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Entrevista:Las nuevas españolas

Verónica Forqué

Margot Cottens anda de miriñaque, o casi, por los pasillos, Ángel de Andrés anda de parado de los de entonces, que se llamaban cesantes, la madre de las Goyanes hace su papel de ella misma, como siempre, los chicos de canotier ponen ojos bobos y Verónica Forqué y yo, en su camerino del Fígaro, charlamos de madrugada. Verónica va de figurín de "La Ilustración Española y Americana", en tonos crema, con mucha puntillita, mucho fruncido, mucha sonrisa en su boca joven y mucho encaje antiguo por to das partes. "Verónica, mira, verás, o sea, yo te he visto tres veces en mi vida, actuando me refiero. En Tres sombreros de copa, de Mihura, dirigida por José Luis Alonso, eras la putita ingenua y graciosa, y lo hacías adorable. En Sublime decisión, del propio Mihura, eres la liberada de principios de siglo, la primera mujer española que decide trabajar en una oficina, y aportando, incluso, su propia máquina de escribir, toda una revolución industrial en el mundo galdosiano de los manguitos y los palilleros y los plumines de corona o de pico de ave. Por otra parte, Florita, la heroína de Mihura, está dispuesta a meterse "suripanta" si no le funciona la burocracia, para lo cual aprende a guiñar el ojo a los hombres, haciendo ensayos ante el espejo de su cuarto. Lo cual que no le sale, no sirve para suripanta o piruja. Finalmente, en la última película de Almodóvar, eres la putita ingenua y vecinal que le dice a un ama de casa del inmueble: "Y qué le voy a hacer yo, si tengo un cuerpo que enloquece a los hombres". Bueno, ya ves que te sigo, Verónica, pero los tres papeles son el mismo. ¿Siempre vas a hacer de ingenua audaz que acaba en el trato?-A mí me gusta lo dramático,

Umbral. A mí me gustó mucho hacer Agnus Dei. A mí me gusta todo, en el cine y el teatro. Pero comprendo que un drama da más carraspera que una comedia. Ya también padezco muchas faringitis, como tú, y con los dramas se me ponen peor. El humor es otra cosa. Por cierto, que para la faringitis te voy a recetar una cosa muy buena.

Y se pone a escribir una receta casera, lo cual le va mucho a su atrezzo de tardorromántica. Es algo a base de salvia y miel, y le prometo tomarlo, aunque creo más en el doctor Olaizola, pero de momento estoy en manos de esta niña.

-Gracias por la receta y vamos con la biografia.

-Mi padre me llevaba a los rodajes, claro, de pequeña, y una vez vi salir una niña encima de un elefante, llena de plumas, y aquello me parecía lo máximo, y entonces decidí ser actriz. Pero una vez que se habló de ello en casa, teniendo yo unos 17, mi padre dijo: "No serviría". Pero fui a la Escuela de Arte Dramático, donde no aprendí absolutamente nada, pero que me fue muy provechosa, porque allí conocí a mucha gente. Una vez estaba yo en casa de mis padres y cogí el teléfono. Era Nuria Espert. Me quedé tiesa. Me dijo que si conocía Divinas palabras y le dije que sí, aunque ni idea. Bueno, pues que me contrataba. En seguida me leí el libro de Valle y, sobre todo, mi personaje, que es la niña galaica violada por su padre. Lo hice por provincias. El día de la prueba, llegamos al teatro y Víctor García me dijo: "Anda, desnúdate". Fue un cortazo, oyes. Víctor García había hecho muy bien Las criadas y Yerma, pero luego me parece que empezó a perderse. Acabó entre el alcohol o la bohemia. O algo así. (Un minuto de silencio, en la alta madrugada, por el gran Víctor García).

Y de pronto, ya, tarde entre Reyes y Navidad, estarnos en la calle Orense, "en esta casa he vivido muchos años, es la casa de mis padres", y se me ocurre que a Verónica habría que retratarla con la vieja máquina de escribir que saca en Sublime decisión, o una cosa parecida (la máquina que saca en la obra no es bonita ni casi se ve, cuando debiera verse mucho, pues es como la metralleta tipográfica de la primera liberada española, que dispara contra la sociedad atriarcalista de Eva Figes). Gigi me dice que una amiga suya tiene, no ya una Underwood, sino una Merceditas muy antigua, a la que le faltan teclas, y entonces hacemos la travesía de Madrid, en su pequeño coche rojo, en busca de la Merceditas, y al fin la traemos con nosotros en el auto, como un arma pacífica y alfabética. Verónica Forqué, en casa de sus padres -"yo vivo en otra casa con un chico"-, el día de descanso, gasta una cosa como un chandal, o así, de terciopelo frambuesa, pendientes de zarina y zapatillas olímpicas o botas de lienzo, de Los Angeles, a rayitas verdes, azules, amarillas. Tiene el pelo limpio y ligero, la sonrisa fácil y unas manos delicadas, delgadas y adorables. Se mueve por la casa con una cierta gracia de, payasito, de Chaplin femenino, y todo lo que dice queda divertido. Es una graciosa de nacimiento, aunque ella, naturalmente, quiera hacer drama, y aunque el drama le dé faringitis.

