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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La primera responsabilidad de Reagan

SERÍA EXAGERADO atribuir a una razón única la impresionante victoria que Ronald Reagan ha obtenido en las elecciones presidenciales. Se ha producido una confluencia de diversos factores, de orden interior y exterior, que ha facilitado a Reagan convertirse en la representación de una serie de anhelos y aspiraciones sentidas profundamente por la inmensa mayoría de los ciudadanos norteamericanos. Las fronteras entre los electores tradicionales de los dos partidos han sido traspasadas para que se volcasen en beneficio del actual presidente muchos votos demócratas. En muchos casos, como, indican los resultados del Senado y de la Cámara de Representantes, el voto a Reagan para presidente se ha compaginado con el voto por candidatos demócratas en las otras urnas. El factor decisivo que ha determinado los resultados del 6 de noviembre ha sido la recuperación económica en EE UU. Es un factor que entra en cada casa y que tiene una fuerza de convicción casi absoluta. La inflación ha bajado al 4%, cuando estaba en más del 7% en 1980. Casi siete millones de nuevos puestes de trabajo han sido creados. El ciudadano individual, concreto, tiene la experiencia directa de que la economía marcha mejor; de que él vive mejor. Y una sensación difusa de prosperidad, que influye incluso a sectores aún en condiciones penosas. Sin duda, esa recuperación económica tiene sus costos; pero los pagamos en cierto sentido nosotros, es decir, los ciudadanos de otros países. La economía norteamericana funciona y se desarrolla con un déficit pavoroso, que financiamos en la práctica, en gran medida, los europeos y los países del Tercer Mundo. Pero electoralmente, el hecho indiscutible es que Reagan ha podido presentar a sus conciudadanos el argumento decisivo de la recuperación.Por otro lado, Reagan ha logrado crear una sensación de que EE UU vuelve a ocupar una posición de prestigio y de predominio en el mundo. Si se piensa que las frustraciones dejadas por la derrota en Vietnam aún no estaban curadas, se comprende que el llamamiento de Reagan a una hipersensibilidad patriotera haya sido electoralmente rentable. Aunque haya en ello mucho de ideológico, ha dado la sensación de que era capaz de hablar fuerte, y de que no pasaba nada; no se observaba un incremento de los peligros de guerra. Sin duda, esta utilización del chovinismo se inscribe en un fenómeno más general: una ola de conservadurismo que penetra también en amplios sectores de la juventud. Después de

un período de ilusión y esperanza en cambiar la sociedad, en crear una vida más libre, en romper hábitos y jerarquías, asistimos a un retorno de los valores tradicionales, la familia, la religión, la patria, el orden. Una tendencia a la involución, a encerrarse cada uno en su vida individual, y que gobiernen los que saben. Es un fenómeno tan preocupante como real. Y no sólo norteamericano.

No ha contribuido poco, por último, a la victoria de Reagan la escasa estatura de su contrincante. Mondale era el pasado, el recuerdo de los años grises de Carter. A pesar de la novedad de la candidatura de Geraldine Ferraro, Mondale no era el hombre capaz de ofrecer una alternativa con credibilidad y perspectivas. Es probable que Hart hubiese cambiado bastante los términos de la batalla electoral.

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Con vistas al futuro, las proporciones del triunfo de Reagan acrecen considerablemente su poder en un momento particularmente grave de la historia. Si en 1980 ganó con el 55% de los votos, ahora ha obtenido el 59%. Si entonces llegaba a la Casa Blanca sin experiencia en la máxima jerarquía del Estado, ahora lleva cuatro años gobernando; se ha paseado por el mundo; conoce a la mayor parte de los dirigentes de otros países. Tiene también mayor poder, y por lo mismo mayor responsabilidad. Entre todas las asignaturas pendientes en la mesa de su despacho ovalado, hay una con importancia prioritaria: los armamentos nucleares. Es la cuestión decisiva del nuevo cuatrienio que pronto va a empezar. Lo que ahora el mundo se pregunta es si Reagan va a ser capaz o no de reanudar la negociación sobre el control y reducción de los misiles nucleares. Su actitud presenta en ese orden dos caras: por un lado, está su actitud intransigente en favor de un rearme en gran parte ya en marcha. Si sus planes se llevan a cabo, dentro de cuatro años EE UU contará con cierto número de misiles MX, cada uno con 10 ojivas nucleares; con el nuevo cohete Midgetman; con nuevos misiles Trident en submarinos; con proyectos en marcha para instalar armas en el cosmos; con los nuevos bombarderos Stealth, más eficaces que los B. 1. La URSS, por su lado, habrá realizado o puesto en marcha programas más o menos correspondientes.

Sería absurdo creer que con esos superarmarnentos EE UU será más grande. Quizá sea lo contrario; estará más incapacitado para salir del círculo vicioso, más alienado por un militarismo nuclear de nuevo cuño que va contaminando toda la política y hasta el pensamiento político contemporáneo. Lo que sin duda estaría más cerca, con la realización de ese programa, sería el peligro de una guerra-holocausto. Al mismo tiempo, y sobre todo en sus últimos discursos, Reagan insiste en su voluntad de buscar nuevos caminos para la negociación y el desarme nuclear. En ese orden tiene ahora una ocasión única. El último discurso de Gromiko ofrece matices indicativos de que en Moscú se espera algo de ese género. Recordemos que la dificultad esencial, aunque los soviéticos hablen siempre de euromisiles, no se plantea en el terreno militar, en el que uno y otro tienen sus respuestas. El problema es político. Los soviéticos, sobre todo con una dirección incierta como la que hoy gobierna en Moscú, no aceptan encontrarse en posición de inferioridad; quieren aparecer en un plano de igualdad. Hoy Reagan puede renunciar, con una tranquilidad que no tenía hace unas semanas, al lenguaje de la prepotencia. El nombre que deje en la historia dependerá más de su capacidad de abrir una vía al desarme nuclear que del número de votos que ha obtenido en las elecciones.

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