Un tránsito difícil

A. C. Uno de los datos que permite analizar las características del suicidio infantil es que se produce un aumento de casos en el tránsito de la infancia a la adolescencia, es decir, a los 12 o 13 años, y este fenómeno se repite al entrar en la vida más adulta, a partir de los 18 años.

"Estos dos momentos coinciden, el primero de ellos", señala Norma Ferro, "con la desidealización de los padres y las dificultades para encontrar otra figura que los reemplace, y el segundo con la entrada en el mundo de las relaciones sociales, cuando el adolescente tiene que adaptarse al mundo de los adultos, bien en el trabajo o bien en la universidad, y actualmente no es mucho lo que se les ofrece por parte de la sociedad, lo que aumenta la angustia por el futuro".

Cuando se conoce algún caso de suicidio se reacciona con sorpresa ante un hecho en apariencia incomprensible, repitiéndose casi siempre que hasta ese momento al suicida se le consideraba un chico normal. '"Lo que ocurre es que existe el niño real y el fantaseado por los padres, y el adolescente perfecto no es real, no puede existir, porque son grandes y pequeños a la vez. En realidad se trata de un extraño al que le pasan cosas que no entiende, pero que para él son tremendas, y no las exterioriza. Funcionan como si no ocurriera nada, y para los adultos pasan inadvertidas".