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Una gran operación, y, sin embargo...

Pere Vilanova

El autor de este artículo analiza el decálogo propuesto por el presidente del Gobierno, Felipe González, en relación a la seguridad de España y la OTAN. Sobre el referéndum, apunta la hipótesis de que la pregunta versará sobre la ratificación o no del consenso creado en el Parlamento y señala como uno de los más graves incumplimientos del programa del PSOE la negativa, sin explicaciones, a firmar el tratado de no, proliferación de armas nucleares.

La cuestión de la seguridad de España y su tratamiento en el debate sobre el estado de la nación -sin duda uno de los temas estrella de los debates parlamentarios de estos días- merece un doble comentario: por un lado, vale la pena detenerse en algunos aspectos del famoso decálogo; por otro lado, es ineludible sacarse el sombrero ante el procedimiento utilizado por el presidente del Gobierno en este caso concreto. Quizá sea mejor comenzar por este último aspecto. Hasta el día 22 de octubre de 1984, una amplísima mayoría de la opinión, incluyendo en esa mayoría a buena parte del, PSOE, estaba de acuerdo (con grados de entusiasmo variable) en que: a) el Gobierno y la dirección del PSOE mantenían desde 1982 una. actitud deliberadamente ambigua, hecha de silencios y de declaraciones contradictorias, sobre el futuro, de España en la OTAN; b) paralelamente, los síntomas visibles de los últimos dos años apuntaban hacia un atlantismo rampante, negado sistemáticamente por los propios dirigentes socialistas; e) lo, más irritante era que, ante esto, casi todos los miembros del Gobierno (con alguna excepción) y muchos dirigentes del PSOE negaban cualquier contradicción, rechazaban como provocadora cualquier interpelación en este sentido y afirmaban estar "donde siempre hemos estado", es decir, y manteniendo las formas, en el programa del último congreso y en el programa electoral. En fin, todo esto es bien conocido. Añadiríamos otra crítica suplementaria:a lo largo de estos dos años el debate sobre o contra la OTAN ha sacudido a buena parte de la OTAN y los dirigentes del PSOE han estado significativamente ausentes de la misma (véase el debate en torno a los artículos de Claudín y Parainio, en junio de este año). De este cuadro deducíamos que, en este teina, Felipe González estaba a la defensiva y que no sabía cómo salir M atolladero, sobre todo ante: la inminencia del próximo congreso de su partido y los resultados elocuentes de las reuniones precongresuales.Pues bien, Felipe -habida cuenta de la media que da la clase política profesional de este país ha dado un vuelco espectacular a la situación. Para empezar, ha desvelado definitivamente sus cartas en el sentido atlantista antes apuntado, y para ello ha jugado dos bazas: una, cierta, es la de que en política exterior los pactos de los Gobiernos precedentes obligan a sus sucesores, y éste es el caso. (aunque ya lo sabíamos en mayo de 1982, cuando Calvo Sotelo nos metió en la Alianza); otra, no tan cierta, que consiste en no explicar todo lo que se da por bueno en el decálogo, y a ello iremos más adelante. A continuación, ha emplazado a toda la oposición a un consenso al que no se puede negar, y si no, al tiempo, porque cuando Felipe plantee la votación en el Congreso (supongo que en el otoño de 1985), la derecha, el PNV y la Minoría Catalana, o votan con el PSOE o se abstienen, cosa que no altera la mayoría absoluta que tienen los socialistas. Y con esa mayoría absoluta, Felipe va a plantear la cuestión del referéndum no en términos de OTAN sí o no, ni siquiera en términos de apoyo al Gobierno, sino en términos de "¿Ratifica usted la decisión del Congreso de los Diputados tomada por mayoría absoluta sobre la seguridad de España en el seno del mundo occidental?". Puede variar la cosa, pero si yo fuese Felipe insistiría en vincular al votante nada menos que con la voluntad de la Cámara baja, máxima representación de la voluntad popular. Añádese a esto el hecho de que en febrero de 1986 España será miembro, desde el mes anterior, de la CEE. Con un plazo tan corto, la euforia política estará en su cenit, y en cambio, el desencanto de que por estar en la CEE no vamos a ser ni más altos ni más guapos (y que conste que estoy por la entrada en la CEE) no se habrá dejado sentir todavía. Si yo. fuese Felipe, haría todo lo posible para que el referéndum tuviese un carácter plebiscitario, y una vez ganado, disolvería las Cortes dentro de los plazos legales y convocaría elecciones generales para mayo, coincidiendo con las autonómicas andaluzas. Con Fraga como altemativa -hay quien dice que Fraga se hizo del PSOE en 1974 o 1975, cuando estaba de embajador en Londres, pero que Guerra lo tiene desde entonces como topo en la oposición-, y con lo de Roca en fase tan incipiente, aquello puede ser jauja.

