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Tribuna:ANÁLISIS
Tribuna
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Las iglesias europeas, por Ia paz internacional

Los esfuerzos sobre el desarme de las distintas confesiones cristianas europeas, a excepción de la católica, reunidas en la Conference of European Churches, son analizados por el autor del artículo, que recorre las seis diferentes consultas que este organismo ha mantenido desde la Conferencia de Helsinki, en 1975, hasta la más reciente, celebrada en Moscú en 1983.

CEC es la sigla actual para referirse a la Conference of European Churches, que agrupa a 126 confesiones cristianas, a excepción de la católica. En 26 países europeos, al uno y otro lado de los sistemas ideológicos, económicos y militares, pulsa la opinión de las gentes, analiza los problemas y realiza un común esfuerzo en favor de la solidaridad de toda la comunidad humana. El ámbito de esta organización es regional, pero ofrece un espacio ecuménico concreto, quizá el más importante dentro del Consejo Mundial de las Iglesias (CWC). Aunque la Iglesia católica no es miembro de la CEC, se mantiene en estrecho contacto por medio de su propio organismo, el Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas, cuyo secretariado reside en St. Gallen (Suiza).Queremos referirnos especialmente a los estudios y esfuerzos realizados por estas confesiones en favor del desarme dentro de sus propios países. Su distribución a uno y otro lado de las líneas de fuego Este-Oeste y Norte-Sur dan un particular interés a su análisis y proyectos.

Antes del acontecimiento, políticamente novedoso, de la firma del Acta Final de Helsinki (1 de agosto de 1975), la CEC había ya propuesto en la sexta asamblea, celebrada en 1967, que un número significativo de dirigentes políticos europeos se reunieran para tratar el problema de la seguridad, de la convivencia y de la cooperación europeas. Dos meses después de Helsinki, en octubre de 1975, celebra ya la CEC su primera consulta pos-Helsinki, en Buckow (Alemania Oriental), que trata de organizar el apoyo de las iglesias a dicha acta. La segunda consulta tiene lugar en Gallneukirchen (Austria), en marzo de 1977, en la que se examinan las implicaciones del Acta de Helsinki en las relaciones económicas y políticas de Europa con las áreas de desarrollo del Tercer Mundo y su repercusión sobre una ética social cristiana. En 1978, celebrado ya en Be1grado, el encuentro de seguimiento de Helsinki de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE), la CEC celebra en Siofkok su tercera consulta. Se dedicó especial atención al trabajo realizado por la sección especial de la ONU sobre el desarme en el verano de ese mismo año.

A partir de la crisis de Irán y de Afganistán y de su repercusión en las relaciones Este-Oeste, así como de la decisión de la Alianza Atlántica sobre el establecimiento de misiles norteamericanos de alcance medio en Europa, ante el endurecimiento del temporal, con los Juegos Olímpicos de Moscú boicoteados por EE UU, la CEC decide celebrar su cuarta consulta en las cercanías de Madrid (El Escorial), como plaidoyer en favor de la amenazada conferencia (CSCE) que iba a tener lugar en la capital de España.

Metodología y participantes

El mismo nombre de consultas define el método de trabajo. Aparte de los delegados eclesiales, participan hasta un 50%. de expertos de todos los sistemas económicos y de ambos bloques militares, así como representantes de organizaciones no gubernamentales dedicadas a promover la paz internacional.

En la sexta consulta, celebrada en Moscú (del 26 al 31 de mayo de 1983), uno de los expertos, Mrs. Inga Thorsson, subsecretaria de Estado de Suecia, y que entre 1971 y 1981 había presidido el grupo de expertos gubernamentales al que la Asamblea General de la ONU encargó el análisis de la dinámica triangular entre desarme, desarrollo y seguridad, acusaba a las potencias del Norte de haber "avizorado al enemigo". Y ese enemigo no es otro que el problema creciente del Sur: "las crecientes dimensiones de la pobreza, la destrucción del medio ambiente y el resultante malestar económico son, en gran parte, problemas que nosotros mismos nos causamos. El Norte tiene que elegir ante el dilema de proseguir su carrera armamentista o el de promover un orden internacional y político más equitativo y estable". No se pueden hacer ambas cosas a la vez.

