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Una posible guerra civil en el fin del mundo

Nueva Caledonia se sumerge en un enfrentamiento étnico que alarma en París, la metrópoli, distante 17.000 kilómetros

La olla caledoniana se dice en París cuando se habla de Nueva Caledonia y de su situación explosiva, umbral posible de una guerra civil entre las dos grandes comunidades que ocupan este territorio francés del sur del Pacífico. Los diputados franceses y los responsables más directos de los demás departamentos y territorios de ultramar no creen en el contagio de la enfermedad que padece la isla vecina de Australia, pero la explotación política que del tema se está haciendo en la metrópoli deja atisbar, por el contrario, que el futuro de Nueva Caledonia se presenta incierto.

, Las confrontaciones y el desorden, corte de carreteras, incendios de edificios públicos, comisarías ocupadas protagonizan la vida de Nueva Caledonia desde hace casi dos semanas. En París, a 17.000 kilómetros, el debate nacional está dominado por los kanakes (negros) y los caldoches (los europeos blancos), enfrentados a muerte porque los primeros desean la independencia a toda costa y se creen los únicos dueños legítimos de la isla, mientras los segundos entienden exactamente lo contrario« Los más pesimistas hablan de "una nueva Indochina" o "una nueva Argelia".

El escenario de la posible guerra civil es así: Nueva Caledonia es una larga isla del sur del Pacífico, de 17.000 kilómetros cuadrados de superficie, poblada por sólo 140.000 personas: el 40% son kanakes, que se consideran los "ocupantes históricos". Otro 40% es europeo (caldoche), y ya vive en Nueva Caledonia desde hace varias generaciones. Se calcula que en 1870 ya llegaron los primeros europeos. El otro 20% procede de las islas vecinas, y políticamente se asimila a los europeos, agrupados en una formación política de tendencia conservadora, que se denomina Agrupación por Caledonia en la República (RPCR). Este partido se considera la prolongación del gaullismo en aquellas tierras. Los kanakes son independentistas y han creado el Frente de Liberación Nacional Kanak y Socialista (FLNKS).

Doble interés de Francia

Francia tiene un doble interés por seguir dominando en alguna medida Nueva Caledonia. En primer lugar, por razones estratégicas: en la región del Pacífico París sólo posee dos puntos de apoyo, que son Nueva Caledonia y Polinesia, en cuyo atolón de Mururoa el Gobierno francés realiza sus experiencias nucleares. Este archipiélago es el camino más apropiado para que los submarinos nucleares pasen del Pacífico al Océano Indico y supone una plataforma para vigilar el ir y venir de los sumergibles soviéticos.

En el terreno económico el interés no es menor para Francia. Hace pocos años Nueva Caledonia era todavía el tercer productor mundial de níquel y poseía la mitad de las reservas del globo. Ahora el descalabro de los precios resta importancia a esta riqueza. Pero Francia, con sus islas del Pacífico, sigue dominando 40 millones de kilómetros cuadrados de superficie de agua salada.

Este aspecto del interés estratégico-económico complica más aún la solución del futuro de Nueva Caledonia. Los problemas en este territorio no son de ayer: desde hace 20 años los sucesivos Gobiernos franceses han intentado enmarcar la isla en un clima de tranquila dependencia de la metrópoli, sin conseguirlo. Los socialistas creyeron haber encontrado la solución con las elecciones que se celebraron el pasado día 18 para elegir una Asamblea territorial con poderes autonómicos importantes, encargada de recortar las enormes diferencias entre los kanakes, pobres e ignorantes, y los caldoches, ricos y privilegiados.

Estas elecciones, que ganó el partido gaullista (34 escaños de los 42 de la Asamblea), debían ser el primer paso hacia otra etapa definitiva que se previó para 1989. En este momento se celebraría un referéndum sobre la autodeterminación, de tal manera que Nueva Caledonia quedase en alguna forma ligada a la metrópoli, fuere cual fuese el resultado.

Boicoteo kanake

Pero todo se vino abajo con la reacción de los kanakes, que dieron la orden de boicotear las elecciones a pesar de que el plan socialista, en apariencia al menos, les favorecía. Desde ese día electoral, sembrado de graves incidentes, la confrontación entre negros y blancos es un drama alarmante.

La actitud violenta de los kanakes se debe fundamentalmente a un hecho: a las elecciones legislativas de 1986, que hoy se dan por perdidas para la actual mayoría socialista. De ser así, la eventual nueva Asamblea conservadora es posible que relegara la posibilidad de la independencia. Precisamente por lejana los kanakes rechazan la fecha de 1989 para el referéndum. Pero aún existe otra razón: esta etnia minoritaria no quiere que los caldoches participen en el referéndum sobre la autodeterminación, porque entonces los kanakes serían perdedores. En esta encrucijada es donde, ocurra lo que ocurra, se vislumbra la posibilidad de una guerra civil entre las dos comunidades.

Nadie piensa hoy en París que las antiguas colonias francesas, como La Reunión, en el océano Indico, y Guayana, Guadalupe y Martinica, en el Caribe, puedan contagiarse de la enfermedad de Nueva Caledonia. Pero lo cierto es que la clase política francesa lleva dos semanas de pelea enconada a causa de lo que pueda ocurrir en los otros territorios de ultramar a partir del lejano modelo del Pacífico sur.

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