_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El diario 'Madrid', la memoria y el olvido

El autor del artículo, que fue redactor jefe del desaparecido diario Madrid, analiza los avatares que siguió el vespertino madrileño durante el régimen franquista hasta su cierre y la posterior voladura del edificio. El papel desempeñado en aquel entonces por la Redacción del periódico que no quiso someterse a las condiciones impuestas por el régimen le lleva a denunciar ahora los intentos de quienes van a recibir la indemnización en su día otorgada por el Tribunal Supremo para prescindir de los antiguos trabajadores del periódico.

"Estamos en 1971, y Mirek dice: la lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido". Milan Kuridera; El libro de la risa y el olvido.El pasado 26 de diciembre, el Consejo de Ministros, bajo la presidencia de Felipe González, acordó remitir a las Cortes un proyecto de ley concediendo un crédito extraordinario superior a los 580 millones de pesetas para financiar la indemnización dispuesta por el Tribunal Supremo a favor del diario Madrid. Esa obligación que ahora se tramita deriva de un auto del 8 de junio de 1983, dictado por la Sala Tercera del alto tribunal, que fijó la cuantía en 518 millones de pesetas más un 8% de interés legal por el tiempo de demora en el pago.Siete años antes de esa providencia, cinco después del cierre del periódico y con Franco enterrado hacía 11 meses, el 25 de octubre de 1976, la misma sala había fallado una sentencia en la que estimaba "los recursos interpuestos contra el acuerdo del Consejo de Ministros presidido por Francisco Franco el 7 de enero de 1972" mediante el que se confirmaba la resolución dictada por el Ministerio de Información y Turismo el 25 de noviembre de 1971 donde se ordenaba la clausura del diario Madrid. La referida sentencia del Supremo condenaba además a la Administración al pago de los daños y perjuicios causados.

La broma del señor Sánchez Bella (don Alfredo), que regentaba entonces el departamento ministerial mencionado, cae ahora de plano sobre el bolsillo de los contribuyentes. Todavía un año después de la sentencia firme del Supremo citada en el párrafo anterior, en la revista Blanco y Negro correspondiente al 16 de agosto de 1977, el susodicho, a la sazón presidente del Banco Hipotecario, preguntado si volvería a cerrar el Madrid, contestaba con todo desparpajo: "Exacto. No podría hacer otra cosa si quería cumplir con mi deber. Una sociedad no puede vivir con una aplicación caprichosa de la ley". Nadie aclara por qué no se ha reclamado a Sánchez Bella el importe de la indemnización acordada por los tribunales al periódico.

Antes y después de la orden de cierre del diario Madrid, el Gobierno y los sindicatos verticales ofrecieron a los trabajadores diversas fórmulas que garantizaban la edición del periódico y la continuidad de los puestos de trabajo. Primero la condición era aceptar un director impuesto por el ministerio. La Redacción y los trabajadores rechazaron esa imposición, sabiendo que la alternativa era el cierre, y se solidarizaron con Antonio Fontán, que ocupaba la dirección. Luego, una vez clausurado el periódico, se trató de la reaparición, siempre que la plantilla y los colaboradores abjurasen de la empresa y de su presidente. Tampoco se aceptó. El precio fue el paro y la inclusión en las listas negras con veto para -obtener nuevos empleos, que sólo se brindaron a la minoría disidente. Valga un dato: tan sólo un miembro de la Redacción del diario Madrid entre los leales a la empresa fue aceptado en un periódico diario de los que se editaban en la ciudad. Los demás fueron excursionistas de la supervivencia, incursos en aquel dictamen de Ramón Gómez de la Serna según el cual "el ocio más o menos hambriento es la suculencia máxima del espíritu".

Último trimestre de 1971, primer semestre de 1972. Eran días de diálogo y asambleas. Se respiraba un clima propicio a las frases históricas. Rafael Calvo Serer hablaba como el alcalde de Móstoles y luego remedaba a Emilio Zola. El Madrid perecía víctima de la perfidia franquista. Los redactores y trabajadores eran convocados para que acudieran en su defensa. Nadie mencionaba la ley de Socidades Anónimas. El Madrid era de todos. Su salvación a todos concernía.