Padecemos el simplismo maniqueo de la información occidental, que tiende a convertir a Rusia en el malo absoluto de la película. Y el agravamiento de la situación se realiza en los tres planos que es necesario interrelacionar. A nivel político, las partes implicadas en el conflicto Este-Oeste dejan de atender a la continua revisión y a las decisiones políticas que deberían tomarse urgentemente respecto al conflicto Norte-Sur. Una polarización ideológica que agranda el abismo entre pobres y ricos. A nivel económico, los gastos de la carrera armamentista, la venta de armas y la exportación misma de conflictos de mercados no hacen más que agravar la crisis económica internacional, que golpea a los pueblos del Sur mucho más que a americanos y europeos. A nivel militar, las estrategias de defensa de cada uno de los grandes bloques polariza también a los pueblos del Sur, que no quieren ser dominados por el Norte, pero que por un instinto de simple defensa se ven implícados en el gasto de su propio material bélico.

Desde su perspectiva de país neutral, la Thorsson insistió una y otra vez en "el hecho geopolítico de que la URSS es una parte de Europa, mientras que la otra superpotencia se encuentra al otro lado del océano Atlántico". Este simple hecho divide ideológicamente a los estrategas: para los que consideran a la URSS como potencia agresiva y expansíonista, su localización europea es una ventaja. Para los que participan con los soviéticos de verse amenazados, este europeísmo de la URSS se convierte, por el contrario, en una desventaja. Enél proceso negociador de Ginebra pesará siempre esta diferente apreciación en la manera de definir los diferentes "sistemas estratégicos de armas".

En la consulta de El Escorial (1980), el profesor evangélico dé ética H. Ruh se refirió a 'la confianza como factor fundante de la seguridad en la comunicación interhumana, que tiene que ser incondicionado, inexpreso y, propiamente, inconsciente". Si ahora tenemos que volver a hablar de confianza es porque ha desaparecido o se ha resquebrajado sustancialmente. "Lo dramático de la situación de ahora", añadió, "es que tenemos que entender los últimos lustros como historia de la descomposición de la cultura de confianza, que hasta ahora estaba dotada de una validez preconsciente. No sólo ha desaparecido la confianza; la cultura de la confianza se ha degradado. Y no se puede recomponer con palabras ni con postulados para crear confianza". La praxis que se impone no puede tener ya como condición la reciprocidad. El. esfuerzo por la confianza no puede esperar a la correspondencia; tendrá que iniciarse unilateralemnte, sin esperar a los otros. Se pide a todos que obren así, pero la única manera de pedírlo es obrando así ya el que la pide.

El amor evangélico tiene que significar algo políticamente. Tiene que revisar la imagen que provocamos de nosotros mismos en nuestros adversarios y que está en la base de su temor y de su odio hacia nosotros.

El Sur en el Norte

Si se tiene en cuenta que las 126 iglesias cristianas representadas en la CEC pertenecen a 26 países, del Norte, Sur, Este y Oeste de Europa, se puede comprender la creciente preocupación por dialogar con el islam. Baste decir que sólo en Francia viven dos millones y medio de musulmanes, y que entre el Reino Unido y la República Federal de Alemania pasan del millón. Es imposible hablar de la colaboración de las iglesias europeas sin contar con la participación de las comunidades islamitas que conviven en Europa.

La reanudación de las conversaciones en Ginebra entre la URSS y EE UU supone un gran paso hacia la distensión política y militar. Pero será siempre incapaz de afrontar la complejidad de un nuevo orden internacional que tiene que surgir de la opinión pública y de la información clara y profunda. El mundo no puede seguir en la ingenua imagen de verse convertido en un Far-West, al modo ruso o americano. Hay que romper los dilemas y maniqueísmos diabólicos. Pacifistas y no pacifistas condenan ese statu quo de la polarización actual que el mismo papa Wojtyla acaba de denunciar en, su discurso a los embajadores acreditados ante el Vaticano el pasado día 12. Las conversaciones de Ginebra "no deben condicionar la libre expresión, el margen de maniobra ni las posibilidades de iniciativa de las demás naciones".

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