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Dos atentados contra la estabilidad democrática

Los últimos atentados de los GAL han sido reivindicacos y desmentidos

Algunos de los últimos asesinatos atribuidos a los autodenominados Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL) han sido reivindicados e inmediatamente desmentidos en nombre de esa organización terrorista. Así ha ocurrido en el atentado a Santiago Brouard y en el asesinato del trabajador de Hendaya, Jean Pierre Leiva. El comunicante que revindicó para los GAL la muerte de Brouard adjudicó a ese mismo grupo criminal el atentado que costó la vida el domingo en Biriatou (Francia) al joven Christian Olaskuaga.Los GAL, al contrario que ETA, no han utilizado hasta el momento unos canales específicos para la difusión de sus reivindidaciones, ni acuñado expresiones, estilo y sello propios que les permitan avalar la autenticidad de sus comunicados. Un año después de su irrupción en la escena violenta, continúan siendo un grupo fantasma del que se ignora y se sospecha lo fundamental, más allá de la imagen de mercenarios, cazarrecompensas ligados a organizaciones terroristas de extrema derecha y conectados con los ambientes del hampa.

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El supuesto portavoz de los GAL que desmintió la reivindicación del atentado del dirigente de HB, parece ser, sin embargo, la misma persona que dio lectura a los primeros comunicados reivindicativos de este grupo. Pronunció en francés frases concretas como "tendrán noticias del GAL" y "ya dijimos que no actuaríamos en territorio español" que remiten a anteriores comunicaciones.

En sus orígenes los GAL se presentaron a sí mismos como unos grupos dirigidos y perfectamente organizados, adiestrados en las consignas de un plan criminal altamente eficaz que buscaba diezmar a ETA y que, en algunos casos, demostró poseer niveles de información superiores, incluso a los que manejan habitualmente algunos estamentos de la policía francesa. Eran pistoleros organizados en grupos estancos, profesionales que mataban y desaparecían disciplinadamente.

Las primeras detenciones corroboraron el carácter mafioso de los asesinos, muchos de ellos ciudadanos franceses, de origen norteafricano, con vinculaciones en organizaciones terroristas. En Bayona, en San Juan de Luz y en Hendaya los refugiados subían la guardia sistemáticamente ante la presencia de individuos cuyos rasgos parecían revelar un origen argelino o marroquí. Algunas autoridades españolas hablaban de "le GAL" para remarcar la nacionalidad francesa de ese grupo terrorista.

La detención en Irún de los asesinos de Jean Pierre Leiva modificó notablemente el estereotipo de activistas profesionales acuñado por el GAL. Los detenidos fueron encarcelados después de admitir su pertenencia a ese grupo terrorista y de implicar a un industrial, Víctor Manuel Navascues, actualmente en libertad provisional y a un supuesto guardia civil todavía no identificado. El GAL negó que estos jóvenes, detenidos en su primer atentado, pertenecieran a su organización. Surgió entonces la sospecha de que un grupo nuevo había nacido a la sombra del GAL oficial, y reclamado sus siglas.

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