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Un nuevo documento sobre la 'teología de la liberación'

En el documento vaticano Introducción sobre ciertos aspectos de la 'teología de la liberación', dedicado predominantemente a la crítica de las corrientes teológicas que laboran en el interés de la liberación de los oprimidos, se prometía un documento posterior en el cual se evidenciaría en forma positiva toda la riqueza teórica y práctica de este tipo de pensamiento.El 7 de septiembre, durante una conversación posterior a mi encuentro reservado con el cardenal Joseph Ratzinger, en presencia de los cardenales brasileños Aloisio Lorscheider y Paulo Evaristo Arns, el tema del nuevo documento fue abordado directamente. El cardenal Arns, profundamente comprometido con la teología de la liberación, sea en su empeño para defender los derechos humanos, sea en su apoyo a miles de comunidades de base que existen en su arquidiócesis (numéricamente la mayor del mundo, con 12 millones de habitantes), propuso sin ambages, sin eufemismos de conveniencia, tres puntos al cardenal Ratzinger.

En primer lugar, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe haría bien en invitar a los principales contribuyentes de la teología de la liberación, pues ellos, con una experiencia de 15 años de reflexión, podrían ofrecer un aporte indispensable para el texto oficial. Un puente no se construye con un profesor de gramática, dijo el cardenal, sino con un ingeniero. Y los ingenieros a ser invitados están allí (Gustavo Gutiérrez, Jon Sobrino, Clodovis Boff y otros).

En segundo lugar, es importante consultar a aquellos episcopados que poseen experiencia de pastoral liberadora entre los oprimidos, pues de esta manera se mostraría el carácter pastoral y eclesial de esta teología.

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En tercer lugar, sería ideal si el grupo que redactaría el nuevo documento pudiera reunirse en algún país del Tercer Mundo, sea en África o en América Latina, en contacto con la opresión y los esfuerzos para obtener la liberación, rezando con las comunidades y dialogando con los agentes de pastoral: en estas condiciones produciría seguramente un documento penetrante que haría justicia a la verdad concreta de la teología de la liberación.

El cardenal Ratzinger escuchó tímidamente y acogió la idea, aun admitiendo la falta de experiencia de su dicasterio en una metodología tan participativa y colegial como la expuesta.

Efectivamente, a fines de noviembre la Sagrada Congregación envió una invitación al episcopado brasileño para que presentase contribuciones destinadas al nuevo documento, fijando el 15 de diciembre como plazo.

La Comisión Episcopal de Doctrina, presidida por el cardenal teólogo Aloisio Lorscheider, luego de un estudio cuidadoso, elaboró una pauta rica en elementos positivos para la posición oficial del Vaticano. Todos los obispos fueron invitados a enviar contribuciones y sabemos que muchos de ellos, estuvieron en contacto con las comunidades de base. Comisiones de teólogos, apoyadas por sus obispos, elaboraron sugerencias teóricas y prácticas.

Por lo menos en esta ocasión no se podrá decir que un eventual documento romano haya sido elaborado lejos de la realidad opresión-liberación.

Es fundamental el acierto en el punto de partida: de las prácticas de liberación de los oprimidos, realizadas en sus comunidades de base, en sus sindicatos, en sus asociaciones de madres, en sus centros para la defensa de los derechos humanos, en sus grupos de acción y reflexión. Allí toman conciencia de su opresión y preparan las acciones para una práctica de liberación.

De inmediato cabe preguntarse: ¿en qué medida esta práctica real e histórica realiza, en forma incipiente, el Reino de Dios, que es de construcción en paz, de vigencia de la justicia y de creación de mecanismos generadores de participación y comunión? En este punto es importante recuperar los temas bíblicos y de la tradición teológica sobre la liberación del cautiverio en Egipto, el anuncio profético en contra de los opresores y en favor de los oprimidos, la práctica liberadora de Jesús y el significado de su muerte como consecuencia de su vida y mensaje, y de la resurreción como expresión liberadora de la vida en plenitud.

Tales reflexiones están destinadas a iluminar los actos y métodos de los oprimidos, a criticarlos, justificarlos y tornarlos conscientemente cristianos. Y aún se debe preguntar: ¿hasta qué punto una vivencia intimista y espiritualizante del Evangelio, tan arraigada en los últimos siglos, no encubre una dimensión liberadora intrínseca de la fe cristiana, y hasta qué punto se deja manipular, incluso en las instancias más altas de la Iglesia, para dejar intacta una situación injusta que afecta a las grandes mayorías?

Otro punto importante consiste en descifrar los mecanismos productores de la miseria. Sin un espíritu crítico sobre las causas de la opresión, la acción liberadora muy difícilmente será eficaz. No se trata de que la teología deba o no aceptar las contribuciones del marxismo; debe, sin prejuicios, acoger aquellos elementos críticos de las ciencias sociales que evidencian el hecho ya constatado por Juan Pablo II: que los ricos se hacen cada día más ricos a costa de pobres cada día más pobres.Finalmente, un punto decisivo: se debe definir los parámetros de acción, inspirados en las prácticas de Jesús y de los apóstoles, en la fe bíblica y eclesial, que permitan a la Iglesia ofrecer su propia contribución al vasto proceso de liberación, junto a tantos otros grupos que se proponen el mismo objetivo.

¿Cómo deben los pobres asumir su propia causa? ¿De qué forma la propia Iglesia debe cambiar para ser más libre evangélicamente y un verdadero instrumento de liberación integral, abierta para la liberación definitiva que es obra y don de Dios? La Iglesia no sólo anuncia una liberación para una sociedad de oprimidos, sino que ella misma deberá liberarse de elementos históricos que oprimen internamente a una parte del pueblo de Dios.

Sólo una Iglesia libre y liberadora podrá ser anuncio e instrumento de aquella libertad que constituye el deseo radical de todos los hombres y la promesa del Dios bíblico.

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