Multimedia
El poemario está listo. Después de muchas discusiones deciden que serán 1.250 ejemplares, de los cuales el autor deberá pagar la mitad. Ahora viene lo verdaderamente difícil. Buscar un buen local de copas para la presentación del Ebro, escribir la solapa del poemario -un folio de prosa bastante más sudado que el resto de la escritura-, escoger y fiar a un maestro de ceremonias situado en lo más alto del hit parade intelectual, redactar y diseñar las invitaciones, establecer la lista definitiva de los elegidos -a los media habrá que darles además un toque telefónico, y muy especialmente a la tele-, y, claro, las entrevistas de radio, las críticas de encargo para los suplementos, el envío de los paquetes postales al círculo de direcciones imprescindibles, las dedicatorias ingeniosas, el pastoreo de la gran noche, el alka-seltzser del día después, la factura del pub. Con un poco de pericia en el arte de las relaciones públicas, y si Felipe Mellizo, Manolo Ferreras y compañía responden, se calcula que el poemario habrá tenido una audiencia multimediática de ocho millones o diez millones de posibles lectores. No está nada mal para los 625 ejemplares puestos a la venta.Después del último visionado acuerdan emitir el programa por la primera cadena en sesión de noche. Eso obliga a mucho. Hay que escribir el press-book, redactar una hermosa sinopsis literaria, hacer un reportaje fotográfico destinado a las revistas de color, convocar a la Prensa, organizar un pase privado y coctelero para escritores y artistas, teclear en el télex, descolgar el teléfono y usar Correos. Todo este frenético paseo por los demás medios se dará por bien empleado si el prograrna que ha visto una docena de millones obtiene media docena de amables líneas en un perdido rincón de la galaxia Gutenberg.
Pero es que la realidad se ha vuelto multimediática. El disco todopoderoso exige vídeo-clips de alta calidad y geniales diseñadores de portada. El cine no consigue colas sin la televisión, el disco y la literatura oral. La moda necesita de la epistemología, de la lírica y de la sintaxis. La filosofía también es asunto de fotogenia, telegenia y relaciones públicas. Y la política, en definitiva, consiste en manipular el mayor número de medios para disimular el menor número de mensajes.
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