Los úlümos obstaculos

El procedimiento utilizado -centrar el tema en el Congreso de los Diputados y acorralar a la derecha en este tema- reduce a cero los dos últimos obstáculos: la resistencia dentro del PSOE será digerida en su congreso y quedarán 12 meses para que la base se acostumbre, de buen grado o con resignación, a la nueva doctrina; el segundo escollo es el de las encuestas que dan mayoría contra la OTAN. Pero a estas alturas Felipe sabe ya que en el curso de una encuesta en la que se preguntan temas abstractos "la paz", "el terror nuclear" "los bloques militares"), el preguntado tiende a posicionarse de forma clara de un modo que no puede extrapolarse a lo que luego esa persona hará el día de una elección o un referéndum, porque la motivación será distinta. Ligando hábilmente el carácter plebiscitario del referéndum con la insinuación de unas elecciones generales justo después, la incitación a no debilitar al presidente es muy fuerte: sólo un puñado de recalcitrantes, pacifistas, radicales e iluminados seguirá en sus trece el día del referéndum.

Queda poco espacio para comentar el decálogo. Pero vale la pena reseñar: a) que Felipe dice lo mismo que dijo Morán no hace mucho, puntos uno y dos, y no se entiende por qué le abroncaron a Morán. Quizá por matizar que si no estamos en la estructura militar, ¿qué hace un representante permanente militar en el Comité Militar de la OTAN? Y desde luego, ¿qué hacemos en algunos de los veintitantos comités en los que estamos? Por lo demás, un alto cargo de Defensa, de apellido Serra (no el ministro, el otro) ha ido a Estados Unidos a pedir que el sistema de alerta aérea español (sic) sea, montado, financiado y verificado por Estados Unidos directamente. El punto tres del decálogo queda, pues, tocado de raíz, pero a Papandreu le pasa lo mismo. El punto cuatro, de nuclearización de España, estaba ya en el tratado hispano-norteamericano de 1976, y no es, pues, una conquista de los socialistas, ni siquiera de la democracia (el pacto se firmó en enero de 1976, pero fue negociado por el último Gobierno de Franco).

La negativa a firmar el tratado de no proliferación de armas nucleares es uno de los incumplimientos más graves del prograrna del PSOE, y el presidente no ha explicado por qué. Lo de la UEO, tentativa interesante pero cien veces fracasada por presiones internas y externas (EE UUI, es un intento de apuntar que lo que interesa de la OTAN no es su vinculación con Estados Unidos, sino sus posibilidades europeístas. Bien, éste es, a mi modo de ver, el debate más urgente del futuro inmediato, pues sobre este tema la opinión está muy desinformada y cualquier cosa que diga el Gobierno o los que nos mostramos escépticos deberá ser argumentada y demostrada. Para ello, habrá que demostrar que la dependencia tecnológica y logística respecto de EE UU, por no hablar de hipotecas de otro tipo, no es absoluta en la OTAN.

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Por ejemplo, la gente debe saber que la OTAN como tal no tiene armas nucleares ni decide sobre el uso de las niÍsmas. Tienen armas nucleares Francia, el Reino Unido y Estados Unidos. Los Pershing II y los Cruise son propiedad de Estados Unidos, y sobre su usó la Alianza sólo establece la necesidad de una eventual consulta, pero el disparo (la decisión y su ejecución) son estrictamente norteamericanas: para un teatro europeo, que conste.

Quedan dos cosas. Quisiéramos saber cuál será la pregunta y cuáles los términos del gran debate nacional previo al referéndum. Eso también se prometió. Estaría bien que eso, por lo menos, se cumpliera.

Pere Vilanova es profaor de Derecho Político en la universidad de Barcelona.

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