_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

1985

Recuerden ustedes la perra que pilló la industria cultural y el sufrido consumidor de cultura a comienzos de año. La obrita de George Orwell 1984 se cernía sobre el mundo como un supuesto espejo de las condiciones de vida de la humanidad a punto de acabarse el segundo milenio de nuestra era, que es también la de ustedes, no faltaría más. Que si nuestro tiempo es igualito al que predijo Orwell, que si el Gran Hermano es Chernenko, que sí el Gran Hermano es Pablo Porta, que si patatín, que si patatán. Jamás se habían visto tantas ganas de que la realidad imitara al arte. Confieso que prefiero el Orwell de Homenaje a Catalunya o Rebelión en la granja que el de 1984 y que me parece mejor literatura antitotalitaría la de Koestler; pero no es éste el tema de mi meditación, sino el evidente desnivel que se produce en este final de 1984 en relación a las altas especulaciones del comienzo.Empezamos acongojados por lo orwelliano que se había puesto todo y acabamos con la sensación de que sigue siendo más importan te el timo del toco mocho que la conspiración totalitaria. Nuestro Gobierno nos está vendiendo la permanencia en la OTAN por el procedimiento del toco mocho, el mismo que ha empleado para tratar de vender la reconversión industrial y el otro día en Televisión Española desapareció un carrete del programa de Torre Iglesias por el procedimiento del tirón. No faltará quien considere que estas cosas son orwellianas, porque en este país hay mucho Oscar Wilde de Vallecas y Kafkas de Triana, pero con un mínimo de sinceridad, sin que sirva de precedente, todo cuanto nos rodea sigue siendo una síntesis cultural de Arniches y Valle Inclán, con su guinda de microordenadores y revolución tecnológica.

1984 ha sido un año farsante que prometía enjundias y misterios y que no ha aportado nada más que continuidad a lo que continuaba. Los cuatro centinelas de Occidente (Wojtila, Reagan, Narcís Serra e Indiana Jones) siguen en sus garitas y en Oriente la única novedad es la aparición de un Escuadrón de la Muerte en Polonia que un día u otro liquidará el comisario Conesa polaco. Un asco, un asco alejado de las escasas capacidades proféticas del pelmazo de George Orwell.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_