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Tribuna:La elipse
Tribuna
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15 martes

Por la pederastia hacia el Imperio. Edelweiss. El caso Edelweiss no ha sido suficientemente investigado, no por impericia de nuestros grandes reporteros, sino porque ingentes muros de silencio han avanzado hacia ellos. La ya tópica aleación de pederastia y fascismo ha hecho presa en algunos -bastantes- grandes niños de los grandes colegios. Se trata o trataba de un boy/scoutismo nazisexual que violaba educandos, en las cumbres exentas donde crece el/la edelweiss, flor que ya iluminaba el pelo de los primeros adolescentes fascistas de los años 30, porque lo peor del fascismo, y de toda fanatización, es que confunde lirismo con partidismo. Reconvertir el lirismo del mundo en parábola moral, es lo que hace Cristo o hacen los Evangelistas, delicadamente, y es lo que no podemos perdonarles. Edelweiss contra LODE. Las ventajas y hermosuras de la enseñanza libre -fina ironía- se han trocado en peligro de perversión sexual y fanatización ideológica para los educandos de lujo. El piojo anda suelto por los grandes, colegios. Doña Carmen Alvear debiera pronunciarse sobre el caso. Una enseñanza abierta y democrática, menos elitista y más realista, habría hecho imposible eso. Pero Edelweiss no es sino la exageración culminada de quienes pretenden crear una casta de españoles aparte -o perpetuarla-, hasta alcanzar la perfección cromosomática. El viejo sueño de Hitler, que es un sueño de comic. La LODE/democracia quiere hacer al niño más hombre, no otro hombre, no un superhombre (ahora echan por la tele el nefasto/nefando Supermán). Se trataba, incluso, de integrar a hijos de miembros de la CIA/FBI en el mal rollo. Eddie, fundador de la secta, hacía que los niños se sintieran como muy bien. El fascismo, ahora, quiere empezar por los párvulos.

17 jueves

Ahora que se vuelve a hablar de Rudolf Hess, el preso de Spandau, como la última víctima de la guerra mundial, nosotros hemos tenido en España la última víctima del "Spandau" nacional de las oposiciones, y concretamente de las oposiciones a notarías, esa cárcel con barrotes de prosa alguacil, romana, imperial y napoleónica, esa celda/cuarto de estudio donde muchos españoles han perdido su juventud. Don Fernando de Castro Fernández, ya saben, de 29 años, se ha matado esta semana, de un disparo en la boca, después de atentar criminalmente contra el Tribunal, produciendo algún herido. El sistema de oposiciones ha sido llamado "la otra fiesta nacional", y en la fiesta es frecuente que el toro careto empitone al espada o a un peón. El toro también sale a examinarse, pero a examinarse del reglamento taurino, que él suele ignorar en la misma medida que los opositores ignoran el Derecho napoleónico. Quien se conoce bien los textos es el tribunal examinador y la cuadrilla que hace el paseíllo. De modo que en ambos casos, que vienen a ser casi el mismo en el costumbrismo/casticismo iberico, podemos hablar de "desigual combate" sin incurrir en tópico, por una vez. Nuestro sistema de grandes oposiciones no supone sino un culto a la memoria acrítica, mecánica, y había llegado la hora de renovarlo. La reforma introducida por el malogrado opositor señor Fernando de Castro (tercera y última, convocatoria) puede meterle cierta marcha al tedioso ritual de las bolitas y los temas Desde ahora, que los aspirantes a notarios, y a otras cosas así de importantes, se examinen a tiros Con el tribunal, asimismo, arma do hasta las cláusulas. En pocas palabras, que se transformen los letárgicos ejercicios en duelos a primera sangre. Los niños se suicidan por no sacar los deberes y los adultos por no sacar las oposiciones. Nuestro sistema educacional falla por los dos extremos. El señor Castro Fernández ha conseguido, a su manera y a título póstumo, ser el número uno de su promoción. Con toda mi con dolencia.

18 viernes

Clarín y La Regenta, a los 100 años de la novela, pieza maestra del naturalismo español. Un libro forjado por Jaime Salinas, desde su Dirección General, en colaboración con la Caja de Ahorros de Asturias. Un gran libro sobre un gran libro.

20 domingo

Tamayo, que ya importó, en los 50, la gran comedia de Arthur Miller, Muerte de un viajante, repone ahora la función con López Vázquez. Se trata, en Miller, de un curioso teatro norteamericano de influencia inversa, es decir, inspirado por el cine, con una técnica de acciones casi simultánea, como planos sucesivos, que hubiera encantado a Lope. Miller (era la época de lo social) hacía -ay- teatro social. Denunciaba el acoso del antihéroe quijano de clase media por los rascacielos/molinos del capitalismo. Luego, el capitalismo USA le ha ganado por la mano a Miller: ha construido chalets adosados para todos y los rascacielos se han recluido, como los pieles-rojas, en su reserva, Manhattan, nombre pielroja, como es sabido. Lo que queda hoy de esta comedia, pues, es la prematura denuncia de la puritana familia yanqui, convenientemente putrefaccionada por dentro, como todas las familias, excepto la de don Gonzalo de Borbón/Mercedes Licer. Hoy, en USA, la familia ya casi no existe (ver nuevamente Updike), pero en los 50, plena postguerra mundial, era el modelo neopuritano con piso/piloto en Boston. Es el tipo de familia chico/chica sanos, padres abnegados, que Reagan, como un caudillo, quiere reconstruir para su patria, que es el mundo. Buen momento, sí, para que López Rubio (adaptador) nos recuerde lo de Simenon: "Toda familia esconde un cadáver en el armario".

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