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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Colomer y el nacionalismo

Josep M. Colomer hizo una buena reflexión el pasado día 7 de diciembre sobre algunos catalanes que, arrastrando el estigma del desconocimiento de su propia realidad y de su historia, carentes de métodos de análisis y con la superchería de quien se cree superior, muestran su chovinismo en lo cotidiano enfrentándose a otra comunidad que está en su espacio político pero no en el cultural. Aprovecha, sin nombrarlo, para atacar el poder que ha conseguido el pujolismo dentro del sistema. Yo encuentro muy acertado combatir a esta derecha que padecemos, pero para conquistar el palacio de la Generalitat desde posiciones más a la izquierda, hay que ser claro y contundente, y de momento nadie lo es. Y aunque Colomer ataca claramente al nacionalismo pujolista y más adelante cuestiona al nacionalismo químicamente puro que pueden representar los muchachos de camisa parda o azul, se olvida de los nacionalismos que representan los estados. Y yo creo que hablar mal de los nacionalismos, como sibilina arma retórica, para de hecho reforzar el nacionalismo imperante, no es correcto.Hemos de plantearnos bien el problema, pues hay ciertos nacionalismos que a mí me merecen respeto, como por ejemplo el que hoy en día representa Nicaragua. Ahí el elemento nacionalista es una parte importante en la cohesión revolucionaria. Yo respeto, pues, el nacionalismo-cívico que representa ahora Nicaragua, mientras abomino del nacionalismo-político que representa Estados Unidos. Aquí radica la diferencia. Y en otras latitudes, con problemas muy distintos, el nacionalismo también puede representar un puntal para el cambio y para combatir la filosofía de dominación imperante.

Por lo que respecta a Cataluña, yo, que no he nacido aquí, quisiera no ser ni catalanista ni lo contrario. Creo que si en ella se pudiera vivir con la sensación de estar en territorio propio, como pueden hacerlo otros pueblos en sus territorios, y no en continuo pleito, el ismo añadido a lo catalán se obviaría. Y si los de las tierras catalanas, troceadas y divididas por dos estados fagocitarios, estamos condenados a la cristianísima gloria eterna, que éstos, con sus banderitas y himnos, se las compongan, que yo no colaboraré. Pero que no nos vengan con sus teorías doctos señoritos con aires de progresía a quienes se les ve el plumero, pues están trabajando para los dueños de una sociedad esclerótica. Y si no se lo plantean éticamente, se convertirán en peores enemigos que los que abiertamente se declaran en contra de una sociedad igualitaria.-

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