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Todos quieren ser el 'partido'

Los nuevos abandonos del PCE agudizan una crisis que sus dirigentes califican de "límite"

El abandono del Partido Comunista de España de cinco miembros de su dirección para pasar a las filas de la formación que creó Ignacio Gallego a principios de este año ha venido a añadirse a los graves problemas internos por los que viene atravesando el PCE desde hace tiempo. Sus dirigentes prestan más atención a sus divisiones internas y se muestran optimistas, porque dicen que, pese a todo, el partido no ha perdido, desde su último congreso, más allá de un 1% de su militancia, ya que, aunque se han producido fallecimientos y abandonos, también ha habido adscripciones y reingresos. Ignacio Gallego afirma que tiene ahora mismo mayor número de militantes que el PCE.

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"Que nadie sueñe con la desaparición del PCE en este país". Desplegada. la bandera del A mal tiempo, buena cara, con grandes dosis de optimismo y numerosas alusiones al nuevo talante de aceptación de críticas y sano debate en el seno del partido, Gerardo Iglesias, secretario general, afirma que la situación actual de la formación política que lidera es "infinitamente mejor" que la que tenía en las elecciones de octubre de 1982. Hay, dice, "mayor normalización de la vida del partido, que no es el Comité Central, sino las bases. Hemos recompuesto agrupaciones que no existían, se ha devuelto un mayor entusiasmo y el partido ha pasado de estar recluído en sí mismo a un trabajo de masas, a luchar por otra política económica, por la paz, contra la droga, de forma más intensa que el 28 de octubre. El despegue será mayor o menor en la medida en que la situación interna se normalice o no, y no oculto que estoy preocupado, pero cuando vine como secretario general tenía conciencia de que la superación de los problemas del PCE iba a ser un proceso, y no casualmente corto".Entre la convergencia preconizada por los sectores oficiales y la pureza defendida por los sucesivamente escindidos, el Partido Comunista de España vive una situación que todos los sectores califican de límite. Sus problemas y diferencias no han cristalizado sólo, después de la oleada de expulsiones masivas que empezó a tomar cuerpo en la crisis del Ayuntamiento de Madrid, en la marcha-primero de Ignacio Gallego y su grupo, hace unos días de Jaime Ballesteros, cuatro miembros más del Comité Central y alrededor de un centenar de cuadros.

En la sede de la calle Santísima Trinidad, de Madrid, donde no descartan que aún pueda producirse algún otro abandono en el Comité Central -"no creo que esto suceda, salvo que la situación se degrade aún más", matiza Andreu Claret, portavoz del secretariado del órgano directivo comunista-, conviven todavía los sectores eurorrenovadores oficialistas del secretario general, Gerardo Iglesias, y los eurocomunistas partidarios de su antecesor, Santiago Carrillo, con gran fuerza estos últimos en Madrid y Valencia, entre otras zonas. Los abandonantes y los a su vez divididos abandonados se creen en posesión de las claves del auténtico espíritu comunista y parecen caminar agachando la cabeza, no porque no estén seguros de sus respectivas opiniones, sino porque, si la levantan, puede darles de lleno alguna de las crueles descalificaciones que lanzan cualquiera de los contrarios.

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Todos y cada uno afirman que se presentarán a las elecciones gerierales de 1986, aunque éstas les preocupan en distinta medida: Ignacio Gallego dice que "las confrontaciones electorales, para un partido comunista verdadero, son sólo un aspecto de su lucha, que fundamentalmente debe centrarse en las luchas de los trabajadores contra la reconversión salvaje en toda España y de los obreros agricolas y campesinos pobres por la reforma agraria", y añade que "un pequeño partido comunista difícilmente tendrá un gran porcentaje de votos, porque los votos comunistas no pueden venir por campañas en los grandes medios de comunicación ni por operaciones apadrinadas por la banca", además de que "el voto comunista es cualitatívamente diferente al de otro partido". Francisco Palero, secretario de Organización del PCE, se pregunta si esa despreocupación por las elecciones "no será lo de la zorra y las uvas. A nosotros sí nos preocupan, porque hemos optado por la vía democrática. Si ellos dicen eso hay que plantearse qué vía de acceso al poder tienen".

