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La codiciada cigala

De todos los productos de pesca procedentes de Portugal, el más buscado es la cigala. La cigala no se puede importar, porque su compra está prohibida por parte del Gobierno español, a fin de proteger los precios de la escasa pesca de este producto en aguas españolas. Es, según muchas fuentes, un leve elemento de presión con el que el Gobierno español trata de presionar al portugués para que negocie un convenio pesquero. En general, los respectivos jefes de aduana de Ayamonte y Vila Real aprietan o aflojan las medidas con cierta discrecionalidad, racionalizando las órdenes de sus respectivos Gobiernos y acomodándolas a las necesidades de las poblaciones. Con su habilidad y tacto se va saliendo adelante, y cada ciudad se apoya en la otra para su comercio y su supervivencia. Pero con la cigala no hay nada que hacer. No se puede importar.Juan Flores Guzmán se aventuró con su barca en busca de unas cajas de cigalas. Tenía un contacto en Portugal, Antonio da Silva, que le entregaba las cajas. Él ha descrito vívidamente cómo el cabo Nunes, procedente de las colonias, disparó repetidamente contra el infortunado Juan Flores. Antonio da Silva será juzgado el martes por contrabando, y en ambas localidades se espera que acuda el cabo de guardiñas a declarar. Lo mismo en Ayamonte que en Vila Real se estima desproporcionado que Antonio da Silva sea juzgado tan rápidamente mientras el cabo Nunes sigue suelto (en arresto domiciliario según algunos, ni eso según otros, que aseguran haberlo visto por la calle), a la espera de un juicio que llegará por vía de la jurisdicción militar.

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La frontera de Ias barcazas

El respeto por la actividad contrabandista en ambos lados llega al punto de que cuando se captura un alijo y es sacado a subasta, nadie opta a su compra. Se deja que sea el propio contrabandista que ha perdido la mercancía y pagado la correspondiente multa quien la recompre, por la mitad del precio de partida en la subasta, cantidad a la que tiene que descender forzosamente si nadie concurre. Juan Flores hubiera gozado de la oportunidad de recomprar sus cigalas si la guardiña se hubiera limitado a capturarlo, decomisarle la mercancía y multarle. La "acción desproporcionada" del cabo Nunes acabó con su vida. Pero no con las relaciones entre Ayamonte y Vila Real, que siguen como antes. Tras suspenderse unos cuantos viajes de la barcazas, se volvió a abrir rápidamente el tráfico. La aduana de Portugal abrió la mano al paso de carne española, que estaba prohibida desde unas fechas antes en protección de la carne local. Ese gesto ha bastado para recobrar la normalidad. A ambos lados del Guadiana se tiende cada vez más a considerar la muerte de Juan Flores como una desgracia que alteró en su día la pacífica vida fronteriza. Pero hay que seguir viviendo de la frontera, seguir apoyándose en la ciudad gemela.

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