_
_
_
_

A toque de corneta

El alcalde de 'Valencita', socialista y ex guardia civil, acusado de imponer el terror en su pequeño pueblo

En Valencia del Mombuey, Valencita, un pueblo de 1.000 habitantes hundido entre Badajoz, Huelva y Portugal, el alcalde impone terror entre los suyos. Diego Escobar, el Pinochet extremeño, está acusado incluso de torturas. "Aquí, amigo, hablar puede resultar peligroso. Dices algo que no le guste al Pinochet, éste se entera, porque se entera de todo, y te quedas sin subsidio. Nadie se arriesga a perder las cuatro pesetas que entran en su casa", comenta Rafael, uno de los pocos vecinos que no habla bajo el anonimato.

El Pinochet extremeño es, según la oposición conservadora y una denominada Coordinadora por la Paz y las Libertades de Valencia de Mombuey, Diego Escobar, el alcalde de este pueblecito de apenas 1.000 habitantes, que ha visto su nombre reflejado en los medios informativos provinciales y nacionales por manifestaciones de protesta y a favor de su gestión, acusaciones de torturas, querellas criminales por injurias, etcétera.Huérfano de carabinero, Diego Escobar abandonó el colegio de Valdemoro "con derecho a galones". Corrían los años cuarenta cuando iniciaba un largo peregrinaje por distintos puestos de la Guardia Civil de Badajoz, hasta recalar en la capital pacense, donde, en agosto de 1979, se retira con la graduación de capitán para, un mes después, ingresar en el PSOE.

Hasta mayo de 1983, en Valencia del Mombuey, "de toda la vida había mandado la derecha". El capitán retirado se plantea "hacer algo por mi pueblo, que tantos años llevaba castigado", y organiza el PSOE local, elevando el número de militantes de cuatro a 35. Gana las elecciones: "Conmigo llegó la democracia", señala en tono satisfecho, "porque hasta en las comisiones participan los vecinos. No tengo sueldo, y las 9.000 pesetas de gastos de representación las reparto mensualmente entre los necesitados".

Esta actitud no la comparte Francisco Díaz Salgueiro, portavoz de Alianza Popular, para quien "con Escobar llegó la dictadura. Sólo se discuten gilipolleces en el Ayuntamiento, se niega a darnos las actas de los plenos, crea impuestos que después interpreta a su manera, como ese del carruaje en puertas falsas pisando aceras, y después te lo cobra pises o no la acera. Lo de Pinochet que conste que no se lo puso Alianza Popular, ha sido el propio pueblo quien decidió llamarlo así. Usted pregunte...".

Pero la gente no está por la labor. "Es que no se anda con chiquitas", dice don Rafael. "Pues no tiene jodido al guarda rural poniéndole servicios que le obligan a ir como un zascandil durante 17 kilómetros o más cada día". El guarda rural es hijo del anterior alcalde y parece, en opinión del grupo, que no tiene la misma suerte que el barrendero: "Éste cobra un sueldo del Ayuntamiento y después lo tiene apuntado al paro".

Diego Escobar, el alcalde, dice: "Aquí lo que pasa es que siempre han mangoneado unos cuantos. En la campaña electoral se me pidió que acabara con el desorden". Y advierte: "¿Ve usted aquel del traje negro?, es Pepe, el secretario retirado, con 120.000 pesetas mensuales. Cuando llegué aquí me entero que es corresponsal de un banco por el que circulan todas las cuentas del Ayuntamiento, lo que le proporciona otros beneficios. Entonces pasé la cuenta a una caja extremeña, que tiene como agente a una maestra en paro".

La noche ya ha caído en Valencia de Mombuey; una segunda visita al casino, repleto de público, resulta igualmente infructuosa. Nadie responde a las preguntas, nadie quiere dar su opinión sobre el alcalde, ni siquiera se molestan en levantar la vista de las cartas. Las mujeres que aisladamente circulan por la calle principal tampoco están dispuestas a hablar. Un grupo de tres jóvenes, por fin, accede: "¿El alcalde? Sí, lo está haciendo muy bien. Es un hombre serio".

