy bien. Si Heidegger rechaza el humanismo en función de la totalidad del Ser, Althusser lo hace en función de la lucha de clases, y ataca con virulencia la hipótesis de un humanismo real. Interesante es, a este respecto, el libro de V. Keshelava Humanismo real y humanismo ficticio, publicado por la editorial Progreso, de Moscú: uno de esos libros que nuestros progres no leen desde su particular suficiencia, pero que tienen mucha más miga de lo que a veces parece. En cuanto al humanismo, por este área occidental, casi siempre oculta celosamente su carácter de coartada del sistema. El humanismo es el opio del pueblo, por estos pagos: la palabrita invita a no pensar las contradicciones y a recostarse en nociones morales generalizadas.

Muy de tener en cuenta, cuando se trata del pensamiento occidental, es un filósofo al que acabamos de citar y que ya no está muy de moda: Heidegger. Ante nuestra pregunta sobre: el patriotismo como presunto humanismo, observamos que parece permitir dos respuestas: el patriotismo como negación del humanismo (o viceversa) y el patriotismo como afirmación de un verdadero o concreto humanismo (o viceversa: el patriotismo como afirmación de un humanismo verdadero, no abstracto). Pero Heidegger niega ambas instancias... desde nada menos que "el Ser", como decíamos. (Su carta a Jean Beaufret, más conocida como Sobre el humanismo, nos sirve de referencia ahora.) No es que a Heidegger le pareciera el término humanismo como una especie de mero flatus vocis. ¿Por qué? Porque para él estaba bien el intento de determinar... la esencia del hombre, "que deviene historia a su manera". ¡Nada más lejos de un pensamiento como el que suscribimos los abruptos materialistas dialécticos, según el cual la noción de hombre es un producto histórico y de ninguna manera un despliegue en el tiempo de una esencia preexistente o, mejor, presente; en cualquier caso, predeterminada! Con todo ello, leemos en Heidegger con mucho interés su oposición entre nacionalismo y humanitas, a la que correspondería esa otra entre individualismo y colectivismo a-histórico, entendiendo este colectivismo como una forma de subjetividad: la "subjetividad del hombre en su totalidad". Por lo que se refiere al patriotismo (o a la abertzaletasuna), Heidegger está claro en lo suyo: él habla de "la esencia apatridia del hombre", o, si se quiere, del hombre como vecino del ser. Donde el carácter abstracto de su pensamiento (que es algo que no habría que esperar, precisamente, de un pensar existencialista) se evidencia es al considerar el lenguaje como patria, como "morada del hombre", y, sin embargo, hacer abstracción de los lenguajes concretos. Cuando dice el lenguaje, hablando en alemán, ¿de qué habla? Es de suponer que no se refiere al esperanto. ¿Al alemán como habla o morada de quién? ¿Del hombre? Suponemos que no se trata tan sólo del hombre alemán y de lo que oficialmente está considerado como la lengua alemana, pero sólo se nos habla del habla, y, claro, hay tantas hablas, hay tantos lenguajes, que, sin más, parecen indicar la existencia de muchísimas patrias o moradas del hombre. ¡Ay, y cómo el nacionalismo aparece y reaparece una y otra vez, oponiéndose tanto a la metafísica existencial como al humanismo negado desde esa metafísica, en función nada menos que... del Ser en general, en cuyo seno es verdad que el hombre aparece como un ente entre otros, aunque privilegiado en la medida en que es el único que se interroga por estos problemas!

¿Está mal o no que el nacionalismo reaparezca?, es lo que podemos preguntarnos nosotros. ¿Eso que los metafísicos llaman el Ser no será un nombre de lo que los físicos llaman la entropía? ¿La sopa indiferenciada en la que las particularidades aparecen, a lo más, como tropiezos? ¿Habrá que luchar contra las fronteras para despertar un día bebiendo coca-cola? ¿O habrá que manifestarse fuertemente por las diferencias en una batalla perdida... contra la muerte? ¿Perdida, o será posible hacer algo contra esa muerte entrópica? Islote de entropía negativa, dicen que es lo más que podemos hacer, y eso con cuántos esfuerzos. Lo más fácil es, desde luego, recostarse en el humanismo, en la entropía; después de todo, quienes van a encontrarse viviendo en una sopa serán nuestros nietos, y allá ellos en su sopa entrópica.

Oigo ahora por la radio a un grupo musical muy progresista que grita "contra la porquería". ¿A qué porquería se refiere La Polla Récord, que así se llama el grupo? "Un patriota, un idiota", gritan una y otra vez; y yo me pregunto si no estarán bastante equivocados; y también me digo que el abertzalismo de izquierda no es, en efecto, un humanismo, al menos según la noción de humanismo que por aquí disfrutamos. Una noción que justifica proposiciones como la que voy a decir a continuación: el aberizalismo (de izquierda) no es un humanismo ni falta que le hace.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_