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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Ética y preceptiva

Después de leído el libelo del señor Valente Cuba, preceptiva e información, publicado en EL PAIS de 29 de septiembre pasado, me apresuré a escribir a Marío Benedetti por considerar que había sido objeto de un ataque mezquino, ramplón y falaz. Escribí dos veces a EL PAIS y, ante la negativa a publicar ninguna de mis cartas, hoy vuelvo a hacerlo. Esta vez me siento obligado a insistir porque considero que es una cuestión de ética. De ética y de dignidad. El señor Valente no hizo sólo, con su libelo, bueno aquello de rascarse donde ni siquiera le picaba, al terciar en una polémica que no le concernía, sino que quiso ridiculizar a un escritor de casta, a un hombre de bien, como es Mario Benedetti, pisoteando zafiamente la dignidad de una persona que forma parte de la teoría de los humillados y ofendidos. Al obrar como lo hizo, Valente abrazó una vez más la causa de los depredadores.Pero Valente es, además, funcionario de un organismo universal del sistema de las Naciones Unidas y, en tanto que funcionario internacional, está obligado a respetar la cláusula común a todo el sistema, denominada obligación de reserva. Ningún funcionario puede atacar públicamente a un país miembro de la ONU. Al menos, hasta la fecha, esto es algo que todos hemos comprendido, por lo que dicha cláusula había sido respetada. Atacar a un país miembro, y hacerlo gratuita y selectivamente, es faltar a la ética profesional y, en mi opinión, a la ética a secas. En el sistema de las Naciones Unidas, todos los países tienen los mismos derechos y deberes, y no hay países de primera, segunda y tercera categorías. Al obrar con la ligereza con que lo hizo, el señor Valente se descalifica, y en adelante, cualquier acto que pueda realizar en su calidad de funcionario e inherente a las funciones que desempeña estará tachado de irregularidad, ya que se prestará a que se ponga en tela de juicio su imparcialidad. Y esto es muy grave para la institución que tan mal sirve, ya que puede dar origen a controversias, impugnaciones y sospechas de prevaricación.

Éstas son, resumidas, las razones de mi insistencia al desear puntualizar algunos extremos del escrito del señor Valente. Hay armas arrojadizas cuyo efecto puede ser el de bumerán. Como hay escupinazos ciegos y malévolos que pueden ir a parar a la sopa con la que el autor del desdichado libelo se nutre.-

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