Ana Isabel López Lada
A Ana Isabel López Lada, la joven asturiana que está a punto de convertirse en la primera minera de Europa, aún le duele la falta de apoyo que ha tenido su iniciativa. "Hasta ahora, casi nadie me ha alentado con una carta o una llamada telefónica: ni sindicatos, ni partidos, ni grupos feministas. Pero lo peor no es esto", afirma Ana Isabel, "lo más lamentable es que la mayoría de sus dirigentes está claramente en contra del paso que voy a dar".
A pesar de todo, ella no piensa ceder ante la incomprensión. Está dispuesta a seguir y, superadas ya las pruebas de fuerza en que otras dos mujeres fueron rechazadas por escasa musculatura, no acepta el acuerdo de Hunosa de congelar su plaza. La empresa argumenta que no puede admitirla hasta la posible modificación, la primavera próxima, de la Carta Social Europea, firmada por España y que prohibe expresamente el trabajo de la mujer en el interior de las minas. Ella, sin embargo, rechaza esta interpretación: "Quiero igual trato que los hombres, y si ellos se incorporan en cuanto son declarados aptos, deseo tener la misma oportunidad", asegura.La odisea de Ana Isabel López trascendió hace dos meses, pero comenzó hace varios años. Separada de su primer marido, con una hija que actualmente tiene 12 años, Ana Isabel probó fortuna en un sinfín de trabajos temporales. Fue dependienta en una pescadería, auxiliar de enfermera, limpiadora, secretaria. "Todo iba bien hasta que finalizaban los contratos, así que, en vista del panorama, decidí probar suerte en la mina hace ya varios años, pero siempre me denegaron la solicitud por ser mujer, igual que a otras compañeras. Necesitaba algo estable y seguro, ya no sólo por mí, sino por mi hija", comenta.
Para Ana Isabel la mina no es un mundo desconocido. Su abuelo fue picador, su padre es minero jubilado y su madre trabajó durante varios años de carbonera, oficio ya desaparecido, pero que empleó hasta la década de los cincuenta a numerosas mujeres de las cuencas que realizaban labores auxiliares en el exterior de las explotaciones. Y ha sido precisamente de su familia y de algunos amigos contados de quienes ella ha recibido los únicos ánimos para continuar.
Su actual compañero, también minero, "ni entra ni sale en la cuestión. Me deja completa libertad para actuar, pero no quiere influir en mi decisión final", declara Ana Isabel. Los comentarios le preocupan menos que las opiniones de dirigentes políticos y sindicales. "No les doy ninguna importancia, porque son muy probes. Me fastidian más las desaprobaciones de CC OO, el sindicato en que milité durante ocho años. Pero procuro pasar bastante de lo que dice la gente, porque esos que te critican no están dispuestos a traerte un duro cuando lo necesitas".
Ana Isabel López, nacida en El Entrego hace 27 años, vive en Sotrondio con su hija y su compañero, militante de UGT. Ahora, pendiente tan sólo de que la empresa le notifique formalmente su admisión -aún le falta por pasar un examen médico en el Instituto de Silicosis-, Ana Isabel espera con impaciencia el día en que tenga que vestir el mono y colocarse el casco para bajar al pozo. "No tengo ningún miedo, porque sé perfectamente que en el interior de la mina hay trabajos que puedo realizar con igual competencia que un hombre".
Ajena y abrumada por la inevitable publicidad del caso, Ana Isabel López espera "ser recibida como una persona más, sin privilegios ni obstáculos".
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