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Algo más que una única manzana podrida

Juan Arias

Como comentaba ayer el d¡ario Reppublica, este nuevo escándalo que acusa a los servicios secretos militares de desviacionismo y de haber participado en álgunes de los atentados más atroces de los últimos años, "no es un accidente del momento, la manzana podrida caída casualmente en el cesto de las sanas, porque desde hace 20 años se va repitiendo la misma música en este país: la institución que tendría que velar por la seguridad del Estado se ha revelado el centro de las conspiraciones más torpes".Y es que ésta es una historia que arranca en 1964, cuando los SIFAR, servicios secretos militares de entonces, proyectaron con el general De Lorenzo, casi todo el estado mayor del arma de carabineros un golpe de Estado.

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El general italiano Musumeci, sospechoso de implicación en la matanza terrorista de Bolonia

Descubierta la trama, se reformaron los servicios secretos y se creó el SID (Servicio de Informaciones de la Defensa), al que se le encargó la misión de limpieza de los viejos servicios de seguridad militar. Pero, en seguida, también éste se reveló igualmente desviado, tras la protección concedida a Giannettini, un personaje siniestro implicado en la matanza de plaza Fontana, de Milán, en la que resultaron muertas 18 personas y más de 100 heridas. Se culpó entonces al bailarín anarquista Luigi Valpreda, cuando en realidad resultó más tarde seriamente sospechoso el propio SID.

Estos servicios secretos habían almacenado más de 20.000 fichas sobre la vida privada de otros tantos personajes italianos del rriundo político, sindical, financiero, periodístico y eclesiástico. La acción era ilegal y Giulio Andreotti, que era entonces presidente del Gobierno, ordenó que se querriara aquel material explosivo. Pero, no se sabe cómo, una fotocopia del material cayó en manos de Licio Gelli, el jefe de la logia P-2, quien la convirtió en su mejor arma de chantaje.

Se llegó así a una nueva reforma de los servicios secretos, y nació el actual SISMI. Pero cuando explotó el escándalo de la P-2, resultó que los tres altos mandos de los servicios secretos figuraban en la lista de Licio Gelli y se vieron obligados a dimitir. Pero el general Santovito, jefe del SISMI, había dejado a su persona de confianza dentro: el general Pietro Musumeci, que empezó a subir como la espuma y a actuar con los mismos métodos ¡legales de los antiguos servicios secretos. Hasta que también él ha caído en la cárcel y con su detención se hace cada vez más siniestro el proyecto de la logia secreta del fugitivo Licio Gelli, que ahora dice que quiere entregarse y volver a Italia.

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