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UN AÑO DE LA PRESENCIA MILITAR NORTEAMERICANA

Sir Eric Gairy, el obseso de los platillos volantes

Soledad Gallego-Díaz

Todo está ya preparado en Saint George para que el próximo día 3 de diciembre se celebren las primeras elecciones. Estados Unidos tiene prisa por restablecer un Gobierno democrático y demostrar al mundo que su intervención sólo perseguía devolver la paz y la libertad a esta atormentada y bellísima isla del Caribe. La ironía es que Washington está horrorizado ante la posibilidad de que gane las elecciones libres un hombre de funesta memoria, sir Eric Gairy, enemigo encarnizado de la revolución, pero también un mafioso que puede echar por la borda todos los bonitos proyectos made in USA.Pero ¿quién es ese hombre capaz de unir a enemigos mortales: norteamericanos, seguidores del ex primer ministro Maurice Bishop e incluso a los escasos y fanáticos seguidores del ex viceprimer ministro Bernard Coard? Un ex sindicalista de 63 años que fue el primer jefe de Gobierno tras la independencia y que ha ganado siete de las ocho elecciones que se han celebrado en el país. Eric Gairy -sir Eric, por obra de la burocracia británica, y tío Eric para muchos campesinos granadinos- es un personaje de película. Medio mundo se quedó estupefacto cuando solicitó formalmente en las Naciones Unidas un debate sobre los platillos volantes. Los granadinos no se sorprendieron tanto. Estaban ya acostumbrados a la excentricidad de su primer ministro, poseído de ansias místicas ("Dios me ha elegido", dijo en una ocasión) y de una avaricia sin límites. La mayoría movía la cabeza con resignación, pero un pequeño grupo, encabezado por Maurice Bishop, que había sido terriblemente apaleado por los tonton macoutes de Gairy, pasó a la acción, y el 12 de marzo de 1979 le derribó en un golpe incruento.

Gairy permaneció desde entonces en un exilio dorado en San Diego (California). Tras la invasión anunció su regreso para volver a poner en marcha su Grenada United Labour Party (GULP), que ahora acude de nuevo a las urnas. Gairy jura que no quiere ser otra vez primer ministro y que si gana la mayoría de los 15 escaños del Parlamento, olvidará "todos los agravios" y no habrá pugnas ni venganzas. "Soy ahora un hombre mucho mejor, con más respeto e interés por los valores humanos y morales". Nadie le cree, y los norteamericanos, mucho menos. "Su sentido místico puede reavivarse en cualquier momento", comenta irónico un representante de Estados Unidos. Gairy, imperturbable, continúa la campaña a su modo. En lugar de asistir a mítines, se limita a recibir en su casa, como un auténtico padrino. La clase media y los trabajadores le odian, pero los campesinos, muy religiosos y menos formados políticamente, creen en sus promesas personalizadas. "Me acordaré de ti", "Tu hijo tendrá trabajo".

Algunas personas no creen en Saint George en la buena voluntad de Washington. "Todas esas ideas de que los norteamericanos no ayudan a Gairy y no quieren que gane las elecciones son patrañas", asegura Kendrick Radix, ex ministro de Justicia con Maurice Bishop y promotor de un nuevo partido que recoge la herencia del líder revolucionario. "Estados Unidos apoya abiertamente a la coalición formada en torno al Grenada National Party, de Herbert Blaize, pero bajo cuerda también ayuda a aquel tirano". Para Radix, Washington juega a las dos barajas.

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