Jaruzelski, contra los 'halcones' de la policía polaca
El día 27 comienza el juicio a los cuatro agentes acusados del asesinato del cura Popieluszko
La investigación sobre el asesinato del sacerdote Jerzy Popieluszko y el descubrimiento de sus instigadores se ha convertido en una piedra de toque para comprobar si el Gobierno del general Jaruzelski es capaz de depurar el aparato policial polaco de los partidarios de cualquier medida contra la oposición. El 27 de diciembre comenzará en la ciudad de Torun el juicio contra los cuatro agentes acusados de la muerte del cura próximo a Solidaridad.
Casi nadie en Polonia imputa a Jaruzelski el asesinato de Popieluszko. No sólo un líder moderado como el premio Nobel de la Paz Lech Walesa interpretó el crimen como una acción dirigida contra Jaruzelski; también el dirigente de antiguo Comité de Autodefensa Social (KOR), Jacek Kuron, expuso claramente la tesis de que "hay una cosa cierta: él (Jaruzelski) no es tonto. Se le pueden imputar varias cosas, pero ha mostrado una cierta capacidad de gestión en es tas condiciones difíciles". Estas palabras de Kuron aparecieron en ur artículo de la publicación clandesti na Tygodnik Mazowsze, en el que Kuron formula que "nada indica que el propio Jaruzelski estuvier, detrás de esto".El sábado 27 de octubre, cuando se produjo el hecho, insólito en un país del socialismo real, de que el ministro del Interior, general Czeslav Kiszczak, anunciase en televisión que funcionarios con rango de oficial de su ministerio fueron los autores del secuestro y crimen del sacerdote, se pusieron en marcha numerosos mecanismos en Polonia.
La Iglesia y el líder sindical Walesa se esforzaron por aplacar ur posible estallido de ira popular. El Gobierno anunció que llegaría has. ta las últimas consecuencias en e esclarecimiento del asesinato. El Comité Central del Partido Obrerc Unificado Polaco (POUP, comunista) expresó su confianza en e. ministro del Interior, Kiszczak, 3 exigió que se aclarara la responsa. bilidad de los órganos políticos de control del aparato de seguridad.
Esta última petición significa entre líneas una condena del miembro del Politburó del POUP general de división Mieroslaw Milewski, un hombre que hizo toda su ca. rrera, desde los 16 años, en los servicios de seguridad de la policía desde el nivel más bajo en la provincia hasta llegar a ministro de Interior y más tarde encargado del control político de los órganos policiales en el Politburó del POUP.
Días más tarde, el Politburó acordó encomendar a Jaruzelski el control político sobre el Ministerie del Interior. Esta decisión no significa una intervención directa del número uno polaco en la política del ministerio, algo imposible dada la acumulación de cargos como primer secretario del POUP y primer
ministro, pero expresa la intención de anular políticamente a Milewski y dar mano libre a Kiszczak, general del Ejército procedente de los servicios de contraespionaje y hombre de confianza de Jaruzelski.
Kiszczak está considerado como "inteligente y enérgico; uno de los hombres más valiosos del Gobierno", según la opinión de un intelectual católico próximo al cardenal primado Jozef Glemp.
Desde agosto de 1981, cuatro meses antes de la declaración de ley marcial, Kiszczak sucedió al frente del Ministerio del Interior a Milewski. El nuevo ministro ocupó varios cargos de importancia en el ministerio con gente de su confianza, procedente de los servicios de inteligencia del Ejército. Esto supuso la postergación de algunos hombres del aparato policial y de los servicios secretos de toda la vida, gente de Milewski.
HipótesisEn la interpretación de la trama urdida para asesinar a Popieluszko se rechaza casi automáticamente la hipótesis de un crimen ordenado por el Gobierno y también que se trate de un hecho aislado, producto del odio individual de cuatro oficiales de los servicios secretos. La exclusión de estas hipótesis deja abiertas dos posibilidades: primera, la de un intento de torpedear la política de normalización de Jaruzelski, cuando se reanudaban los contactos con Occidente y se había solucionado el problema de los presos políticos con la amnistía del 22 de julio pasado; y segunda, un ajuste de cuentas entre el aparato de seguridad tradicional y los nuevos hombres procedentes del Ejército, que entraron en el Ministerio del Interior tras la declaración de la ley marcial.