Luchas y negociaciones

Para sellar ese compromiso de entendimiento, dos trabajadores -Víctor Macías, entonces ajustador en platina, y quien firma estas líneas, que era redactor jefe- quedaron nombrados miembros del Consejo de Administración para el día en que concluyese el bloqueo judicial de la sociedad propietaria del periódico. Transcurrieron meses de luchas y negociaciones. Se sostuvo en primera página de los periódicos la información sobre el caso Madrid. Cuando llegó el expediente de crisis se fijaron unas indemnizaciones mínimas, que ninguno de los empleados que hicieron causa común con la empresa recurrió. El propio magistrado de trabajo no dejó de señalar su asombro por el hecho insólito de que fueran dos abogados del mismo bufete quienes tuvieran a su cargo la representación de la editora y de los asalariados.

Pasaron los años. Para no desmoralizarse, algunos acoplaron su penuria en un cinco estrellas de la parisiense rue du Castiglione. Otros, menos imaginativos, se adaptaron de forma más prosaica. Llegó el 20 de noviembre de 1975. "Nada más morirse el generalísirno, el desconcierto fue grande. No había costumbre", como certerarnente ha escrito Julio Cerón. Después, recuperados, se formalizaron las reclamaciones en la ventanilla de damnificados. Para entonces se pretendía ya que sólo quedaba en pie la empresa editora. La sociedad de redactores, que quiso en el momento procesal oportuno ser parte en el pleito, fue previsoramente excluida por auto del Tribunal Supremo basado en un informe ad hoc del atento sindicato vertical. Del comité de empresa de los trabajadores se dijo que carecía de existencia. Y los compromisos de entonces se quieren ignorar. Ni siquiera se acepta el diálogo. Los hombres del Madrid se ven un día reciente sorprendidos por la aparición de un vergonzoso número cero del periódico hecho a sus espaldas en conchabamiento con la Asociación de la Prensa, que ha sacado tajada publicitaria sorprendiendo la buena fe de algunos anunciantes.

Antonio Fontán, Rafael Calvo Serer, los sucesivos apoderados y letrados que han ido tomando el relevo, saben bien que los trabajadores del Madrid se habían comprometido a dar la batalla hasta el paro final. Pero también saben, porque lo habían advertido, que nunca aceptarían verse después reducidos a la condición ridícula de carne de cañón. Eso es lo que había sucedido meses antes con los trabajadores de El Alcázar. Su editora, PESA, se desentendió de la plantilla una vez que ganó el recurso al Gobierno en el Supremo, y prefirió una compensación económica en lugar de exigir el cumplimiento de la sentencia, que hubiera implicado la recuperación del diario y la vuelta de la plantilla que le había sido leal.

Ciertas actitudes de Rafael Calvo Serer empujan a algunos a iniciar el canto de "nos han timado". Otros se aferran por corear la melodía de "a nosotros nos nos timan". Mientras tanto, el hombre que en la versión de Calvo Serer fue presentado con los perfiles de enen-figo de los trabajadores y responsable de sus desgracias, el presidente del Banco Popular, Luis Valls Taberner, hace más de dos años tuvo la sensibilidad de llamar a los representantes de la sociedad de redactores y de la plantilla de empleados para asegurarles que en el caso del diario Madrid no procederá sin contar con ellos.

Han transcurrido más de 13 años desde el cierre del Madrid. Es un espacio de tiempo que cubre casi una generación en la contabilidad de algunos sociólogos. Aquella historia fue una tragedia. Su regreso a la actualidad no puede ser una farsa. La indemnización viene asignada a la empresa Madrid, Diario de la Noche, SA. Quien piense que con su cobro va a pasar a ser dueño del futuro para poder así cambiar el pasado; quien crea que con ese cheque y los que puedan y deban añadirse va a entrar en el laboratorio en el que se retocan las fotograflas y se reescriben las biografías y la historia, puede equivocarse. Los trabajadores y redactores del diario Madrid perciben los intentos de asimilación tergiversadora y, frente a ellos, parecen dispuestos a utilizar el arma diseñada por Arturo Soria: la clarificación sancionadora.

es periodista y fue redactor jefe del diario Madrid.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_