Acusaciones de tortura

En una esquina de la plaza, junto a la iglesia, se ha preparado una reunión de confidentes. Están algunos de los que antes no quisieron hablar. Preguntados por las torturas que se dice aplicó el alcalde en sus tiempos de guardia civil acuden a la ya conocida acusación del senador Baselga, de que torturó a un trabajador por robar leña, y se hacen eco de otros sucesos.Diego Escobar paseando por la calle pese a lo intempestivo de la hora y de la lluvia, asume con tranquilidad estas acusaciones: "Es metira. ¿Por qué no dan nombres concretos, fechas, lugares", y con gesto enérgico señala: "¿Cuándo la Guardia Civil ha torturado por coger a un trabajador cogiendo leña".

El ambiente comenzó a crisparse en Valencita durante las pasadas fiestas patronales: "Un grupo de jóvenes querían liarla. Metían vasos en la verbena, los rompían, molestaban a la gente, se pegaban... Un niño se hirió con los vidrios y una mujer recibió un corte mientras tres jóvenes se golpeaban".

Obsesionado con la disciplina

Los jóvenes de la denominada Coordinadora por la Paz y las Libertades de Valencia de Mombuey intepretan los hechos de otra manera: "Está obsesionado por la disciplina militar. Se inventó un nuevo adorno para la verbena. Junto a las luces y las guirnaldas colocó por todos lados carteles prohibiendo la entrada de vasos".Pasan las fiestas y esta coordinadora prepara una manifestación contra el alcade: "Pero no acudieron más de 57 personas", y allí aparece la pancarta "Contra un fascista que se cambió a socialista". Señala Diego, Escobar que "Esto no puede consentirlo, porque no sólo se me injuria a mí sino también a la propia Guardia Civil", y pronuncia aquella frase que tanto enfadó a los convocantes de la manifestación: "Allí se reunieron, quizá por primera vez en España, gente de AP, un concejal comunista y un maleante".

"Nosotros no somos maleantes", dice José Rodríguez, que anda metido en querella contra el alcade por calumnias e injurias. Lo único que pretendíamos era quitarle el miedo a la gente. Es un dictador, tiene amedrentado al pueblo. Hace y deshace a su antojo. Parece que estamos en la posguerra".

Pero el alcalde mantiene que "entre los organizadores hay gente con antecedentes delictivos. Y no lo dije por injuriar, sino para que se supiera quién organizaba la manifestación. Esteban Linares, otro de los firmantes, está condenado por el Juzgado de Olivenza por causar lesiones a una persona. Pregunten en Villanueva del Fresco y le dirán la que organizó en una romería. Lo metieron en el calabzo municipal y hasta destrozó la puerta". "Qué puerta no sería", se defiende José Rodríguez. "Si por armar una gresca en una verbena se tuvieran antecedentes, todos en este país estaríamos fichados".

De la barbería de José Rodríguez al bar Plin, propiedad de Esteban Linares, apenas hay 50 metros. La puerta está cerrada: "Es otra cacicada. Lo ha clausurado", a lo que el alcalde responde que "eso es falso. Tenía advertencia de cierre por incumplimiento de horario en abril y julio; lo que pasa es que la orden gubernativa de cierre llegó después de la manifestación, y piensan que ha sido cosa mía".

Una última opinión cuando ya abandonábamos el pueblo, la del propio hermano de Estaban Linares, otro Rafael, pero éste sí dice que es "un buen alcalde, serio y honrado". Cándido, Andrés, Daniel, Emilio y Gregorio, todos ellos jóvenes, asienten en el mismo concepto. Pero son los únicos que han hablado después de preguntar a más de 40 personas.

Con su pobreza, con ese bosque da jara que rodea su término municipal en más de un 70%, con unas ovejas perdidas en el firme de la carretera, Valencia del Mombuey, Valencita, quedó atrás en medio del silencio, algo habitual en el pueblo. Ahora vendrá, en Badajoz, la vista de dos querellas criminales: una, la del alcalde contra los organizadores de la manifestación por haberle llamado fascista, y otra, la de los jóvenes de los que Diego Escobar dijo que eran maleantes. El PSOE defiende al alcalde, y Alianza Popular pagará los costes que origine la querella de los jóvenes.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_