Los últimos y penúltimos escindidos del Partido Comunista de España, encabezados por Jaime Ballesteros e Ignacio Gallego, respectivamente, han acuñado dos términos para entenderse al hablar de dónde estaban y dónde están. La formación en la que han militado hasta hace poco es el pe-ce-e -y Jaime Ballesteros alarga mucho la e final- y la nueva, la salida del Congreso de Unidad de los Comunistas, convocado por Gallego a principios de este año, es el pe-ce-punto. Aún en ocasiones les queda algún tic pretérito, de la época de la general clandestinidad, y hablan, simplemente, del partido. Y es que son muchos años los que quedan detrás.

El 15 de enero de este año Ignacio Gallego fue elegido, por unanimidad, secretario general del Partido Comunista, el pe-ce-punto, que nacía asumiendo "la historia y las señas de identidad del Partido Comunista de España, aunque estas siglas han sido hoy usurpadas por el eurocomunismo", como rezaba la resolución política aprobada. En representación del PCUS, el Partido Comunista de la Unión Soviética, asistió el camarada Yukov, quien prometió al "valeroso y combativo" partido de Gallego "toda la amistad, ayuda y solidaridad del PCUS".

Casi un año después, el carnarada Yukov no ha debido de explicarse, porque Gallego asegura que no ha recibido un solo duro de Moscú, "aunque sí de todos los rincones de España". Y añade: "Si ayudaran un poco más seriamente nos quitarían de muchos apuros. Lo de nuestra financiación externa es un cuento, de hadas, una explicación facilona y descalificadora. Hasta hoy no tenemos resueltos los problemas económicos con ayudas exteriores". A principios de 1985 inaugurarán en Madrid la sede del partido, situada "por la calle de Alfonso XIII", que les ha costado 74 millones de pesetas, "de los que ya hemos dado 36, porque hicimos una campaña pro sede. El resto es un préstamo de un banco y pequeños préstamos personales. En cuanto a patrimonio, empezamos a partir de cero".

Transformismo

Jaime Ballesteros, quien, desde su nuevo despacho, en la Fundación José Díaz, opina que "en el PCE se ha abandonado la filosoría del partido comunista y se la, sustituye por un progresismo liberal con cargas de reformismo y de oportunismo", hace autocrítica ante lo que Andreu Claret califica de "lamentable caso de transformismo político". Hasta hace poco tiempo, Ballesteros no sólo no se alineaba en los planteamientos gratos a la URSS, sino que llegó a decir en una conferencia, pronunciada en el Instituto de Estudios Internacionales, el 21 de febrero de 1983: "Dos grandes dispositivos armamentísticos, la OTAN y el Pacto de Varsovia, acrecientan su capacidad destructora bajo la jefatura de los países más poderosos, los Estados Unidos y la Unión Soviética". Y, con ocasión del 5º congreso del PSUC, en enero de 1981, fue uno de los redactores de los famosos ocho puntos de la cúpula del PCE contra quienes impugnaban el eurocomunismo. Desde la dirección del PCE recuerdan ahora que, como hombre de Santiago Carrillo, habló de la necesidad de expulsar a los prosoviéticos -término que Ignacio Gallego considera "despectivo, porque yo lo que soy es andaluz"-

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A Ballesteros no parecen dolerle prendas en este sentido. "Yo defendí el eurocomunismo frente a las escisiones de Cataluña porque lo veía desde aquí, porque en el PCE estábamos librando una batalla contra la corriente más socialdemócrata, pero allí los problemas iban más avanzados".Si Claret, desde la línea oficial de Gerardo Iglesias, califica a Jaime Ballesteros de transformista, Santiago Carrillo, desde su postura de abierta confrontación con la actual dirección del. PCE, que le acusa de estar continuamente utilizando descalificaciones e insultos contra ella, tampoco comprende "muy bien el mecanismo mental que puede hacer a Ballesteros modificar su trayectoria de la noche a la mañana", cuando "ha trabajado conmigo 20 años y ha sido uno de los hombres que ha colaborado conmigo, de forma muy directa, en la elaboración de la política del partido". Claro que el ex secretario general y actual portavoz parlamentario dice tener experiencia, "en estos dos últimos años, de que las personas cambian más rápidamente de lo que parece, no sólo Ballesteros". Y añade que "hay un desasosiego muy grande en el partido, porque la dirección actual no tiene una orientación política comunista, y Ballesteros, en vez de luchar desde dentro, ha optado por irse al otro. Es una mala opción, y si hay abandonos en el PCE el peligro es que lo deshagamos". Carrillo dice que jamás tomará esa opción: "Nada que pueda pasar me hará irme del partido".