El Gobierno polaco ha anunciado que se investigará el asesinato hasta llegar a los instigadores. El 6 de noviembre, el general Kiszczak compareció ante la Comisión de Justicia y Asuntos del Interior de la Dieta (Parlamento) para informar sobre el caso Popieluszko. El ministro del Interior dijo que "la investigación continúa con muchas, fuerzas y muchos medios. Ya podría haber sido concluida si no pretendiéramos descubrir si existen otros autores y los eventuales instigadores".
Aquella intervención de Kiszczak ante la comisión de la Dieta fue recogida extensamente por la prensa oficial polaca. El ministro dio con todo detalle pormenores de los pasos seguidos por los autores materiales del asesinato de Popieluszko.Su intervención significaba que el ministro estaba dispuesto a jugar fuerte y conseguir la autodepuración del aparato de seguridad.Los encausados
Para conseguir este objetivo, la primera piedra de toque será el proceso contra los asesinos de Popieluszko, que comenzará dentro de once días. Hasta ahora los acusados en el caso son cuatro oficiales, los tres que participaron en el secuestro y la ejecución material del crimen y el coronel Adam Pietruszka,jefe de departamento del Ministerio del Interior, encargado de supervisar el trabajo de la sección dirigida por Grzegorz Piotrowski, el capitán que mandó la operación contra Popieluszko.
Pietruszka está acusado de haber instigado, y actuado en complicidad con sus subalternos, el asesinato del sacerdote. Rumores que circulan en Varsovia dicen que los acusados se comportan con desfachatez, con la seguridad de quien
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siente cubiertas sus espaldas. Estos rumores mencionan también que uno de los tenientes confesó que se les había asegurado que la acción estaba ordenada desde arriba, mientras que el principal inculpado, capitán Piotrowski, niega esta conexión. En el cúmulo de declaraciones falsas realizadas por los acusados desde el momento de su detención resultará difícil encontrar la verdad.
Para complicar todavía más el caso y rodearlo de misterio, el accidente mortal de dos oficiales que investigaban las posibles conexiones de Piotrowski ha desencadenado una ola de especulaciones. En la madrugada del 30 de noviembre, en la carretera nacional E-7 de Cracovia a Varsovia, un camión de gran tonelaje con remolque puso fin al viaje y a las vidas de un coronel y un comandante de la oficina de investigaciones del Ministerio del Interior, que junto con su chófer murieron en el choque.
Los oficiales de policía estaban encargados de investigar las conexiones del principal acusado durante el desempeño de sus funciones en la ciudad de Tarnow. La extraña coincidencia hizo pensar a muchos que con el accidente se trataba de eliminar a dos investigadores incómodos. El portavoz del Gobierno, Urban, negó categórico esta posibilidad, argumentando que si se tratase de un crimen organizado no se habría hecho público el accidente y tampoco el chófer del camión habría esperado en el lugar del suceso.
La agencia oficial de prensa polaca (PAP), como si quisiese poner de manifiesto que no sólo los curas son asesinados, sino que también pueden ser asesinos, difundió el 13 de diciembre la noticia de que el sacerdote Eugeniusz Kubowicz, en la ciudad de Rzeszow, intentó el pasado mes de marzo matar a martillazos y cortar el cuello a una niña de 11 años para evitarle los sufrimientos y vejaciones que padecía por tratarse de su propia hija, lo que sabía todo el pueblo.
Sectores conservadores de la Iglesia temían que la muerte de Popieluszko "hiciese surgir a muchos minipopieluszkos, deseosos de imitar al sacerdote mártir". Esto no ha ocurrido porque el primado polaco se encargó de cortar de raíz el intento en este sentido de un sacerdote de Varsovia, Stanislaw Malkowski, a quien Josef Glemp ha prohibido predicar en toda la diócesis.
En unas declaraciones a la radio francesa, Malkowski desmintió haber dicho que "el comunismo es una ramera". "He dicho que el comunismo es una ramera soviética borracha, con lo que me refería a la visión apocalíptica de la gran ramera borracha de la sangre de los santos, montada sobre la bestia roja".
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