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Una China capitalista

( ... ) La última reunión del partido acordó llevar a cabo reformas parecidas en millones de empresas e industrias artríticas. ( ... ) Las órdenes de los planificadores de Pekín serán sustituidas por instrumentos como la fiscalidad y el control del crédito. Las fábricas tendrán que competir para obtener beneficios, y el Estado ya no comprará todo lo que manufacturen. Se permitirá que algunos (fuera del partido) se enriquezcan más que otros. Y lo que es más importante, los precios de millones de productos se establecerán en base al perro rabioso de antaño: el mercado libre. ( ... )Pero como ocurre con toda revolución, la de Deng Xiaoping conlleva sus riesgos. Indudablemente, ésta será beneficiosa para el crecimiento económico, pero también puede reforzar la todavía notable oposición política de Deng. Es seguro que los cuadros, felices con los subsidios estatales y los puestos de trabajo permanentes, se van a oponer. Un Gobierno que hasta hace tan poco predicaba el igualitarismo marxista (aunque no lo practicara) también se las verá y se las deseará para justificar grandes diferencias salariales. Y mientras las nuevas refermas no se extiendan a la industria pesada, como el acero, las ineficacias socialistas persistirán.

( ... ) La clave de cualquier liberalización de este estilo es, desde luego, la libertad de precios; sólo los precios del mercado distribuirán justa y eficazmente los recursos. Los soviéticos nunca lo intentaron en serio. Sin embargo, China está en mejor situación porque no destruyó totalmente la clase empresarial que existía antes, de 1949. Indudablemente, China también ha estudiado el éxito económico de sus vecinos capitalistas de la periferia del Pacífico. Cualesquiera que sean las razones de Deng Xiaoping, el mundo occidental tiene que tener esperanzasen su éxito. Durante años, los hombres de negocios extranjeros han suspirado por el enorme mercado interno de China (¡mil millones de pares de zapatos!) y tal vez ahora puedan venderle algo. Una China en crecimiento y con una economía de mercado tendrá menos posibilidades de precipitarse en un torbellino maoísta o de coquetear con los soviéticos. (...)

Nueva York, 26 de octubre

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