'Los marginados' y la España pobre
Estas semanas, la reportera de televisión Carmen Sarmiento nos invita, desde. el espacio Los marginados, a dar un paseo por las extensas regiones del mundo donde la injusticia es dueña y señora de la vida de millones de seres humanos. Pero también es cierto que no hace falta viajar muy lejos para acercarnos a los dominios de la miseria y de la injusticia. Guatemala, Nicaragúa, Afganistán son tan sólo extrapolaciones lejanas y topónimos sugestivos para realidades que se pueden agolpar junto a nuestra puerta. La selva nicaragüense o los extensos páramos afganos son sólo un remoto escenario para algo que podemos encontrar en nuestro propio país, sin necesidad de preparar pesadas alforjas o consultar abundante cartografía si lo único que deseamos es encontramos frente a frente con la injusticia. No es, sin embargo, desdeñable la intención de Sarmiento de presentarnos semanalmente aspectos lejanos de lo injusto, sino, más bien, todo lo contrario: su propósito de hacer pasar ante nuestros ojos las mil caras de la infamia merece nuestro aplauso, si es que se puede aplaudir lo que, por definición, no puede levantar ningún aplauso. Ella sabe perfectamente que no hace falta volar tanto en avión ni cargar el pasaporte con decenas de visados de lejanas repúblicas para recoger testimonios vivos de situaciones humanas que nos indignan. Le bastaba con haberse alejado escasos kilómetros del Pirulí televisivo para haber elaborado un reportaje tan bueno y, a la vez, tan repugnante como todos esos que, hasta la fecha, nos ha venido ofreciendo. En la España del norte, en la del sur, en la insular... En cualquier, parte en donde decidamos comenzar a escarbar periodísticamente encontraremos realidades que nos pondrán los pelos de punta y existencias que claman al cielo para que alguien haga algo. Aunque, lo que son las cosas, alguien, en estos casos, casi siempre termina significando nadie, y algo, por esa tendencia que parece tener la vida hacia lo absurdo y lo rocambolesco, se suele quedar en nada. No estaría bien, pues, criticar ni un ápice la tarea de la reportera, pero sí recordar a todos aquellos que el lunes noche sienten un escalofrío que casi les levanta del cómodo diván que la distancia en los reportajes de Sarmiento es prácticamente una excusa; si fueran escritos sería tan sólo una licencia literaria. Ni tan siquiera es necesario agotar el depósito de gasolina del coche para encontrar la miseria.- Periodista.
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