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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

España y Australia

Han transcurrido ya varias semanas desde que apareció el artículo de Juan Luis Cebrián titulado Cuando la izquierda bebía agua, que a no dudar deja al lector más avisado con una indefinible sensación de desasosiego. Da la impresión de una evaluación casi acusatoria a la gestión del Gobierno español actual, por una aparente ineficacia para resolver urgentes problemas, el desempleo por ejemplo -opinión posiblemente compartida por un gran sector de la izquierda española que creyó ver en el innegable carisma de Felipe González una vara mágica que curaría todas las heridas de la economía española en un santiamén-, y que desde acá del otro lado del planeta nos parece un tanto apresurada, por no decir injusta.Desde luego, sería pueril pretender comparar mi conocimiento de la realidad española (uruguayo, ciudadano australiano, con tan sólo un inmenso amor por España) con el de Juan Luis Cebríán, por lo que es inadmisible el más mínimo intento de polémica en torno a este tema.

Es sólo por el convencimiento de que, por una de esas curiosas circunstancias históricas, España y Australia se encuentran desde hace algún tiempo transitando por encrucijadas que permiten establecer un paralelismo entre algunos aspectos de ambas naciones. ¡Sí, desde luego, hay millones de diferencias! Pero observando un poco se aprecian ciertas analogías, a saber: Australia tiene desde hace año y medio un Gobierno laborista; también España, desde hace dos años. El primer ministro australiano, Bob Hawke, es un hombre de inmensa popularidad y personalidad de gran magnetismo; también lo es Felipe González. Ambos políticos llegaron al poder con el firme y sincero deseo de reducir el índice de desempleo, que era el tema que más inquietaba a ambos electorados, y los dos han encontrado que el problema es un escollo harto difícil de sortear.

En ambos países, la extrema izquierda piensa que el Gobierno les ha, hasta cierto punto, defraudado; en Australia, entre otras cosas, por la continuación de la extracción de uranio; en España, también entre otras cosas, por la permanencia en la OTAN. Ambos Gobiernos son firmes partidarios de la paz, de la no alineación y la no proliferación de armas nucleares; pero han heredado situaciones de complejos compromisos internacionales que requieren un quehacer más complicado que .ponerle el cascabel al gato".

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En fin, que en España, en Australia y en cualquier parte es axiomático que la izquierda se ubique con más facilidad cuando están en la oposición que cuando se ven en el Gobierno.

Veamos: el 1 de diciembre, para ser exactos, hubo en Australia elecciones federales. Los sondeos de opinión ya auguraban cuando escribía estas líneas una cómoda victoria para el señor Hawke sobre las fuerzas conservadoras. Desde luego, el Gobierno, acá, ha ganado una batalla casi increíble contra la inflación y ha puesto la economía del país en camino de una franca recuperación. Pero ésta está lejos aún, muy lejos de haberse logrado para la clase media australiana el bienestar de que gozaba, verbigracia, 10 años atrás. Y, sin embargo -y esto quedó confirmado-, el pueblo australiano está dispuesto a dar al señor Hawke su respaldo y a continuar trabajando calladamente por la recuperación del país.

Naturalmenté que la idiosincrasia de este pueblo, en alto porcentaje anglosajón, desempeña su papel y le da ciertas ventajas sobré nuestros pueblos latinos. Su proverbial pragmatismo contrasta con nuestro idealismo -quijotesco y hermoso, pero no muy eficaz en el terreno económico- y se orienta más a un énfasis en la productivídad, que en los tiempos que corren es un principio básico para mantenerse a flote.

Y es cuando uno se pregunta si el pueblo español, de innegable genio e ingenio -sin igual en el mundo, tiene -conciencia del privilegio que significa vivir en la España de Felipe González. Un amigo argentino que regresó hace poco de Buenos Aires me decía: "Tenemos un millón de problemas allá, la deuda externa es monstruosa, la inflación es incontenible, pero no hay nada comparable (para un argentino) a respirar el aire de Buenos Aires hoy". Y otro amigo uruguayo que ha regresado de una visita a Montevideo... ¿Necesito decir lo que me ha dicho?

La fortuna de tener un Gobierno progresista y democrático es algo que no tiene precio para cualquier pueblo. Si echamos una ojeada al mapamundi, vemos en cuántos sitios y con qué facilidad se ignoran los derechos más elementales de los pueblos; en algunos casos, con el pretexto ¡de estar luchando por ellos!

Tengo el convencimiento casi absoluio de que si todos los españoles trabajarais como lo hace Felipe González (cuyo cúmulo de tareas a la cabeza de un país que pertenece tanto a Europa como a América, que es a la vez vanos países en sí mismo, con grupos extremistas insaciables, con una oposición no siempre bien intencionada, hacen aparecer minúsculos los trabajos de Hércules) y le dieran el respaldo que el pueblo de Australia da a su popular primer ministro, por ejemplo, sería, sin lugar a dudas, y en poco tiempo, el país más próspero del mundo.-

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