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Tribuna:
Tribuna
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Definiciones

Fernando Savater

"Hay que definirse", claman los exhortadores profesionales y exorcistas de toda laya. Quieren, como suele decirse, ponernos entre la espada y la pared, pero su espada no suele ser más que un sifón y su pared el muro de las lamentaciones. Hagámosles caso, sin embargo, otra vez: démonos el gustazo de darles gusto. ¿Cómo puede uno definirse? La vida más eficaz es también la menos egocéntrica: definámonos definiendo. Cuando definimos cualquier cosa, nos definimos, lo demás es máscara o autobiografía (máscara también). Voy pues a definirme, es decir, voy a definir. Y antes de comenzar este repertorio, recordemos juntos que el placer de la definición -según el maestro François Châtelet se fragua en la simbiosis de lógica y polémica.

América. Continente fabuloso poblado por indios y guacamayos. La divina Providencia, que nada hace sin motivo y que tiene por España la misma predilección que su actual representante en la tierra siente por Zaragoza, determinó que descubriésemos ese nuevo mundo a fin de que en 1992 Sevilla tuviese una superferia. Laus Deo.

Autonomía. Véase independencia.

Democracia. Régimen político cuya única -y por tanto mayor- virtud es la de ser el mejor de los aún no existentes.

Derecha. Para mí, la derecha no es el caso. La verdad es que, ser de derechas tiene bastante menos chispa de lo que creen los que antes fueron de izquierdas. Ser de derechas, a fin de cuentas, se reduce a creer no sólo que siempre habrá ricos y pobres (eso lo sabe cualquiera), sino que está bien que siempre haya ricos y pobres. Y como está bien que haya ricos y pobres, está bien que haya gobernantes y gobernados, y banderas y patrias, y guerras y curas, y matrimonio. Está bien quiere decir: es necesario, o sea, irremediable. En cuanto al Estado, la derecha no es fanáticamente partidaria de él, salvo en las manifestaciones de su enfermedad senil, el fascismo: por lo común, la derecha se contenta con que haya el mínimo de Estado imprescindible, sólo lo justo para proteger la propiedad de los dueños y hacer respetar la moral de los esclavos. Por tanto, dicen -nos dicen- que en economía y en educación viva la iniciativa privada. Conquistar al vecino y marchar tras los tanques al son de alegres marchas triunfales no estaría mal, pero no hemos venido a este mundo a gozar, como creen los materialistas, y hay que saber renunciar prudentemente a ciertos placeres. La derecha es una escuela de renunciamiento.

Gracioso. No es poco ser gracioso en un país como éste, donde hay tanto desgraciado.

Independencia. Objetivo tan halagüeño para las pasiones de grupo como irrelevante para las pasiones individuales, es decir, típico ideal político. Nada hay de blasfemo en él, salvo para quienes creen que los Estados son esencias eternas, por lo que su calificación pública vendrá dada por los medios que utilice para tratar de imponerse. Si un grupo o partido pretende la independencia por vía política, es decir, renunciando expresamente a la guerra civil camuflada, no veo nada ilegítimo -concepto más relevante para la paz social que el de ilegal- en su planteamiento. El sarampión independentista, por lo demás, se combate civilizadamente desde una autonomía auténtica y flexible, no por medio de la coacción violenta.

Intelectual. Hay quien confunde intelectual con inteligente: basta mirar alrededor para comprobar la falsedad de este optimismo. Otros suponen que el intelectual es sólo quien escribe, pinta y firma manifiestos. Los más radicales nos recuerdan que intelectual puede ser cualquiera, un obrero, un campesino, etcétera. Pero no explican cómo. La solución es ésta: intelectual es quien trata a los demás como si fueran intelectuales, es decir, quien razona, escucha y no pega.

