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Tribuna:
Tribuna
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Morir con los zapatos puestos

1. Hay obras del patrimonio nacional cuya defensa de todo riesgo o menoscabo impone una conducta arrojada, una decisión intrépida y brusca. ¿Quién podría contemplar con indiferencia o desidia un intento de agresión contra Las meninas, Los fusilamientos del Dos de Mayo u otra tela maestra de nuestra pintura? ¿Quién permitiría que un ignorante, un bárbaro, un per turbado atentara contra el símbolo de un Guernica cuya recuperación nos ha costado tantos esfuerzos y lágrimas? Cualquier defecto o tardanza en el cumplimiento del deber, cualquier vacilación de los - responsables de su integridad amenazada serían necesariamente juzgados, qué duda cabe, por el conjunto de la opinión pública. Hay bienes por los que los heroicos celadores del orden deben estar dispuestos a sacrificar sus vidas y, si es necesario, las de los demás. Esta determinación gallarda y digna de encomio tocante a nuestros tesoros más célebres merece abarcar igualmente a aquellos otros que, aunque menos presentes en la conciencia artística del país, son objeto, no obstante, de vigilancia discreta: por ejemplo, el tapizado de los tresillos de la estación de Chamartín.II. Abdellah Arrouch, nacido en Fez el 16 de diciembre de 1955, obrero y residente en su ciudad natal, se ha embarcado en Ceuta rumbo a Algeciras. Una mala coordinación en los horarios le obligará a aguardar un día entero en esta última el tren nocturno para Madrid. No ha tenido la elemental precaución de reservar un asiento, y deberá permanecer de pie durante el trayecto, contemplando desde la ventana del pasillo las sombras chinescas de los vagones en el invisible paisaje. Ha dejado atrás familia y tierra en busca de algún remoto Eldorado: como para millones de españoles años atrás, su fortuna se cifra en una maleta y el dinero indispensable para el viaje. Por consiguiente: fumar, adormecerse, dar cabezadas, apearse por fin en el andén de la estación de una ciudad extraña, cuyo idioma se desconoce y en donde no se tiene ningún amigo. Trasladarse de Atocha a Chamartín, consultar las salidas de trenes para Barcelona, adquirir un billete, errar insomne por el vestíbulo y descubrir con alivio el sofá de un tresillo en el que poder descansar. Soledad, incertidumbre, me lancolía, cansancio, sueño, mucho sueño. ¡Abdellah Arrouch ignora o finge ignorar que al acostarse en el sofá con los zapatos puestos, su descomedido movimiento pone en peligro un anónimo pero valioso ejemplar de mueble de época incluido por los conservadores de Bellas Artes en nuestro rico, intangible patrimonio nacional!

III.Todos los técnicos y conocedores del mueble de época concuerdan: los tresillos de la estación de Chamartín son un joyel de esa espléndida tradición artesanal hispana cuyos orígenes se remontan a la Edad Media. Cuidadosamente dispuestos a lo largo del vestíbulo de aquélla a fin de suscitar la admiración de los forasteros, son causa de orgullo legítimo para los hijos de nuestra ciudad. El exquisito diseño de sus formas, elegancia de líneas, delicadeza y finura del tapizado muestran la pervivencia entre sus artífices de una serie de valores perdidos en otras partes y que todos nos envidian. ¡Estos detalles de clase pueden pasar inadvertidos a la pupila turbia, ofuscada, de un emigrante del Tercer Mundo, pero no al ojo avizor, a la mirada experta de quienes noble, animosamente velan por nuestra riqueza y seguridad!

IV. Pero recurramos al testimonio escrito de lo sucedido, firmado horas después en la comisaría, y demos la palabra a nuestros abnegados agentes: "Sobre las 16 horas y 40 minutos del día de la fecha se hallaban prestando servicio de vigilancia en el vestíbulo de taquillas de esta estación, observando que un viajero se hallaba acostado sobre un tresillo, con los zapatos puestos, por lo que procedieron, con toda corrección, a invitarle a que se sentara correctamente, quitando los pies del tapizado, al que, lógicamente, mancharía. Que ante este requerimiento, dando muestras de obedecer de mala gana, se sentó correctamente, continuando dichos policías nacionales con la vigilancia del indicado vestíbulo. Que al volver, nuevamente volvieron a encontrarse al mismo viajero en la misma posición en que se hallaba cuando fue requerido para que se sentara correctamente, por cuyo motivo volvieron a requerirle en las mismas circunstancias anteriores, si bien su reacción no fue la misma, ya que se levantó en actitud agresiva y con palabras pronunciadas en un idioma desconocido para los comparecientes y, que por su actitud claramente hacía comprender su enojo y pretensiones de proceder a su agresión, lo que posteriormente fue confirmado y evitado gracias a un movimiento de, esquiva realizado

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por el policía nacional X. X. Que ante esta actitud, tan incomprensible como inesperada, la pareja de Policía Nacional que relata los presentes hechos procedieron a su detención y traslado a esta comisaría al objeto de su identificación y aclaración de las causas que pudieran haberle hecho conducirse de forma tan extraña".

V. La acumulación de conyunturas extrañas, incomprensibles e inesperadas conducirá inevitablemente al drama: ¡abrumado tal vez con tanto corrección, el viajero se escabulle entre la muchedumbre! Localizado minutos después en la zona de paquetes. exprés, emprenderá de nuevo una veloz carrera -"sin duda, con la intención de darse a la fuga"- en dirección a las puerta de salida. Aunque los comparecientes ante el comisario y juez instructor manifestarán haber gritado "Alto, alto a la policía" y disparado al aire con sus armas reglamentarias, el rudo menospreciador del tapizado de los tresillos hará caso omiso de sus advertencias y proseguirá su sospechosa huida. Cuando caiga bruscamente en tierra, en posición de decúbito supino y empapado en sangre, será trasladado a la clínica sanitaria de La Paz, en donde, pese a los intensos cuidados que se le prodigan, fallecerá al cabo de unos instantes.

Teniendo en cuenta las circunstancias que concurren al caso, conducta anómala del fugitivo y correcto proceder de los guardias injustamente acusados, el tribunal decidirá desestimar dos años después la querella de los deudos del interfecto y dictaminar que aquéllos. no se excedieron en el cumplimiento del deber al proteger el orden y la paz de sus conciudadanos.

VI. Sobre el cadáver del emigrante frustrado en su sueño de alcanzar Eldorado fueron hallados, los siguientes efectos: permiso de conducir de Marruecos; tarjeta de identidad de dicho país; pasaporte expedido en Fez dos meses antes; 1.800 pesetas en billetes del Banco de España; 10 dirhames en moneda marroquí; un billete de la Renfe, trayecto Madrid-Barcelona, de segunda clase; otros papeles personales sin aparente valor.

VII. Los delicados tresillos de la estación de Chamartín acogen desde entonces las posaderas respetuosas de nuestros pulcro! visitantes norteamericanos y europeos: ningún moreno y obtuso obrero del Tercer Mundo ha vuelto a acostarse inconsideradamente en ellos con los zapatos puestos ni ha perturbado con su lamentable incivismo el buen funcionamiento, armonía y sosiego de uno de los lugares más bellos y concurridos de nuestra hospitalaria ciudad.

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