-Nunca vi a esa señora más que en alguna película en que trabajó con papá. (Esa señora es Isabel Garcés.) Pero dicen que me van algunos papeles que le iban a ella.

-Sigamos con la biografía, que lo cuentas muy bien.

-Pues nada, que luego ya no he parado de hacer cine, teatro y televisión, ya sabes, aunque en este oficio hay grandes rachas de paro. Ahora he estado seis meses sin que me llamase nadie. Hice la mujer de Cajal en lo de Marsillach, por televisión. Ya sé que sois muy amigos. Una vez me decía, en el rodaje: "Coño, este Umbral, se ha inventado un lenguaje nuevo". Yo creo que te admira. La mujer de Cajal, ya sabes, era una señora avarienta, y él tenía que andar sacándole el dinero para comprarse algún instrumento nuevo que había salido y que necesitaba para su laboratorio.

VF tiene una belleza rubia y clara, una piel de oro lavadísimo, y ríe o sonríe siempre (casi es más amplia su sonrisa que su risa). Comunica muy naturalmente con cualquiera, incluso con un señor tan raro como uno. No es extraño, pues, que comunique con los espectadores, no sólo por lo que dice, sino por cómo lo dice. Su voz fina, que maneja muy bien, es el estilete de su ingenuidad seductora. Aquel humor de vanguardia, que era el de Jardiel, Pitigrilli y Mihura, tuvo su catedral de Burgos en La Codorniz y en algunas comedias de MM. Hasta venir a parar en una actriz joven, sensible y graciosa que quizá no sabe mucho de aquellos señores. Hay en España un 27 del humor, paralelo del otro, que se ha estudiado poco, y que, como el 27 poético, es en alguna medida subsidiario de las vanguardias europeas. Jardiel, Mihura, Tono, Herreros, Mingote, Neville e incluso Alfonso Sánchez, que deslizaba en su trabajo de croniqueur golpes maestros de humor absurdo. "Estoy deseando terminar esta crónica para saber de qué trata". Mihura, en su repertorio, tiene una obra maestra del absurdo, Tres sombreros de copa, y una obra maestra de su segunda época o teatro burgués: Sublime decisión. En un contexto teatral/cultural menos avariento que el español, Mihura hubiera desarrollado su lirismo del absurdo hasta ser un lonesco (que le reconoce como predecesor). En España, Miguel, que era un cínico muy tierno, como todos los cínicos (los otros son canallas directamente), decidió, ya que la vanguardia no funcionaba en Madrid, hacer teatro burgués de humor, pero en cada una de estas piezas suyas se levanta de pronto, durante un instante o toda una escena, el ángel surrealista del absurdo, sabiamente somatizado, por otra parte, en una comedia de costumbres. Pero el tiempo retorna, contra el hacha que mató a Trotski y el hambre que mató a Marx, para dar la razón a los que la tenían y Verónica Forqué es, en la vida misma, una chica hubiera hecho llorar a Miguel, de autenticidad, y que me hace llorar a mí, pensando en Miguel.

-Tengo ráfagas de muy mal humor, pero se me pasan en seguida, soporto con paciencia los consejos de mi padre, aunque no los sigo para nada, en cuanto al teatro se refiere; soy yogui, vivo con un chico, dejo la mente en blanco, me gustan los hombres altos y las personas altas en general, llevo tacones desde muy pequeña, ahora de cinco o seis centímetros, no es que sea baja, pero me gustaría ser muy alta, no soy guapa, pero estoy ganando con el tiempo, sí, hoy tengo ojeras, ya lo sé, Umbral, pero me las taparé un poco para las fotos, creo en un algo difuso, divino, no creo en el Dios de la biblia, que es terrorífico, pero soy de la generación hippy y entonces pensábamos que hay un artesano que hace las flores. Tú me parece que eres un poco ateo, Paco, estas cosas no se pueden explicar, se siente o no se siente.

-Estás en la onda, tía. Toda la juventud, hoy, es irracionalista. El movimiento hippy degeneró en Jesucristo Superstar, y Jesucristo Superstar degeneró en Sergio y Estíbaliz.

Las fotos, al fin. Verónica Forqué, con su vieja máquina de progre de principio de siglo, se deshoja y multiplica en docenas de Verónicas sonrientes, insinuantes, ingenuas, delicadas, sugerentes, felices o dudosas. "Ya sé que seria no te gusto nada, Paco". Esta chica es actriz. Gigi dispara como un poseso. Verónica nos ha dado whisky y cortezas de cerdo. Entre Marilyn Monroe y Betty Boo. Qué razón tenía Haro-Tecglen. Tiene momentos de Marilyn sexual y momentos de Betty Boo ingenua. Mucho más erótica la ingenua que la sexual, claro. La Betty Boo dibujada y parpadeante de nuestra infancia, siempre con una liga vista, es la chica más pornográfica que ha pasado por el celuloide de nuestra vida, por nuestra lluviosa vida de celuloide.

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