Democratización de las Fuerzas Armadas

En más de un periódico de esa capital -Madrid- se ha escrito sobre la carencia de espíritu democrático de algunos agentes al juzgar el periodista la actuación de aquéllos y calificarla como abusiva y perjudicial para algunos ciudadanos.Parece que examinan ustedes con lupa la intervención de los componentes de las Fuerzas Armadas y no censuran como es debido y califican la bárbara conducta de los que incendian coches, interrumpen el tráfico atravesando vehículos e increpan a los guardias con los peores insultos.

Lo de incendiar y volcar coches, etcétera, ocurre en nuestra democracia, claro, pero no es democrático, y es de la obligación de ustedes, periodistas, el significarlo y repetirlo, porque una gran mayoría de los que irrumpen en la vía pública cometiendo las salvajadas expresadas está en la creencia de que al obrar así hace uso de un derecho constitucional y, naturalmente, democrático.

El estado de ánimo que proporciona el hecho de verse el agente de la autoridad en estos trances dos de cada tres días no predispone, ni mucho menos, al empleo de maneras dulces en el trato con los ciudadanos. Bien entendido: yo censuro al que carezca de bondad, sí, de bondad; también al que carezca de firmeza, porque la ausencia de ésta da lugar en ocasiones al envalentonamiento de los bárbaros y a la aparición de situaciones más graves. Todo es cuestión de equilibrio, pero, señores, de un muy difícil equilibrio.

En fábricas y talleres, en oficinas y otros lugares de trabajo se ha introducido más o menos la democracia, lo que quiere decir que el trato entre patronos y obreros, encargados y peones, ha cambiado para mejorar, lo mismo que la organización y los horarios. Pues bien, a ver si por quien corresponde se dan las órdenes y se toman las disposiciones oportunas para que en los cuarteles de las fuerzas del orden y en el trato entre unas y otras categorías, dentro y fuera, se lleve a efecto la misma transformación que la operada en el resto de la sociedad. Pedir a los guardias que se comporten democráticamente en todas sus intervenciones, muy bien; mas, para que pongan en su conducta ese espíritu será conveniente, ya que no indispensable, que sea el mismo espíritu democrático el que presida el trato que reciban ellos. Seguro que puede lograrse sin reñir con la disciplina.

No tienen que estar fuera de la democracia los encargados de defenderla-