Izquierda. No es éste un concepto tan impreciso y obsoleto como deploran muchos. Lo que hay que ser para ser de izquierdas está bastante claro; lo difícil es ponerse de acuerdo en lo que hay que hacer. Previamente debo advertir que hablo de la izquierda no siniestra. Pues bien, ser de izquierdas es asumir la sociedad ante todo como solidaridad; no acatar sin más la naturalidad -sea económica, psicológica o teológica- de ninguna privación; no admitir la naturalidad -económica, biológica, genealógica o teológica- de ninguna jerarquía, salvo la establecida por elección paritaria y revocable; proclamar que no hay otra razón de Estado que los derechos de los ciudadanos que coparticipan en él; y, last but not least, ser de izquierdas es juramentarse para erradicar la sinrazón violenta por medio de la razón sin violencia, hasta el límite de lo posible y un poco más. Y ahora, ¿qué hacer? Abundan las doctrinas, pero son más concluyentes en cuanto a lo que debe ser evitado que en lo que ha de ser emprendido. Quizá sea mejor así, porque en política no hay soluciones definitivas (la única auténtica solución final que conocemos es la planeada por los nazis para resolver el problema judío): ¿acaso alguien supone que los romanos o los árabes del califa Omar podrían haber resuelto -de haberlo querido- los problemas de la humanidad actual? Ser de izquierdas es saber que ni la conciencia ni la imaginación podrán descansar nunca y que deberán colaborar siempre. Claro que también hay una izquierda siniestra: la de quienes son de izquierdas para mandar y la de quienes son de izquierdas para no pensar. Y aquí diríamos "con su pan se lo coman" si no supiésemos que ese pan, precisamente, es el de todos.

Izquierdistas. Se caracterizan por creer que el dilema actual no es optar entre Felipe González y Fraga, sino entre Felipe González y la Revolución. Los hay pacíficos y feroces. Contra los pacíficos -que a menudo son también pacifistas- nada hay que decir, pues constituyen parte de la sal de la tierra. Los feroces, en cambio, son mucho menos salados. Algunos de los más conspicuos se han aposentado en Euskadi y por lo visto han decidido utilizar a los jóvenes vascos como cipayos de su particular cruzada contra el Sistema. A esa inmolación de ingenuos por nobles razones le llaman "amor a la causa vasca", vaya usted a saber por qué.

Liberalismo. "Muchísimos son liberales para todas las libertades ya adquiridas y formidables conservadores para las que aún hay que adquirir" (Carlos Vaz Ferreira, Fermentario).

Libertad. No confundirla nunca con la omnipotencia. Ser libre no es conseguir lo que quiero, sino poder quererlo.

Militarismo. Véase OTAN.

OTAN. Véase Militarismo.

Patria. Me gustaría conocer al valiente capaz de explicarle lo que son las patrias a los 40.000 niños que mueren diariamente por falta de solidaridad internacional.

Pueblo. Primera acepción: lugar donde hay más gallinas de lo corriente. Segunda acepción: entidad sobrenatural que jamás se equivoca y que respalda los hechos y dichos de todos los políticos, según éstos tienen a bien informarnos.

Teólogos. Especie dañina que jamás ha liberado a nadie y de la que por lo visto no vamos a liberarnos jamás.

Terrorismo. "Los terroristas son quienes, escandalizados por este matadero que es el mundo, se esfuerzan, so pretexto de abolirlo, en extenderlo con medios de matadero" (Guido Ceronetti, El silencio del cuerpo).

Tortura. Con la tortura pasa lo que con las brujas: no existe, pero haberla, hayla. Algunos propugnadores de los paños calientes dicen que si la hay, en ningún caso puede decirse que sea sistemática. Yo no sé si la tortura es sistemática o aforística, si proviene de Hegel o de La Rochefoucauld. Pero una cosa está clara: si se condecora a policías torturadores por méritos antiterroristas, sí se llama antiterrorista a una ley que brinda facilidades a la tortura, es porque alguien debe haber llegado a creer que antiterrorismo y tortura son sinónimos. Y no es así: la tortura es terrorismo puro, simple e indudable; llegado el caso, será terrorismo con uniforme, con medallas, con leyes sancionadas parlamentariamente, pero terrorismo y nada más. A ver si nos aclaramos de una vez.

Vallekas. Pueblo oprimido situado al sur de Gernika y al norte de Kádiz.

Vida. "Benditos los que no confían la vida a nadie" (Fernando Pessoa, Libro del desasosiego).

Violencia. Es significativo que cuando estamos con alguien en la situación más próxima a la violencia que puede darse en la vida cotidiana, decimos: "A ése no le hablo". Paso previo al ataque: negar la palabra, el saludo, cortar las comunicaciones.

Yo. Alguien que cuenta con los denuestos unánimes de Abc y Egin no puede estar del todo desencaminado...

Zorroaga. Os quiero, majos.

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