Si en las elecciones de 1986 sufriera una nueva catástrofe electoral "el PCE tardaría años en superarlo", afirma Santiago Carrillo. Pero esa reiteración del cataclismo es, simplemente, imposible, según dice Gerardo Iglesias. Por eso, aunque a todos les preocupa la imagen pública de división, la orfandad de la izquierda, tras la derechización marcada por el partido socialista en su reciente congreso, las voces oficiales configuran un panorama en el que, en la dualidad preocupación-optimismo, triunfa claramente el segundo elemento. "En los ayuntamientos gozamos de bastante buena salud", dice Juan Francisco Pla, responsable municipal del PCE. "En las generales de 1982 tuvimos el 3,8% de los votos, pero en las municipales de mayo de 1983 subimos al 8%. De 187 alcaldes que sacamos sólo cuatro se han ido al partido de Ignacio Gallego y de 2.400 concejales habremos perdido por este motivo unos 30 o 40. Hemos avanzado muy poco en la convergencia con movimientos sociales, que venimos intentando desde 1982, pero somos especialistas en tener paciencia".

Pla sitúa el punto de mayor crisis del Partido Comunista de España en el momento de la expulsión de cinco concejales del Ayuntamiento de Madrid, en noviembre de 1981, "que era cuando peor estábamos y cuando peor actuábamos. Miembros de la actual dirección, de forma mayoritaria, participamos en aquellos errores, no fue una persona o un grupo. Cuando estábamos expulsando a diestro y siniestro con la mayor de las alegrías, pensando que lo que hacíamos era despejar, las elecciones nos dieron el saldo bancario de aquel derroche".

Abandonados y ofendidos

Sea por despecho de camaradas abandonados y ofendidos o porque consideren que es trabajo prioritario poner orden en su propia casa, lo cierto es que en la dirección del PCE hay voces que dicen que Gallego y Ballesteros no son un problema, sino que "el problema del PCE se llama Santiago Carrillo", como afirma Andreu Claret. "Para pacificar el partido", añade, "Carrillo y su gente deben cesar en su actitud de acoso y derribo. Carrillo tiene una responsabilidad grande en estos abandonos, porque en el Comité Central lanza filípicas contra la dirección con intención de instrumentalizar, y lo que consigue es lanzar a la gente al extremismo ideológico. Esta gente luego se marcha y le va dejando cada vez más solo".

Junto a mutuas acusaciones y descalificaciones, uno de los aspectos en que se manifiestan los enfrentamientos entre los comunistas que se han quedado en la Santísima Trinidad y los que se han ido al pe-ce-punto de Gallego es la guerra de cifras. Oficiales y escindidos dicen ser los que más militantes tienen y sus publicaciones, las de mayor tirada y las más vendidas. En "varias decenas de miles", aunque no especifica, cifra Ignacio Gallego su número de militantes. Y Ballesteros enseña una lista de matrices de carnés recibidos, hasta el 12 de noviembre de este año, facilitada por uno de sus seguidores que se ocupaba en el PCE de esta parcela, en la que los comunistas de Iglesias, a falta de datos de Madrid, Galicia, Teruel y Melilla, y sin contar al PSUC, tienen 35.549 militantes.

Francisco Palero, secretario de organización del PCE, dice que "los de esa lista son los que habían pagado hasta esa fecha, porque sólo había llegado a la caja del Comité Central el importe de la mitad de los carnés", dado que, según afirma, están cercanos a los 80.000 militantes. Ballesteros encuentra raro que "justamente en el último mes vayan a llegar más carnés que en todo el resto del año".

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