Un hallazgo de Schubert por la Filarmónica de Lieja
Programa: R. Strauss, 'Till Eulenspiegel, opus 28'; Listz, 'Concierto número 2 para piano y orquesta, en la mayor';- F. Schubert, 'Sinfonía número 10 en re mayor, D. 936A/708A'.
Intérpretes: Orquesta Filarmónica de Lieja y de la Comunidad Francesa. P. Bartholomée, director, D. Lively, piano.
Teatro Principal de Valencia, 22 de octubre.
La invención, esto es, el hallazgo, en los papeles de Franz Schubert de borradores deficientes para recomponer lo que: habría de ser su Décima sinfonía, último trabajo sinfónico, truncado por la muerte en plena juventud -31 años-, es, por sí sola aliciente sobrado para que la Filarmónica de Lieja, portadora de esta buena nueva, convoque a los filarmónicos, de estas tierras en su gira española. Si esta orquesta exhibe: además un desenfado irreprochable en un perfecto estilo, a, pecho descubierto y sin remilgos; encubridores, el acontecimiento es rotundo.La reconstruida Décima sinfonía de Schubert se funda en. los borradores a ella destinados de dos movimientos casi. concluidos por el autor, en donde se acusa el contrapunto y su, ciencia, incipientes en los últimos días de nuestro hombre y, en un primer movimiento a medio camino. A tales tres movimientos de 1828 -primero, segundo y cuarto- se añade un tercero, procedente de una composición aislada de 1821, concordante en la tonalidad de re mayor. Acaso lo más discutible sea esta reinserción, cuando una sinfonía en tres movimientos, a la sombra del modelo mozartiano de Praga, no ha menester de otro, y menos cuando el finale ha sido concebido primero como scherzo, y es así perfectamente apto para jugar la doble baza de tercero y cuarto movimientos. El primer movimiento -el menos avanzado en el autógrafo- acusa la monotonía del restaurador, que a la fuerza ha de ser tímido en comparación con el genio- añadir una recapitulación es algo más que redundar en lo ya dicho: es resolver un conflicto tonal planteado en la exposición, y Mozart nos ha enseñado que en la solución de ese conflicto radica precisamente la intensidad del drama de un primer movimiento de sinfonía. A pesar de todo vale la pena oír a un Schubert inédito en 1984.
Cuando ese Schubert suena además a continuación de un Listz admirablemente servido con todas sus lujurias puramente musicales y musicalmente impuras, suena a bautismo regenerador de todos los pecados habidos y por haber.
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